Agandalles
¬ Augusto Corro miércoles 9, Feb 2011Punto x Punto
Augusto Corro
La descomposición política se encuentra en pleno apogeo. Así lo demuestran las elecciones estatales recientes. Las alianzas hicieron una revoltura que trastocó ideologías y doctrinas partidistas. En los comicios de Guerrero, si alguien quería que su gobernador fuera un priísta, tenía que votar por un candidato perredista; en Baja California Sur, si el elector se inclinaba por el triunfo de un mandatario estatal perredista, debía sufragar a favor del aspirante panista.
En las entidades mencionadas, la política del agandalle funcionó a la perfección. No importó que un priísta de toda su vida y todavía senador en funciones por el tricolor, haya renunciado a su partido para abanderar la candidatura a gobernador de Guerrero por la alianza amarilla-azul, etc. Obvio, los guerrerenses votaron por el priísta, sabedores que su ideología difícilmente sufrirá algún cambio. De esta manera, Ángel Aguirre Rivero gobernará con sus cuates priístas para un electorado que simpatiza con el Revolucionario Institucional.
Su triunfo sirvió para satisfacer los egos de sus promotores: el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard y el líder PRD, el “chucho” mayor, Jesús Ortega, quienes buscan posicionarse en la lucha para la sucesión presidencial del 2012, cada quien en su posición respectiva. A largo plazo, los perdedores serán Ebrard y Ortega, porque enredaron la política guerrerense local. Ganó el PRD y su alianza con un candidato priísta. Nada que asegure triunfos futuros porque las acciones fueron transitorias y superficiales.
Y en Baja California Sur los sudcalifornianos votaron por el Partido Acción Nacional (PAN) para que se llevara el triunfo un candidato perredista de años, Marcos Covarrubias. El nuevo gobernador de aquél estado será un amarillo que tampoco podrá sacudirse sus orígenes. Tampoco le irá bien al PAN con las improvisaciones políticas. De la noche a la mañana los priístas se convierten en perredistas, los perredistas en panistas y todos se suman a la mescolanza de ambiciones por el poder.
Y quienes más pierden en esos trances o transas políticas son las corrientes de izquierda, porque representaban una esperanza para el cambio formal y serio de la democracia, a la que traen como trapeador con tantos intereses mezquinos en juego. Recalcamos que las victorias políticas recientes carecen del apoyo real de la sociedad, porque los aspirantes a cargos de elección popular son el resultado de las venganzas, revanchas o ambiciones de políticos sin escrúpulos.
Sin lugar a dudas, los dirigentes de las diferentes organizaciones políticas son responsables de la mescolanza de candidatos presentados en elecciones efectuadas en Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Guerrero y Baja California Sur. Nos referimos a la presidenta del PRI, Beatriz Paredes; a Jesús Ortega y a César Nava, que dejó la mesa puesta al oscuro líder panista, Gustavo Madero.
El récord de victorias que traía la señora Paredes tenía los a priístas en los cuernos de la luna. Se hablaba del invencible y su retorno, sin obstáculos a Los Pinos. En las elecciones intermedias para relevo de legisladores, a los tricolores les fue bien y se reforzó su imagen de triunfadores, sin contar que la dirigente Paredes después ya no podría con el paquete, como se dice coloquialmente. Fue más que imposible convencer a los gobernadores, donde habría competencia electoral, que propusieran, para las candidaturas, a gente que gozara del apoyo popular y no a los delfines que, por lo general, son tipos odiosos que sirven como tapetes (los hombres yes mister, sí señor, lo que usted ordene) al todopoderoso.
En Oaxaca, Puebla y Sinaloa los mandatarios se apoyaron en los aspirantes más antipopulares para continuar en el poder y perdieron. Las derrotas priístas en los estados mencionados no aportó ninguna experiencia. Los errores se repitieron y en Guerrero se llegó al clímax.
Beatriz Paredes se vio superada por los gobernadores y sus intereses por el poder. A unos días de dejar la presidencia de su partido, la tlaxcalteca entregará resultados negativos. Su propia ambición por permanecer en los primeros lugares como aspirante a la Presidencia de la República y su amistad con el gobierno panista, le impidieron continuar con su cosecha de victorias.
Igual ridículo hizo el dirigente Jesús Ortega, el “chucho” mayor, pues el PRD perdió Baja California Sur, un bastión muy importante para el perredismo. También ahí el engrudo se les hizo bolas y otra vez sus tradicionales luchas internas llevaron al perredismo a la derrota mas no al líder Ortega, pues este político gane o pierda su partido, él siempre saldrá ganando.
En Guerrero no le importó que un priísta de hueso colorado fuera el candidato perredista a la gubernatura. En BCS un perredista de abolengo fue el ganador en las elecciones para el cambio del mandatario estatal. Jesús Ortega no tiene que dar mayores explicaciones. Queda claro que su militancia en el PRD tenía un solo propósito: desaparecerlo. Ya casi lo logra, pues en la justa electoral reciente, el partido amarillo pasó del primero al tercer lugar. Hecho que tiene sin cuidado al controvertido líder.
En el PRD el divisionismo alcanzó su punto máximo. ¿Qué queda del PRD? Hasta donde se ve, sobreviven las tribus que se moverán conforme sople el viento. Algunas veces seguirán de comparsas del partido en el poder, otras veces irán en sus mismos grupos, pero disminuidos, siempre, ideológica y doctrinariamente. El agandalle es el motor que mueve las inquietudes y ambiciones políticas, y de eso Ortega sabe mucho, no en balde fue su maestro Rafael Aguilar Talamantes, aquel líder, de triste memoria, del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
Y como el “chucho” mayor sabe que nadie lo llamará a rendir cuentas, seguirá como chivo en cristalería hasta llevar a la ruina total a su partido. El cambio en la presidencia del PRD se efectuará en marzo próximo, tiempo suficiente para que satisfaga sus ambiciones políticas personales.
Por cierto, no es mala idea que algún editor nos ayude con un manual para entender, en diez lecciones, todo lo relacionado con esa clase política que incluye a delfines, traidores, trapecistas, mapaches, oportunistas, arribistas y un largo etcétera.