Más delincuentes temibles
Freddy Sánchez martes 9, Jul 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Y ahora qué. Ni modo de no sentar un precedente que impida que se repita lo de la Policía Federal en la Guardia Nacional o en cualquier otra corporación policiaca.
De tal suerte que otra vez se altere el orden institucional y se afecten las tareas de seguridad en detrimento de la sociedad y para regocijo de la delincuencia organizada.
Porque independientemente de las causas que propiciaron las protestas de los uniformados de la federal, (en virtud a mala comunicación, intentos de abusos laborales, menoscabo a la dignidad de los elementos o cualesquiera otras arbitrariedades en perjuicio del personal policiaco), lo acontecido por las inconformidades públicas de los policías equivale a una deplorable muestra de indisciplina y anarquía más que inaceptable en un cuerpo cuya principal responsabilidad es la preservación del orden y la legalidad.
Por tal razón, es preciso adoptar diversas acciones institucionales más allá de los acuerdos para la incorporación de federales a la guardia nacional, su reubicación en otras dependencias o la liquidación que conforme a le ley les corresponda.
En ese tenor, justo es señalar dos cuestiones: la primera, en cuanto a la necesidad de identificar a los responsables de haber provocado la tensión entre policías por una indebida comunicación e información inapropiada respecto a las modalidades del cambio de elementos de la policía federal a la guardia nacional. Y en segundo lugar, determinar qué conductas de los uniformados al expresar sus inconformidades, tuvieron un tinte de carácter punible.
Y es que ambas conductas, por inapropiadas y censurables, por decir lo menos, no pueden dejarse pasar sin los correctivos indispensables. Una sanción requieren los que no adoptaron una estrategia institucional previsora e inteligente para lograr un cambio de adscripción de los elementos de la federal a la guardia nacional, dando un trato especial a los que por razones de ley, no pudieran ser admitidos, induciéndolos a que voluntariamente optaran por otra clase de cambio en sus actividades, sin temer afectaciones de ninguna naturaleza en relación con sus ingresos y prestaciones, sino al contrario, dándoles algo extra, lo cual, seguramente habría atemperado las reacciones coléricas de protesta de los que se sintieron desdeñosamente marginados.
En especial los policías con sobrepeso y problemas de salud. Dos condiciones habituales, no sólo entre los policías sino en general una amplia porción poblacional en tareas laborales.
Las malas costumbres alimentarias, por el consumo frecuente de comida “chatarra”, aparte de que el ejercicio a muchos no les gusta o de plano carecen de tiempo para realizarlo, lógicamente, son factores que desfavorecen las adecuadas condiciones físicas de los policías en general.
De ahí que no haber manejado con especial tacto el cambio de adscripción de estos elementos, fue un grave error. Como suele serlo comúnmente, el manejo de casos difíciles con policías que de una u otra forma se alejan de los perfiles apropiados para el buen desempeño de sus funciones.
La política pública de echar a la calle a elementos policiacos con los que resulta complicado lidiar, suele ser lo tradicional bajo el supuesto que eso permitirá depurar los cuerpos de policía, pero en la práctica eso ha sido un desacierto garrafal por parte de los principales encargados de las dependencias dedicadas a la seguridad.
En los últimos cuarenta años, posiblemente unos doscientos mil individuos que fueron policías lo dejaron de ser, por un fulminante despido de sus funciones.
Algunos para dedicarse a la seguridad privada, otros a empleos distintos y un alto porcentaje, por desgracia terminó engrosando la delincuencia organizada. Con esos antecedentes, es sumamente importante no cometer el mismo error con la Policía Federal en proceso de extinción.
Y es que los elementos que no consigan trabajo como tanta gente lo teme vendrían a convertirse en más delincuentes temibles.