Justicia verdadera
Freddy Sánchez martes 6, Ago 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Llegó el momento de creer más o creer menos en Andrés Manuel y lo mismo en aquellos que lo apoyan o lo critican.
El llamado presidencial a sumarse sin cortapisas a “la Cuarta Transformación”, lo hace justo y necesario. Y habría que tomar una postura. Definir si uno va a estar a favor o va a estar en contra de las acciones de gobierno. Porque las medias tintas de los tibios, cuando existe la necesidad de apoyar grandes cambios, suelen estorbar para el éxito de lo que se propone.
Desde ese punto de vista, no puede ser sensato oponerse a un cambio para mejorar. En especial si se trata de eliminar lo anacrónico y corrupto, lo cual es indispensable, sin importar lo dolorosos que sean los efectos iniciales.
Y es que “al final del túnel” (si las cosas se hacen bien), se hallará la luz del bienestar colectivo, lo que aquellos connacionales bien nacidos y no coludidos en corruptelas ni actos delictivos, inequívocamente claman con vehemencia. Mal estaríamos de la cabeza, si no quisiéramos acceder a una trasformación que nos permita mejorar nuestra calidad de vida.
De tal suerte que si para conseguirlo, es indispensable apoyar lo que se está haciendo desde el gobierno, y así lograr el abatimiento de la impunidad, la corrupción y la delincuencia, la verdad sería imperdonable incurrir en una mezquindad de innobles intenciones obstructivas.
De ahí, la importancia de ponerse del lado del gobierno, para respaldar su empeño de terminar con aquellos males que lastiman a la gente, lo que, obviamente, justifica estar de acuerdo con “la Cuarta Transformación”.
Ahora que, vámonos por partes, porque es imprescindible estar atentos para enmendar los desaciertos, cálculos erráticos y medidas contrarias al bienestar social, lo que también ocurre en todo proceso trasformador.
Pecar de soberbia, asumiendo que nada está mal, por lo que hay que sostenerse en posturas inamovibles, sólo para aparentar que lo que se hace no tiene falla ni desperdicio, no es la forma correcta de conducir con bonhomía la trasformación de una sociedad.
Es preciso, por lo tanto, actuar con humildad, corrigiendo lo que haya que corregirse, evitando atropellar arbitrariamente a cualquier persona, sea rica o pobre, si no existe una evidencia irrefutable de deshonestidad e inmoralidad en su conducta.
Porque una cosa es usar el poder para hacer pagar sus culpas a los sinvergüenzas, y otra muy distinta e inaceptable, incurrir en excesos y prepotencias que dañen innecesariamente el tejido social. Por eso, entonces, la lucha contra la impunidad, no debe concentrarse en estratos sociales intermedios o inferiores sin antes combatir desde arriba el mal que fomenta la corrupción y la delincuencia organizada.
Las acciones de gobierno que tengan ese propósito, deben recibir el más amplio apoyo social, porque cambiar el estado de cosas para poner orden en la casa es bueno, pero hacerlo con esmero y cuidado será mejor.
De tal suerte, que las políticas a seguir requieren una suma de acciones y reacciones para estructurar y desestructurar lo que haga falta, hasta lograr lo que se quiere con el máximo beneficio y al menor costo posible.
En cuestiones de gobierno entonces, hay que saber corregir sobre la marcha. Y como bien lo dice un dicho: “más vale paso que dure y no trote que canse.
Así que la demanda de respaldo a “la Cuarta Trasformación”, debe ser alentada por una constancia permanente e indubitable acerca de que los actos de gobierno fueron pensados y serán ajustados en la medida de lo indispensable, para garantizar el bienestar colectivo.
Baste añadir en ese aspecto, que la obstinación insana que emerge de los maniqueísmos y sectarismos a la hora de gobernar, dificultan y a veces anulan las buenas intenciones de favorecer el bien común, porque son el opuesto a la justicia verdadera.