Corruptos de ayer y hoy
Freddy Sánchez jueves 30, May 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Andrés Manuel en la actualidad prácticamente no tiene opositores políticos de notoria influencia social y por lo tanto de cuidado, a los que deba enfrentar. Pero sí debe hacer frente a dos adversarios inexorables: el tiempo y la realidad.
Factores ambos que durante su administración sexenal, el presidente deberá sortear con dinamismo y eficiencia para darle “larga vida” a su proyecto de la “Cuarta Transformación”.
Y es que si bien en seis años, sería imposible hacerla florecer a plenitud consiguiendo el bienestar social que se pregona, una cosa es segura.
La aprobación y la confianza entre los espectadores sociales con poder electoral, se perderá sustancialmente si al concluir el mandato de Andrés Manuel, la realidad de aquel mañana continúa siendo inadmisiblemente funesta como lo es en la actualidad.
Con la persistencia de una criminalidad asesina y sus secuelas devastadoras de la tranquilidad ciudadana, en caso de haberse hecho cambios en materia de combate a la delincuencia, sin percibirse antes del ocaso del presente régimen un panorama reconfortante en el que baje notablemente la incidencia delictiva y tiendan a desaparecer sus expresiones multifacéticas cada vez más insoportables para la nación. La que, obviamente, espera que el nuevo gobierno sea mucho mejor que los anteriores.
Y que tal cosa comience a demostrarse pronto, porque después de sesenta años de inconmovible paciencia ciudadana para el priismo, la oportunidad de dejar demostrar sus buenos oficios a los subsecuentes encargados del poder ejecutivo, sólo duró en el ánimo colectivo dos sexenios en el caso del Partido Acción Nacional y uno para el PRI, tras el retorno priísta a Los Pinos para volver a dejar el mando presidencial por el rotundo abucheo de la mayoría electoral.
Esa misma que decidió darle a Andrés Manuel la batuta para hacer un gobierno diferente. Del cual se esperan evidencias para estar ciertos de que la gente no volvió a equivocarse al dar “una voltereta” electoral cambiando el mando presidencial de un partido político a otro con el añadido de haberlo convertido también en el poseedor de casi todo el poder para realizar cuanto cambio le parezca indispensable en bien de la colectividad.
Bajo tal perspectiva, cabe señalar que la sociedad reclama ponerle un alto definitivo a la delincuencia organizada y sus nefastos efectos contra la seguridad de la población, independientemente de que se esperan resultados satisfactorios en otras dos vertientes: el combate a la corrupción y la impunidad.
Y para ello es preciso mostrar a los ciudadanos, pruebas fehacientes de que se actuará sin miramientos no solo para sancionar ejemplarmente a los corruptos del pasado, sino con idéntica firmeza contra los funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones en el actual sexenio. Porque, la lucha contra la corrupción seguirá siendo un despliegue de publicidad simplemente vistoso, en tanto no se vea la persecución implacable de los que abusaron de su cargo en el pasado para enriquecerse descaradamente.
Una cuestión hasta ahora sin resolver a satisfacción de la sociedad.
Lo cual, necesariamente, obliga a la captura de tales malandrines, incluidos por supuesto, al menos varios personajes emblemáticos de “la mafia del poder”, procediendo además a expropiar sus bienes mal habidos, una vez lógicamente, que sean probadas sus corruptelas.
Cosa que también habrá que hacer contra los funcionarios deshonestos y ladrones de la “Cuarta Trasformación”. Los que se escuden en falsas moralinas y estén cometiendo fechorías pretendiendo ser “intocables”.
Y es que la mano de la ley no debe inhibirse en ningún caso. Los que se corrompieron y los que se corrompan tienen que ser objeto de una persecución implacable. Basta de solapar a los corruptos de ayer y hoy.