El diablo Monreal se comió al pobre Martí
¬ Arturo Ríos Ruiz miércoles 21, Ago 2019Centro..!
Arturo Ríos Ruiz
- López Obrador pasivo, dejó correr el pleito
Desde que llegaron al Senado, Ricardo Monreal y Martí Batres, marcaron la distancia, entre ambos, no hay, ni ha habido afinidad, son de grupos distintos dentro del rebaño moreno.
El zacatecano, que se las sabe de todas con edad y experiencia, se las echó encima al pobre de Martí, lento hasta para hablar, pocos recursos discursivos y nada hábil para la política.
Se sabe que Monreal hace su parte, son pareja política, no piensen mal, con Marcelo Ebrard, que ambos son gallos jugados en las lides del servicio público, llevan el uno dos, con supremacía para el secretario de Relaciones Exteriores.
Monreal, se sujeta y hace campaña a favor de Ebrard, aunque por lo temprano, hay tiempo para dar el zarpazo en su momento y lleva la ventaja ¿Por qué?
Marcelo no ha sabido guardar la discreción y parece que él cree que sí, pero se nota a leguas su esperanza por la Presidencia y por ello, la atención está en él y los dardos en cualquier momento pueden llegarle.
Está a la vista y eso, es la desventaja, amén de las broncas con los migrantes la entrega descarada a Trump, obedeciendo todas sus exigencias que ya lo marcan con debilidad para representar a México.
Por lo tanto, por ahora, ni Marcelo, así como nadie la tiene segura, son aspavientos, exhibiciones futuristas cuando tienen todo un problema enfrente que se llama México, envuelto en los más terribles problemas aún sin solución.
Monreal, con sus mañas sabrá esperar, está en el lugar idóneo, el Senado, donde tiene libre expresión; nos dio una muestra de sus habilidades en la “grilla”, mientras el candoroso Martí, esperaba el “dedazo”, aquel le madrugó y clavó a Mónica Fernández, mujer y de Tabasco, tierra del mero mero.
Martí, al despertar, se encontró con que su pretensión de continuar en la tribuna rumbo al gobierno de la ciudad, pues nones, ya no se le hizo y ahora a voz temblorosa del coraje, lanza epítetos contra Monreal, lo catalogó de cínico; que calmado y sonriente, el marrullero, festeja a la triunfadora, por no decir impuesta.
AMLO, bien cómodo, sólo dice una de sus frases cuando no quiere opinar: “Yo no me meto” y hace a un lado el espectáculo entre esos dos que lesionan, a decir verdad, al propio partido.
Él, AMLO, dijo que no quería tribus, como ocurrió en el PRD, mismas que lo llevaron al ínfiemo lugar donde se encuentra; pero, la ambición de los protagonistas, los ha hecho perder el respeto y la institucionalidad.