Del buen vivir al buen partir
¬ Sócrates A. Campos Lemus miércoles 10, Jul 2019¡Que conste,.. son reflexiones!
Sócrates A. Campos Lemus
1.- CUANDO ESTÉS SOLO, CUIDA TUS PENSAMIENTOS.
2.- CUANDO ESTÉS CON AMIGOS, CUIDA TU LENGUA.
3.- CUANDO ESTÉS ENOJADO, CUIDA TU TEMPERAMENTO.
4.- CUANDO ESTÉS EN GRUPO, CUIDA TU COMPORTAMIENTO
5.- CUANDO ESTÉS EN PROBLEMAS, CUIDA TUS EMOCIONES.
6.- CUANDO EMPIECES A TENER ÉXITO, CUIDA TU EGO.
Hace algunos, muchos pero muchos años, recordaba, porque de recuerdos a veces vivimos los viejos, que en alguna ocasión la nana, “Peche”, me ponía manteca en la barriga y decía que eso me pondría bien, porque me quejaba yo de dolores en el abdomen, y bueno, al poco tiempo, no sé la razón de esto, pero desaparecieron los dolores y “Peche” siempre tenía alguna medicina mágica para curarlo todo, se ponía unas plantitas cerca de la sienes y alegaba que era para que no le doliera la cabeza, nos colocaba algún hilillo rojo, empapado de saliva en la frente para, nos explicaba , no nos hicieran mal de ojo, porque había gente mala, que con sólo mirar a los niños los enfermaban y que no deberían dejarse de tocar porque entonces nos podrían hacer brujerías, ella contaba sobre los nahuales y de cómo en las noches o cerca de la noche, en la tarde, cuando no se distinguen bien las cosas, los nahuales salían a recorrer y recoger las plantas de curación y en las madrugadas también, pero ahí tenían que pedirles perdón por cortarlas y les daban las gracias por sus bondades, eran cuidadosos de no pisar animalitos, porque no sabían si eran espías de los dioses o de otros brujos, que también tenían poderes del nahual y, en las noches, cerca del fogón, cuando chispeaban los palos encendidos, ella decía que había que callar y estar atentos a lo que se podían entender en el leguaje de las llamas y revisar los rescoldos para saber dónde tirarlos, si a la entrada de la casa o en el traspatio, allá donde los naranjos de la abuela dejaban sacar sus olores de los azahares y entonces se recogían las naranjas y se llevaban arriba en una especie de tapanco de varas, donde se dejaban para que se ahumaran y esto les daba mucho sabor y un olor especial para que, cuando hacían vino de naranja, se compraba aguardiente recién salido y cuidando que la caña se hubiera pasado por el trapiche de palos o de piedra, porque eso le daba un sabor especial, después, se sacaba el jugo a las naranjas y se vertía miel de abeja y si se podía conseguir de la miel de avispa, decía que era mucho mejor, y se diluía y se ponían, el jugo, filtrado, de esas naranjas que en verdad sabían a caramelo y ese vino de naranja era muy especial y mantenía un sabor delicioso.
Allá por mayo-junio, nos íbamos a las canteras de Zacualtipan y allá existían muchas matas de zarzamora, con sus frutos jugosos y negros, se llevaba una vara por aquello de las víboras, porque como llegaban muchos pajarillos a comer, ellas aprovechaban para cazarlas y así recogíamos moras, muchas moras, los dedos se pintaban y las risas eran de verdad sonoras en aquellos lares de donde se sacaban las canteras blancas que las usaban para construir las casas de la región, en los tiempos de lluvia tomaban una coloración verdosa por los musgos y a veces parecían que sudaban por la humedad y esas moras también se convertían en el vino de zarzamora que se hacía con el aguardiente de caña morada, que era una caña de corteza dura, pero mucho más azucarada y ese vino se ponía en garrafas de vidrio soplado y se vendía en los lugares por litro, era delicioso y es, seguramente, porque alguien todavía lo hace como también con otras hierbas hacían los aguardientes de varios sabores y no solamente servían para la borrachera, eran también digestivos o ayudaban a curar diversos males y, los amargos, eran para quitar las bilis y los empachos.
En ocasiones, cuando alguien tenía dolores o malestares se recurría a los brujos y cundo la tía Lola sufría de cáncer de estómago, según me contaba mi mamá, cuando la acompañaba a Zacualtipan, a la casa del Tío Jorge, porque ya estaba muy mal, me sorprendía cuando una señora que decían era bruja, llegó con huevos a darle las limpias con ramas de varias flores y aguardiente de varios colores que le arrojaba en soplos de sus buches y al final del rito, después de hacer un círculo de fuego donde nos sacaron a todos para que no nos fueran a tomar los malos espíritus, trajeron huevos de cóconas y de pichones y le untaban en la barriga, porque decían que con eso se tendría más fuerza para superar los dolores y para que se alimentara su cuerpo, porque su alma estaba ya huyendo de la tierra y se fugaba a otro lado, sacaron muchos pétalos de diferentes flores y los colocaban con mucho cuidado desde su cama hasta el portón y, en la madrugada, los fueron tirando hasta el panteón y decían que era para que su alma no se fugara por otros lados y supiera siempre donde estaban enterrados los ombligos de todos su mayores y menores, yo no sé si los ombligos de mi hermano y el mío estarían enterrados como alguna ocasión me comentaba el tio Jorge, que era muy parco para platicar, que en la casona vieja, donde ahora era un gallinero, abajo de los fogones se enterraban los ombligos de todos y a saber… el caso es que así fueron tratando hasta el final de sus días a la tía Lolita que era muy apreciada por mi mamá, lo cierto es que ella tenía mucha fortaleza, porque cuando se quejaba lo hacía muy bajito, como susurrando, para que el dolor se fuera como se iba su alma y así terminó sus días y sus males.
En la tierra y en las plantas, en los alimentos y en los pensamientos decía “Peche” estaban los males y las bendiciones, por eso no había que pecar pensando mal de la gente ni deseándole males a otros, porque era como el sembrar, lo que se siembra se cosecha y si se siembran malos pensamientos y odios es lo que va uno a recibir y bueno, al paso del tiempo, con los años, creo que en verdad eran sabias y sabios esos hombres y mujeres del campo que todo lo veían entre el mal y el bien y rezaban todo el día para que las cosas mejoraran, la abuela Rosa tejía con su gancho largas tiras con las que en sus flores y figuras se convertían en manteles o colchas, ella no las vendía, las regalaba a los suyos como que en sus manos, tejiendo eso, también tejía el amor y la protección, cuando ella estaba tejiendo como que se le fugaban los malos pensamientos y se le veía sonreír como si los recuerdos buenos le llenaran el corazón y de pronto se levantaba y corría la fogón para arrimar la olla del café y comenzar a cocinar algo para la cena, cuando estábamos con ella le cocinaba a mi padre sus platillos favoritos, le conseguía sus paguas, que son como grandes aguacates de cáscara dura y al partirlas a la mitad le raspaban la pulpa y le ponían queso seco y salsa de chile y, a la tortilla y era la delicia o le cogía los pemuches, que son las flores del colorín y los cocinaba con huevo y mi padre, comelón como somos todos, gozaba su caldo loco de gallina y, en ese comer y beber, se veía el amor y los malos pensamientos se alejaban de todos para llenarlos con buenas nuevas y risas y, como que todo eso que era magia pura, se ha perdido, pero no es culpa de la 4T ni de nadie más que de nosotros… así que a tomar los recuerdos para volverlos a vivir e irse preparando para la partida, con buenas vibras… total, para allá vamos todos…