El presidente de dos naciones
¬ Edgar Gómez Flores lunes 1, Jul 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Las naciones actuales (cercanas a 200), al conformarse, trataron de generar una historia semejante, una lengua o lenguas que les permitieran impulsar una hegemonía en la comunicación y quizás algunos íconos que facilitaran el lugar común; una bandera, un himno, una batalla emblemática y/o un personaje que hubiera luchado por el bien común de, en ese entonces, un pueblo disperso. En nuestro caso, México, esos personajes fueron principalmente los relacionados con la lucha de Independencia; Miguel Hidalgo, “El Padre de la Patria” o José María Morelos y Pavón, “el Siervo de la Nación”. De ahí en adelante los personajes que se integran a la historia mexicana tienen un sesgo relacionado con la ideología política que pregonaron. Por ejemplo, Don Benito Juárez, no tiene el mismo carisma entre los conservadores como entre los liberales mexicanos; o Don Porfirio Díaz, quien es enaltecido por los empresarios, es denostado por los que enarbolan la lucha obrera y campesina.
Ahora, este esfuerzo de unificar a un pueblo, dentro de un territorio y a través de un gobierno (en la mayoría de los casos en Occidente democrático) buscaba facilitar la forma de gobernar. Crear una sociedad homogénea que, con valores comunes, generara valor económico en el tiempo. Sin embargo, lo que hemos visto en los últimos años, en la tendencia mundial de los gobiernos, es el discurso que divide, que genera polémica, que parte en dos (o en más) a las sociedades. Así, el gobierno de Cataluña busca la separación de su pueblo de España, el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil intenta dar un vuelco a una derecha radical, la cual oprime los derechos humanos de las minorías, a través de un discurso de odio. Y, qué decir del presidente Trump, quien ha creado una realidad alterna para someter a algunos estadounidenses y a algunos países sin importar su ubicación geográfica (China, México, Canadá o Francia).
En el caso mexicano, los votantes y detractores del presidente López Obrador identificaban en él un antagonista, un político radical. Sin embargo, la división del Presidente no se ha referido únicamente a separar a la población en fifís (clases “privilegiadas”) o chairos (simpatizantes), también en pobres que reciben subsidios sin control alguno y ricos que no pueden seguir abusando de su poder y que, aun cuando el gobierno mexicano pierda dinero no pueden mantener los contratos “leoninos” que fueron asignados en gobiernos anteriores. El Presidente ha dado pasos adelante en temas tan controversiales que sus propios seguidores ya cuestionan. El principal tema al que me refiero es al regionalismo. Esto, no sería sorpresa, ya que todos los presidentes que surgen de una región del país ponen su sello con base en su historia, su cultura y sus tradiciones. Sin embargo, en el caso de Andrés Manuel, la extrañeza de sus opositores y de sus seguidores es que parece gobernar únicamente para la región sureste, con la sorpresa que se ha integrado Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
La pasada visita del presidente salvadoreño Nayib Bukele, lo hizo ver, a este mandatario centroamericano, como un gobernador de una provincia de la nueva región, la cual integra al sureste mexicano y el norte de Centroamérica. Empero, toda esta nueva geografía, encabezada por Andrés Manuel, es subsidiada con recursos del centro y norte de México. Ya lo dijo la jefa de gobierno de la Ciudad de México, la doctora Claudia Sheinbaum que se eliminará el pago de 400 millones de pesos de la Fórmula 1, para la construcción del Tren Maya. Cuando el Metro de la CDMX se cae a pedazos; desde los vagones, el servicio, hasta las escaleras eléctricas.
El Presidente mexicano no ha detenido su ímpetu de partir el país en clases, en creencias religiosas y en ideologías. Ahora parte a México en regiones. Toma el modelo antiguo de Robin Hood, al arrebatar los recursos de las regiones productivas y entregárselos a las desfavorecidas del sureste. Entregará 100 millones de dólares en proyectos productivos a Centroamérica (30 millones de dólares para empezar). Con esto, seguramente su popularidad en la zona centro y norte se verá mermada y su capacidad de negociar con empresarios, la sociedad civil y con los mismos gobiernos y congresos locales.
El Presidente debe pensar que “el que sirve a dos amos con uno queda mal” y México es uno de éstos. El apoyo a Centroamérica debe coordinarse desde una estrategia global migratoria del país. Haber abierto las puertas de la frontera sur, ha sido una equivocación que generó el hazmerreír del gobierno estadounidense y de todos los gobiernos del mundo que descubrieron el bajo poder de negociación que tenemos y con esto, la endeble soberanía.
Esperemos, que el ahora Presidente, voltee a ver a sus electores, a los que confiaron en él y lo identificaron como líder de una nación de más de 200 años y una cultura milenaria. La solidaridad del pueblo mexicano con el centroamericano es muestra de nuestra cooperación, mas no así de nuestra entrega a una nueva región. México no es solamente la cultura olmeca, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Tren Transístmico. México se formó por los totonacas, los mayas, los aztecas, los purépechas, los chichimecas y los españoles y debe desarrollar infraestructura carretera, portuaria, eléctrica, educativa, etc. en todos los rincones del país. No nos gustaría que este “sui géneris” regionalismo nos imponga al beisbol como deporte nacional, la concentración del 100% de la infraestructura en el sureste del país y en un caso extremo a Villahermosa, Tabasco, como la capital de la nación.