Primero los ricos
Freddy Sánchez martes 30, Jul 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Víboras prietas”, los llamó en el pasado Vicente Fox, “alimañas” les dijo recién, la lideresa de “Morena” Yeidckol Polevnsky, y como “ratas de dos patas”, podría motejarlos sin eufemismos “Paquita la del Barrio”, el punto es que estos personajes aparecen por doquier.
Apenas se pincha un poco el cuerpo social y como se diría coloquialmente, brota “la apestosa pus”, un modismo apetecible para hacer alusión a la repulsiva y abundante corrupción. Y no es que Andrés Manuel haya descubierto “el hilo negro” para sorpresa de la comunidad nacional. Eso que está haciendo es poner “el dedo en la llaga” de un mal milenario en nuestra tierra: corruptelas al por mayor aquí y allá.
Por fortuna, no todos en México son corruptos, ni todos los que lo son le hacen el mismo daño a la patria. La razón es que hay corrupción de poca monta y otra que por su colosal tamaño y capacidad de abuso y despojo del bienestar colectivo es el equivalente a un terremoto devastador.
Así que en la corrupción como en los distintos estratos sociales donde se practica hay sus grandes diferencias.
No es lo mismo que un microempresario consiga la apertura y opere su negocio recurriendo al reparto de dádivas y que lo mismo tenga que hacer un vendedor callejero de fritangas, de ropa o sea lo que fuere que tenga que vender cualquier otro coterráneo para subsistir, que la macrocorrupción en la que se mueven y con la que se enriquecen los que usan y abusan del poder para su exclusivo beneficio.
Grandes hombres de negocios con “maridajes” institucionales, amigos y compadres de políticos, aliados con funcionarios rapaces, los hacedores de leyes a modo de propiciar y encubrir voraces rapiñas, al amparo de contratos y concesiones otorgados con “amañadas cláusulas chiquitas”, en favor de los socios corruptos de inmorales personajes del gobierno.
En otro habitual escenario de corrupción, liderazgos sindicales inamovibles en puestos desde los que se amasan fortunas impresionantes, desviando recursos destinados al beneficio de los trabajadores, que suelen terminar en inversiones privadas o convertirse en propiedades inmobiliarias, lujosos automóviles, joyas como las puestas a remate por el gobierno y demás comodidades y privilegios de quienes detentan un cargo sindical con afanes de una vida cómoda con cargo al erario público.
La misma desfachatez exactamente de otros depredadores corruptos.
Prestanombres, familiares, amigos y compadres de servidores públicos del pasado y seguramente el presente, siempre prestos a codiciar y promover toda clase de tratos corruptos con particulares, sabedores unos y otros de que en sus habituales gestas de corrupción existen los medios propicios para la obtención de ganancias personales de elevada cuantía.
Y a quién canijos de esos bribones les importará al menos un poco que sus corruptelas causen tanto daño a la gente, la que, obviamente, tiene que sufrir de servicios institucionales deficientes, a causa de su escasez por una corrupta administración de recursos públicos que nunca alcanzan para atender con mejor calidad las distintas y más apremiantes demandas sociales.
Sobra decir que nada de eso les causó un mínimo de pena a los multimillonarios hombres de negocios que estando tan ricos como están todavía se dieron el lujo de reclamar y recibir la condonación de 400 mil millones de pesos en impuestos, durante el pasado sexenio, lo que según Andrés Manuel no ocurrirá más en el país, en materia fiscal. Cosa que hay que aplaudir, porque ese tipo de tratos tienen todos los visos de una corrupción a gran escala que devora sin piedad el bienestar nacional. Así que la batalla contra los corruptos, por amor a Dios y en bien de esta nación, no debe detenerse. Aunque eso sí, hay que decirlo sin tapujos: es de desear que Andrés Manuel continúe actuando enérgicamente contra la corrupción, aunque justo es demandarle que en sus acciones persecutorias, antes que nadie, estén en “la mira”, primero los ricos.