¿Infidencia o advertencia?
Roberto Vizcaíno jueves 10, Feb 2011Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- El mensaje está enviado y si no lo queremos entender pronto tendremos de nuevo a soldados y agentes norteamericanos con el pie en México. Lo han hecho en el pasado y lo han repetido en todo el mundo, ¿por qué no lo volverían a hacer en México?
En eso del juego de los intereses de Estados Unidos en Washington existe un colmillo más grande que el de los poderosos elefantes.
De ahí que nadie puede tomar a la ligera lo dicho “casualmente en una charla con estudiantes” de la Universidad de Utah por el subsecretario del Ejército de Estados Unidos, Joseph Westphal.
Este dejó caer, así como que no quiere la cosa, que “uno de los flancos estratégicos más preocupantes para Estados Unidos, más allá de las guerras en Irak y Afganistán, es América Latina, y particularmente México.
“Como todos saben, hay una forma de insurgencia en México con los cárteles, que está justo sobre nuestra frontera. Esto no se trata sólo de drogas e inmigrantes ilegales. Esto es, potencialmente, sobre una toma de un gobierno por individuos que son corruptos”, señaló.
Recogidas oportuna y fielmente sus declaraciones por algunos medios norteamericanos, no tardaron en llegar a México para enterarnos que además comentó que esos cárteles insurgentes, no sólo se dedican al narcotráfico sino que controlan y operan la trata de personas, el tráfico internacional de piedras preciosas, oro, petróleo y joyas arqueológicas y un enorme caudal de lavado de dinero.
Los mismos medios nos informaron que Westphal, el segundo civil de mayor rango dentro del Ejército de EU, aclaró que aunque estaba expresando una opinión personal en torno a la situación en México, esta era conocida por la Casa Blanca , con lo que eso implicaba.
Dijo luego que no desearía ver a soldados norteamericanos cruzando la frontera para combatir una insurgencia en México.
No es la primera vez que un alto colaborador del gobierno de Obama, alude al narcotráfico en México como una fuerza insurgente.
Apenas en septiembre de 2010, la misma secretaria de Estado, Hillary Clinton, indicó que había la percepción en su país y en su Gobierno de que los cárteles de la droga mexicanos se estaban volviendo una amenaza semejante a una insurgencia.
“Controlan ciertos territorios y el país se parece cada vez más a la Colombia de hace 20 años y por tanto se requiere algo equivalente al Plan Colombia para enfrentarlo (dijo en obvia referencia a que ese plan requirió el envío de militares estadunidenses a aquel país)”.
Esa percepción y declaración no fueron para nada casuales porque ya antes el Departamento de Defensa de los EU, en 2008, había filtrado convenientemente documentos y opiniones que evaluaban la posibilidad de que México podría convertirse en un Estado fracasado.
Uno de estos informes alertó sobre el incremento incontrolado de poder adquirido por los cárteles de la droga sobre el gobierno mexicano con las consecuentes implicaciones que eso tenía para la estabilidad y la seguridad nacional de Estados Unidos.
Desde entonces y en ese nivel se advirtió que un deterioro y caos repentino en México, sin duda exigiría una respuesta militar y de seguridad estadunidense.
Informes recientes del Congreso estadounidense indicó que las tendencias y dimensiones de la violencia provocadas por el narcotráfico en México, indican que los cárteles podrían estar adquiriendo niveles similares a una insurgencia.
Es por demás obvio que frente a todos estos hechos, las declaraciones “casuales” del subsecretario Westphal no responden a algo fortuito, sino a parte de una estrategia.
Aquí es donde los mexicanos y su gobierno pueden tomar las cosas como mejor les convenga. Pero los hechos indican que los poderosos intereses de Estados Unidos están cada vez más preocupados por la incapacidad de la administración del panista Felipe Calderón, para controlar y disminuir a los cárteles de la droga en este país.
El hecho de que después de cada filtración o declaración salga hasta el mismo Obama para decir que no, que no tenemos nada que temer, que todo fue una equivocación, es puro cuento.
El mensaje está enviado y si no lo queremos entender pronto tendremos de nuevo a soldados y agentes norteamericanos con el pie en México.
Lo han hecho en el pasado y lo han repetido en todo el mundo, ¿por qué no lo volverían a hacer en México?
¿QUÉ PASÓ REALMENTE?: Es muy posible que Usted se haya enterado que el Grupo radiofónico y televisivo MVS despidió a fines de la semana pasada a la conductora Carmen Aristegui.
Lo hizo, dice la empresa, porque trasgredió su código de ética al pedirle a Presidencia de la República indicar si el presidente Felipe Calderón tiene o no un problema de alcoholismo.
La pregunta la hizo casi al cerrar su noticiario del viernes 4 y luego de dar a conocer la información respecto del sainete que se armó un día antes en la Cámara de Diputados, luego de que el pequeño grupo del PT, no más de cinco, encabezados por el aguerrido Gerardo Fernández Noroña desplegó una manta en la tribuna en que se hacía alusión al supuesto alcoholismo de Calderón.
Los panistas que suman los 143 diputados gritaron, alegaron, se quejaron y se salieron. Y el presidente de la mesa, el priísta yucateco Carlos Ramírez Marin suspendió la sesión.
Todo eso lo informó Aristegui ese día en que luego conminó a Presidencia a decir si Calderón tiene en verdad o no un problema de alcoholismo.
El lunes Aristegui ya no condujo el noticiero mañanero de MVS. Estaba fuera, había sido despedida.
Ayer, miércoles, Aristegui dio su versión, que se reduce a siete palabras: Calderón fue el que me corrió.
Y Calderón lo negó: no es cierto, no tuve nada que ver en eso, indicó a través de un comunicado de su oficina en Los Pinos.
¿Qué fue lo que realmente pasó?
Sobre el mismo asunto Héctor Aguilar Camín dice que sólo hay dos respuestas:
-Si Calderón es el culpable, el despido de Aristegui es intolerable para los mexicanos, porque es una agresión a la libertad de expresión.
-Si es el fin de una relación contractual de un particular y una empresa, pues sólo es un despido.
Como todo respecto a este asunto se basa hasta hoy en supuestos y percepciones, entonces cada quien puede creer lo que quiera.
Y si Usted es lector asiduo, sabrá que no soy para nada defensor de Calderón.
Yo sólo tengo algunas preguntas:
-¿Era en verdad Aristegui la única conductora crítica y practicante de la libertad de expresión en la radio mexicana? ¿Y la decena de otros conductores que transmiten a esa misma hora son sumisos peleles al servicio del gobierno de Calderón?
-¿Era la primera vez que alguien opinaba sobre el supuesto alcoholismo del Presidente de la república? ¿Por qué si otros muchos han dicho en otras estaciones de radio cosas mucho más duras de este presidente y conservan todavía su trabajo? Lo digo con conciencia de causa porque yo hasta hace poco conducía un programa en Grupo Radio Centro –que por cierto tiene 11 estaciones y una audiencia muchisimo mayor que MVS-, y nadie nunca nos dijo nada cuando hablábamos de este y otros temas respecto de Calderón.
-¿En verdad cree Aristegui que vale los miles de millones de pesos que representan un grupo de concesiones de radio y televisión por el que dice la cambiaron la Familia Vargas con Calderón? ¿Será?
-¿No será que la familia Vargas la usó y la desechó cuando así lo consideró conveniente? Porque no hay que olvidar, Aristegui menos, que MVS como todas las demás estaciones y grupos de radio, salvo los del IMER y de radio Educación, son empresas privadas que se mueven en ese ámbito, del interés privado. Es decir: son negocios que viven de ganar dinero.
En fin, apenas unas cuantas interrogantes respecto de este caso que, desde mi punto de vista, está sobredimensionado, y lo digo con la experiencia de haber sido uno de los expulsados de Excélsior el 8 de julio de 1976, donde sí intervino documentadamente el entonces presidente Luis Echeverría, y después ser uno de los fundadores de Proceso.