Populismo: sus éxitos, sus males y sus remedios
Francisco Rodríguez miércoles 19, Jun 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Las grandes obras hidráulicas, planeaciones económicas de avanzada, refinerías petroleras, expropiaciones agrarias, eléctricas, ferrocarrileras, de ampliaciones de la base productiva, legislaciones obreras y, en general, las bases de la modernización mexicana se hicieron gracias al tan vituperado populismo.
Desde que la Constitución de 1917 propuso, en un párrafo que ha resistido todas las tentaciones conservadoras de la historia reciente: “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público…”, fuimos un país de vanguardia, sin derecho a réplicas interesadas.
El término “populismo” fue promovido junto al de “demagogia” para justificar los golpes de Estado y las políticas neoliberales en América Latina. Con ese enfoque, utilizaron la expresión, atribuyéndole un sentido derogatorio, relacionado con la obtención de clientela electoral.
La problemática característica fue el giro literario de la polisemia, que permite que una misma palabra sea utilizada para designar cosas diferentes, cayendo en el reduccionismo político e historiográfico. Vamos, se utilizó por especialistas para referirse a la teología de la liberación, y hasta el Papa ha sido calificado como populista.
El término populista, de origen ruso, ha sido utilizado por autores estructuralistas para caracterizar a gobiernos elegidos democráticamente o movimientos de tipo popular o socialista con el fin de atribuirle todas las características negativas. Hasta ha llegado a decirse que es un modelo de Estado.
Pocos recuerdan que uno de los más famosos historiadores de la antigüedad, el muy celebrado Flavio Josefo, mencionó a Julio César, Catilina y Druso como los grandes impulsores del populismo en Roma, por la cercanía que esos dirigentes tuvieron con la base popular, con la plebe.
Lo que les caracterizaba, en concreto, era el uso de iniciativas populares destinadas al mejor reparto de la tierra, el alivio de las deudas para los más pobres y la mejor participación del grueso de la población en los asuntos públicos.
Pero en América Latina, el término populismo convoca al horrísono a la condena de los medios de comunicación proclives a las tendencias hegemónicas dominantes del poder y del dinero, junto a tecnócratas temerosos de abandonar la línea económica imperial que ordena la abstención estatal en la dirección de los procesos productivos.
El populismo, argumentan, y con sobrada razón, es contrario en teoría pura a la dictadura de las cifras macroeconómicas y al proceso de desmantelamiento del Estado, logrado a ciencia y paciencia de la desregulación de los factores económicos.
Se vitupera al populismo porque, cuando en México se ha recurrido con desespero a su implementación, es después de que han fallado en toda la línea los intentos de gobiernitos grises y mediocres para arrasar con la Nación… y han tocado fondo. No lo han hecho porque no quieran, sino porque no pueden.
Los tecnócratas locales siempre han dicho que se apela al populismo cuando se quieren manipular las necesidades sociales. Sus motivaciones son patrimonialistas, argumentan. Sólo es para saquear quedando bien con las masas. Usar desmedidamente el gasto público y el endeudamiento externo. El burro hablando de orejas.
Finalmente, el canto de las sirenas del Estado abstencionista, acompañado de la dichosa globalización y la privatización de todo lo que se encontraran a su paso, fue más populista que cualquier otra cosa. Sólo que fue un populismo de derechas, dirigido para agradar a las clases conservadoras mexicanas y a los favoritos de la empresa privada.
Para hablar de populismo se debe tener muy corta la cola y muy corto el hocico. Debe de analizarse el contexto político en el que se aplica el término, que al parecer atiborra de prestigio a quien lo profiere.
Sin embargo, la polisemia puede ser efectiva cuando al populismo se añade la ineptitud. Y en eso todos estamos de acuerdo. Los primeros operadores de la transformación revolucionaria fueron unos expertos consumados. Nadie puede poner en duda la habilidad y el conocimiento utilizados para emprender las grandes obras.
Sin embargo, el único régimen electo con la mayor votación del pasado reciente, cayó en manos de diletantes que no conocen de la misa la mitad. Un grupito de funcionarios mediocres y cobardes que temen cotidianamente la voz del amo y paralizan hasta el extremo los esfuerzos para abandonar la mediocridad del mandato.
Casi en todos los terrenos de la acción pública hace falta remediar esta situación antes de que sea demasiado tarde y se agote el bono de la confianza y de la gobernabilidad otorgado. Urgen las renuncias de actores clave que amenazan echar por la borda todos los intentos de reconciliación popular con el Estado constituido.
Es vergonzoso aceptarlo. Pero ha llegado al límite la incapacidad y la medrosidad de quienes a estas alturas deberían estar marcando la pauta de la Cuarta Transformación prometida. Así no se va a ningún lado. Porque cuando hay para carne, sucede que es vigilia.
Los renglones del subejercicio presupuestal indican dos cosas: o falta de pericia o una decisión voluntaria de parar el gasto público, ante el temor de que vayan a enloquecer los encargados de implementarlo para el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
La niña se priva e insisten en retirarle el biberón. En última instancia si López Obrador tiene desconfianza en que los elegidos del gabinete no puedan con el paquete, lo más sano es retirarlos. Y nadie sabe lo que pesa el morral más que el que lo carga.
El subejercicio presupuestal está haciendo crisis. Pero no es lo único, también la falta de decisiones en los aspectos de política laboral, interna, de procuración e impartición de justicia, y muchísimas otras. Parar la industria de la construcción por falsos revanchismos políticos es el mejor ejemplo. Retener a líderes charros y caciques sindicales, no tiene nombre.
Por lo visto, las obras quieren empezar a licitarse hasta el ya inminente julio. Si tomamos en cuenta que el proceso tarda dos meses, imagínese usted hasta cuándo habrá circulante monetario. ¿Hasta septiembre? ¿Hasta cuándo podrá hablarse de la Cuarta Transformación.? Todo por no confiar en los operadores que se tienen.
El populismo, cuando se acompaña de ineptitud o desconfianza es muy mal consejero. No es que el sistema sea malo, pueden echarlo a la barranca esas gentuzas que se subieron inopinadamente al carro del cambio. Parece mentira, pero así es.
A grandes males, grandes remedios, señor Presidente. ¿No cree o el usted?
Índice Flamígero: ¡Vaya imaginación de los críticos del Presidente de la República! Ante su anuncio de que en breve irá a vivir en Palacio Nacional, desataron invectivas que sólo los muy tontos pueden creerles. Que, por ejemplo, AMLO desdeñó el boato de Los Pinos y ahora habitará, como príncipe, en el oropel de la sede oficial del Poder Ejecutivo Federal. Quieren hacer creer que él y su familia ocuparán el Salón Diplomáticos para ver televisión o el Salón de Acuerdos para que doña Beatriz instale su escritorio y escriba ahí su literatura. Habitarán, por el contrario, en un modesto departamento ubicado en la parte posterior del histórico inmueble construido durante el periodo de la ocupación militar de Felipe Calderón, muy probablemente para que éste durmiera ahí la mona.
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