Migración de rufianes
Freddy Sánchez martes 18, Jun 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
A quién le disgusta ser hospitalario queriendo tener una reunión familiar y con buenos amigos. Respuesta: al que le pesa limpiar el desbarajuste de una casa, después de una visita tumultuaria.
Algo así sucede con la migración incómoda hacia los Estados Unidos que les llegó de México. El señor Trump se hartó de una abrumadora llegada de visitantes, culpando de ello al gobierno mexicano y “obligándonos” a cerrar las puertas para los migrantes.
El problema ahora de México, es qué hacer con los deportados, los que interrumpieron su tránsito a la Unión Americana, (varados actualmente en suelo azteca), y los que siguen intentando entrar a “gringolandia” y de no conseguirlo optar por quedarse un tiempo indefinido en territorio nacional.
Menudo lío pues, en el que “nos tiene metidos”, el fenómeno migratorio. Tal parece que antes, por haber prohijado la idea de que “pásenle a lo barrido, hagan lo que les plazca y vayan a donde quieran”, y en contraparte, repentinamente, (en un giro de 360 grados), advirtiendo a los migrantes que si quieren llegar a los Estados Unidos, no pasen por México.
Algo así dijo Marcelo Ebrard tras las negociaciones con el gobierno norteamericano para frenar la migración hacia aquel país.
Y seis mil efectivos de la Guardia Nacional, (que comenzaron su desplazamiento en estos días), estarán en la frontera sur con instrucciones precisas para impedir el paso de migrantes que atraviesen el cruce fronterizo sureño con la finalidad de llegar a tierras del Tío Sam. México hará las veces de contenedor de la muchedumbre migratoria.
Una acción que los críticos del gobierno, obviamente, no ven con “buenos ojos”, afirmando que eso equivale a poner el muro deseado por Trump, sin que su gobierno tenga que gastar un solo peso.
Otra crítica punzante tiene que ver con el uso de una importante cantidad de elementos de la Guardia Nacional para tareas migratorias, en vez de que las fuerzas del orden de reciente creación, sin distracciones de otra índole, se dediquen a combatir la incontenible y violenta criminalidad.
Un razonamiento, lógico, aunque dadas las circunstancias en torno a la relación bilateral con los norteamericanos y las presiones de su presidente, el manejo del flujo migratorio requiere un cuidado especial, bien fortificado, lo que se espera conseguir con el despligue de los uniformados designados en esta labor.
Y es que dos cosas hay que evitar en el nuevo trato institucional hacia la migración que accede por la frontera sur. Primero que nada, abusos y violaciones contra los derechos humanos de los migrantes, y de paso impedir que una parte de esos extranjeros llegue al país para sumarse a la de por sí densa y catastrófica oleada criminal que tantos estragos ha causado en la tranquilidad de los habitantes de México.
Es por ello, de capital importancia que se revisen y modifiquen las leyes migratorias.
En ese tenor, es fundamental garantizar la libertad de tránsito de los migrantes, quienes deben gozar de los apoyos humanitarios más indispensables, entre otros, auxilio médico, seguridad, alimentación y hospedaje, cuidando al mismo tiempo la separación para fines de custodia o deportación de aquellas personas que hayan cometido delitos violentos en su país de origen, pudiendo hacer lo mismo en nuestra patria o Allende el Bravo.
Porque nadie en su sano juicio puede estar de acuerdo en abrir las puestas de su casa a visitantes propensos al abuso, la arbitrariedad, los malos hábitos y un probable comportamiento nocivo para el bienestar de los demás.
Tal situación es, justamente, la que se traduce de la permisividad sin filtros de ninguna clase para el tránsito fronterizo sur, lo que propicia una lamentable y temible migración de rufianes.