Migrantes indocumentados, en el desamparo
Nacional sábado 25, May 2019- Restringe el INM su libre tránsito
- Sin apoyo oficial, están a merced de la delincuencia organizada, que controla sus rutas
Las promesas del nuevo gobierno federal de México hacia a los migrantes centroamericanos se esfumaron. En tan sólo seis meses de la actual administración las posturas oficiales son totalmente contradictorias.
Andrés Manuel López Obrador dijo antes de tomar el poder que habría un programa de empleos para migrantes: “El que quiera trabajar en nuestro país va a tener apoyo, una visa de trabajo”; que crearía un plan de “ocupación” del sur por parte de los centroamericanos que huyen o migran de su región. Ahora, parece lejana una solución realista para miles de centroamericanos y de otros países que quieren llegar a Estados Unidos por territorio mexicano.
Al principio, el gobierno de López Obrador recibió con una sonrisa a centenares de centroamericanos que llegaron en una nueva caravana al puente fronterizo entre Guatemala y Chiapas. Amables empleados del Instituto Nacional de Migración (INM) los recibieron con la noticia de que sólo tenían que registrarse para tener un permiso de estancia de un año, sin ninguna restricción para salir del país. “¡Viva México!”, coreaban algunos centroamericanos en aquel paso que tantas veces sortearon por el río Suchiate, escondiéndose de soldados y agentes migratorios.
Posteriormente, la escena involucró a otra caravana de migrantes hondureños, en su mayoría, pero no hubo vítores ni bienvenidas: en abril, organizaciones humanitarias y medios difundieron videos en los que decenas de migrantes corrían despavoridos ante una emboscada del INM y la Policía Federal. Los migrantes cruzaban alambradas de púas para huir por el monte.
Cuando las puertas de México se abrieron en enero para una caravana migrante, algunos medios calificaron aquello de inédito, histórico, de cambio de paradigma. Eso parecía. Pero no lo fue. Tras la emboscada que dejó a más de un centenar de detenidos, volvieron palabras familiares en la historia de la migración centroamericana por México en las últimas tres décadas: redada, miedo, llanto.
En abril regresó el mismo discurso, el Presidente argumentó que su gobierno intentaba proteger a los centroamericanos y, después de referirse a un pasado confuso, dijo: “En el norte hemos tenido problemas de asesinatos de migrantes en otros tiempos”. No hay nada en la actualidad que haga pensar que en el norte de México ya no mueren migrantes.
Las caravanas son una forma masiva de moverse, no la única. Los migrantes solitarios, los pequeños grupos de indocumentados siguen intentando llegar a Estados Unidos. Las cuotas del crimen organizado en el norte mexicano siguen ahí. Llegar del municipio de Altar al poblado del Sásabe, en Sonora, aún cuesta 700 pesos entregados a la mafia, so pena de muerte. Aún hay niños que quedan vagando solos por los desiertos del norte.
La idea de que al atrapar a migrantes el gobierno los protege no es novedosa. Lo mismo argumentó el gobierno anterior, como parte del Plan Frontera Sur, puso vigilancia para impedir que los migrantes se colgaran de los trenes en las estaciones.
Mientras el gobierno de López Obrador declaraba, las caravanas siguieron llegando a un México que, al menos formalmente, aún no cerraba las puertas. Hasta las imágenes de abril. Ni planes de trabajo masivo ni visas de tránsito libre: niños jaloneados de los brazos de sus madres. redadases la última escena en las zona fronteriza sur de de México.
Flujo migratorio rebasa la capacidad
de atención por parte de autoridades
Ante la crítica situación, el titular de la Red Latinoamericana de Estudios Fronterizos, Fernando Neira Orjuela, consideró que la enorme cantidad de centroamericanos que quieren ingresar a México para llegar a Estados Unidos, ha rebasado la capacidad institucional para atender el número de solicitantes.
El investigador señaló que de acuerdo con datos de la Comisión de Ayuda a Refugiados (Comar), hasta el cierre de abril se habían recibido 18 mil 365 solicitudes de permisos para ingresar legalmente a México, que si se comparan con las 300 mil que dio a conocer la Secretaría de Gobernación, es mínima la atención.
El también internacionalista del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que tal situación deja a los migrantes a merced de la delincuencia organizada que controla las rutas migratorias, donde se registran violación de derechos humanos, agresiones a mujeres, secuestros, extorsiones y desapariciones.
Reconoció que el gobierno ha implementado mecanismos de ayuda humanitaria a los migrantes, pero, la cantidad de personas que piden no sólo la ayuda, sino el permiso para poder transitar en el país de manera legal ha rebasado al Instituto Nacional de Migración (INM).
Expuso que el Pacto Mundial de Marrakech, donde México fue un actor principal, compromete a las naciones firmantes a permitir una migración segura, ordenada y regulada, lo que sigue siendo una aspiración para el país.
Neira Orjuela opinó que, no obstante, México ha hecho un enorme esfuerzo no sólo para prestar la mayor ayuda posible, sino para no militarizar su frontera ni generar políticas de agresión a los migrantes, pese a las presiones de Estados Unidos.
“Ha implementado una propuesta de atención a flujos migratorios, mediante procesos de control e intenta insertarlos en nuestro aparato productivo, por medio de mecanismos de control para saber quiénes entran y a partir de esa información se les pueda proponer un empleo”.
Sin embargo, dijo que no se tiene ni el personal necesario ni con la preparación suficiente para poder darle una atención adecuada a los migrantes, porque no se cuenta ni con la estructura de atención ni los espacios que requieren para este tipo de control migratorio.
Explicó que Centroamérica es uno de los mayores exportadores de flujos migratorios hacia Estados Unidos, esto por las condiciones muy difíciles que está atravesando el llamado Triángulo Norte que conforman Honduras, Guatemala y El Salvador.
Sostuvo que los flujos migratorios tienen como parteaguas el año 2001, cuando era más fácil para los migrantes trabajar un tiempo en Estados Unidos y después regresar a su país de origen, pero después de los ataques de 11 de septiembre, los controles fronterizos y los mecanismos de seguridad inhibieron los flujos de retorno o migración circular.
Ante la política de Estados Unidos para impedir el cruce ilegal de sus fronteras, los migrantes optaron por ya no ir a sus países de origen, sino llevar a sus familias a Estados Unidos.
Ya para 2014, se generó una nueva dinámica migratoria, pues se incrementó de manera preocupante los menores no acompañados, porque sus padres al no poder ir por ellos, mandan dinero para que se los lleven, lo que hace la situación más difícil porque un migrante menor es más vulnerable y también hay más migración femenina.