Capitalinos indefensos
¬ Augusto Corro jueves 13, Jun 2019Punto por punto
Augusto Corro
El secuestro y muerte del universitario Norberto Ronquillo Hernández nos mostró que vivimos en una ciudad insegura.
Y si a lo anterior se le suma el sinnúmero de delitos que padecen los capitalinos, nos lleva pensar que no hay autoridad que nos proteja. Son miles de hechos delictivos generados por criminales que no son presentados ante el agente del Ministerio Público. Estamos en el reino de la impunidad. Ya se sabe que casi el 100% de hechos delictivos no son castigados.
¿Cuántos son los jueces que por miedo u otros intereses dejan en libertad a los maleantes?
En estos días, en la Ciudad de México se vivió un hecho lamentable: el joven universitario, Norberto Ronquillo Hernández, fue secuestrado y asesinado.
El caso impactó a los capitalinos porque nos dice que cualquier persona se encuentra expuesta a padecer las agresiones de la delincuencia. Esa condición de impunidad y de falta de autoridad tiene a los habitantes de la Ciudad de México en preocupación constante.
En el caso del universitario, Norberto Ronquillo Hernández, volvió a exhibirse la policía en su condición de inepta. Cometió errores desde el principio de las investigaciones. Sería interesante conocer en que consiste la lucha de las autoridades contra los criminales que hacen lo que les viene en gana.
¿Tienen el registro de las bandas de secuestradores activas en la metrópoli?
Por ejemplo, ya se tenían datos de la peligrosidad de la zona donde fue plagiado el estudiante Ronquillo Hernández; sin embargo no hay ni una cámara de vigilancia.
Son tantos los plagios que la autoridad ya debía conocer a los autores. En otros medios de información se señala que hay una banda de secuestradores que opera en las alcaldías del sur capitalino.
Sus víctimas son estudiantes de las escuelas privadas de Tlalpan, Coyoacán y Xochimilco. ¿Qué hace la policía para detener a esos hampones? La autoridad debe entender que el secuestro es uno de los peores delitos a que es sometida la persona.
Los plagios se incrementaron en los últimos meses. Alguien tiene que ponerle fin a esa pesadilla.
Trump, el hitleriano
Agobian a México las amenazas permanentes de Donald Trump. A pesar de que ya nuestro país aceptó el compromiso de reducir la ola migratoria, el mandatario lo ve como una burla.
En cuarenta y cinco días el gobierno mexicano tendrá que entregar cuentas positivas a Trump para no sufrir las imposiciones de aranceles. México no tiene manera de eludir las exigencias de Washington. No cumplir con lo acordado nos llevaría al caos económico.
A la fecha, tras la firma del convenio firmado entre Estados Unidos y México, las autoridades mexicanas se esmeran en superar la crisis.
No será fácil disminuir la migración irregular como pretende Trump. Son múltiples los factores que la mantienen en constante crecimiento.
Sin duda, cumplir el compromiso contraído afectará proyectos ya echados a andar por el gobierno mexicano. Por ejemplo, la llamada Guardia Nacional ayudará a detener el flujo migratorio en la frontera sur y disminuirá su presencia en otras entidades dañadas por la inseguridad.
También representa un problema considerable el regreso de migrantes a suelo mexicano mientras aguardan las decisiones de las autoridades estadounidenses.
Será una sangría económica cuantiosa que resentirá el gobierno mexicano, pues deberá procurar a esas personas alojamiento, alimentación y atención médica.
La verdadera tragedia del problema migratorio se encuentra en los miles de niños que solos o acompañados tienen que soportar carencias, malos tratos y las manifestaciones de la naturaleza.
Miles de menores son embarcados en una aventura que poco o nada les ofrece de no ser hambre y enfermedades.
Ya el desalmado Trump ordenó practicar la separación de los niños de sus padres indocumentados en EU. Se desistió de esa idea diabólica, pero el problema sigue; y los pequeños son enviados a centros de detención, lejos de su familia. Esto solo se vio en la época hitleriana.
México deberá atender a los menores con el mejor trato de nuestras autoridades.
Mientras, tendremos que soportar las amenazas de Trump, quien sabe por cuánto tiempo, pues el magnate se encuentra en plena campaña preelectoral en busca de su reelección. No le importa llevarse entre las patas a propios y extraños para ganar adeptos.
Su conducta, propia de un desquiciado, tiene a México y al mundo en un suspenso permanente.