Zánganos de postín
Freddy Sánchez jueves 13, Jun 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Ya lo dijo Andrés Manuel: nada de lujos ni excesos, sino justa medianía.
Eso, al menos por lo que se refiere al gasto público para el pago de sueldos y prestaciones y la adquisición de bienes y servicios para el apoyo de las actividades de los servidores públicos.
Y en ese tenor, bien podría añadirse: tampoco más excentricidades de una “vida cómoda” entre aquellos que se quieren dar “baños de grandeza”, amparados en las pingües ganancias de la corrupción oficial.
La que “abajo del agua” se practica cínicamente con el ofrecimiento monetario de los particulares a los funcionarios para que éstos dejen de hacer lo que deben o por el contrario hagan lo que no deben, conforme lo dicten los conciliábulos entre ambos.
De ahí, que las corruptelas propicien el otorgamiento “amañado” o indebido de contratos, autorizaciones, permisos y concesiones como resultado de distintas clases de gestiones burocráticas.
Y frente a esta realidad, justo es recordar lo que dijera Andrés Manuel, en el sentido de que “la monstruosa desigualdad hace que unos cuantos lo tengan todo y la mayoría ni lo indispensable”, lo que amerita ponerle un freno a lujos y excesos en el gasto público.
Algo de lo que por cierto, no han tomado nota en Nacional Financiera, Conacyt y otras dependencias federales (según lo publicado por “El Universal”), al dar cuenta de la compra de bebidas y alimentos para el consumo de funcionarios y sus invitados, incluyendo productos absolutamente ajenos a la dieta del grueso de la población, entre otros los siguientes: agua mineral Perrier, bacalao, camarones, chistorra, salmón ahumado y chileno, setas españolas y quinoa blanca. ¡órale, que brutos!..
En serio pues, sin simulaciones hipócritas, es preciso “cortar las alas” de los privilegios individuales que se compran con el dinero fiscal que nos pertenece a todos.
Más que un legado ideológico juarista, la tesis de la “justa medianía” tiene que convertirse en una praxis auténtica e inamovible de “la Cuarta Trasformación”.
Y para ello es menester reordenar el gasto en todas las áreas del sector oficial, independientemente de combatir la corrupción que genera riquezas mal habidas por el contubernio de particulares y funcionarios.
Así que basta de actos de deshonestidad en el ejercicio institucional al mismo tiempo que se deben reducir a cero los excesos y lujos en el aparato burocrático.
Sólo que esto último requiere inteligencia, prudencia y paciencia. Los ingenieros con una mentalidad racional para el gasto dicen bien: siempre que se pueda hay que comprar lo más barato sin afectar la calidad.
En este punto, justamente, debe sustentarse la política de austeridad institucional. Que se hagan los recortes únicamente donde las erogaciones sean excesivas y no se justifiquen, a diferencia de aquellas áreas que no deben ser objeto de restricciones por más elevado que sea el gasto, si de ello depende garantizar el bienestar colectivo.
De modo que donde haya que gastar para mantener y mejorar los servicios públicos fundamentales, hay que hacerlo sin pichicaterías.
Pero, nada de privilegios para nadie, así se trate de científicos, intelectuales, personajes reconocidos socialmente o “amigos del alma”, que si quieren estar en la nómina del gobierno deben autoaplicarse “la justa medianía”, o de plano que se busquen nueva “chamba” en la iniciativa privada y entonces que se paguen por si mismos una vida de magnates, sin que esto se traduzca en una continua y costosa merma para los haberes de la hacienda pública.
Porque, francamente, el gobierno no tiene que seguir funcionando como una fábrica de zánganos de postín.