A 6 meses, AMLO cambió el régimen
Roberto Vizcaíno viernes 17, May 2019Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Todos los tratados sobre la gobernabilidad y el Estado, desde el de Maquiavelo hasta los de politólogos de este tiempo, advierten que quien tiene el control del dinero y la fuerza es quien manda y determina el futuro de la nación.
Ese en México es hoy Andrés Manuel López Obrador.
En apenas dos períodos, o 7 meses de trabajo legislativo, y a mata caballo, la mayoría lopezobradorista en San Lázaro y el Senado ha sacado adelante reformas de fondo que han sepultado el viejo régimen, y avanzan hacia un nuevo modelo según los dictados del poderoso gobernante que ganó con el 53% de los votos y que ahora suma sobre el 70% de las simpatías de los mexicanos.
Sin duda en este cambio de régimen han sido esenciales Ricardo Monreal desde el Senado y Mario Delgado en San Lázaro.
Así AMLO ha rediseñado ya las relaciones laborales a través de una reforma que rompe el viejo y muy efectivo sistema de permanencia por décadas de liderazgos antidemocráticos como corruptos, que ejercieron un control gremial mafioso a través del manejo patrimonial de recursos, plazas y prebendas.
Reorientó el sistema educativo, es decir, la formación política, cultural, ideológica, social de las futuras generaciones de México, bajo el argumento de anular el reciente modelo educativo que dice fue dictado desde el exterior y que pretendía privatizar la impartición de la enseñanza.
Así unos 25-30 millones de niños y jóvenes que cursan estudios desde preescolar hasta niveles superiores, van a formarse en los siguientes 5 años de su gobierno bajo sus dictados.
Con la creación de la Guardia Nacional transforma la estructura, ideología, intención y control de las Fuerzas Armadas e introduce en su organización –una de las más antiguas e impenetrables en el país–, la nueva doctrina y valores.
Con este cambio en el uso legal de la fuerza del Estado, AMLO lee muy bien el momento que viven los ejércitos en el mundo.
Hoy las guerras y las confrontaciones entre países no se deciden en trincheras, y con el choque de soldados, sino en el uso avanzado de tecnologías y armas sofisticadas como drones, cohetes inteligentes y satélites.
Mantener un ejército como el que recibió, era absurdo e ineficiente en este contexto.
Para ir cerrando el círculo de un nuevo régimen, a cuyo centro está sólo su voluntad y designios, López Obrador no necesitó más que modificar la estructura de la Administración Pública y emitir dictados dentro de los Presupuestos de Ingresos y Egresos para el 2019.
Entre los cambios administrativos el establecimiento de una ventanilla única de adquisiciones en Hacienda centralizó en su voluntad única todas las compras del Estado. Todas es Todas. Nada se compra si no es aprobado por él.
Así el control del dinero es absoluto, dictatorial. Que lo digan si no, las organizaciones sociales -estancias infantiles entre otras-, y los medios de comunicación.
En esa ruta está la anulación del modelo asistencialista creado por Carlos Salinas con el surgimiento de Sedesol, y ahora transformado en secretaría de Bienestar para al otorgamiento directo de recursos hacia pobres, niños, adultos mayores, campesinos, jóvenes sin futuro, madres solteras, etc, etc
Ahí se encuentra el inicio de la construcción de su base social y política de apoyo, electoral sin duda para lo que quiera alcanzar en los siguientes 5 años.
¿Reelección? El dice que no. Otros han dicho lo mismo y hecho lo contrario.
Entre sus reformas legislativas que definen un nuevo régimen, están, además:
La remodelación de la Suprema Corte a través de la designación de cercanos en la sustitución de ministros; lo mismo ha hecho en el Banco de México.
Está pendiente en el Senado una reforma del Poder Judicial y ya ha salido adelante la creación de la Fiscalía General de la Nación; la Fiscalía Electoral y la Anticorrupción a cuyo frente quedaron amigos y cercanos suyos.
A su alrededor ronda fuertemente la elaboración de una Constitución Moral y la idea de avanzar en la remodelación del sistema de partidos, es decir del Sistema Político, a través de recortar el 50% de las prerrogativas de éstos.
En este candado ya ha quedado inscrito como delito grave, junto con el huachicoleo, el de la manipulación o compra de votos, y el uso amañado de otros mecanismos de distorsión electoral.
En el Senado y en San Lázaro y el Senado están pendientes de aprobación la Ley de fomento a la confianza ciudadana, la Ley de Austeridad, la Revocación del Fuero y de Mandato, y la Ley de remuneraciones para establecer topes de ingresos a funcionarios públicos, está bajo análisis en la Suprema Corte.
Ya salió adelante la Estrategia Nacional de Seguridad Pública y la Ley de Paridad de Género, y ya está en trámite legislativo el Programa Nacional de Desarrollo que contiene una serie de propuestas donde la contradicción entre ellas es lo de menos.
Al parejo de todo lo anterior, López Obrador ha dejado establecido su estilo personal de gobernar, que no es otro que el modelo echeverrista de los años 70.
En su intención de avanzar en este modelo de gobernar ha rayado en el absurdo de cancelar con un alto costo financiero, económico, de pérdida de confianza, etc, la avanzadísima construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, para darle curso a un galimatías aeroportuario cuyo eje es la operación simultánea de 3 aeropuertos que todos los expertos y organismos especializados aseguran no funcionará.
En un ilógico, paradójico y contradictorio entorno social y político los primeros 6 meses de gobierno de AMLO han ocurrido dentro de un estallido de violencia, inseguridad y muertes, sumado a proyecciones de decrecimiento en el desarrollo y en los límites del estancamiento económico que a la vez han derivado en un crecimiento de los apoyos ciudadanos a niveles de hasta un 80%.
Pareciera que, ante más decisiones cuestionadas, situaciones críticas, él suma más popularidad. La esquizofrenia social y política.
Lo cierto y real es que mientras la sociedad, las familias, los amigos se polarizan alrededor de él y sus decisiones de gobierno, en México surge un nuevo régimen, una nueva relación Estado-ciudadanos.
Dice que ya murió el neoliberalismo pero aparece sonriente entre empresarios y negocia nuevos financiamientos con los más poderosos bancos del neoliberalismo internacional.
Afirma que se acabó la guerra a la delincuencia organizada, pero los combates entre estos grupos y contra ellos siembra de muertos como nunca su mandato.
En fin, el viejo régimen comienza a desaparecer, pero nadie sabe hacia dónde nos conduce el nuevo.
No sabe a dónde va: Slim
Su enorme éxito económico y su negativa a ingresar a la política, sumados a su edad que lo coloca más allá del bien y el mal, convierten a Carlos Slim en una opinión muy influyente.
Integrado al llamado Círculo de Montevideo, donde están su amigo el ex presidente de España, el socialista Felipe González; el ex mandatario de Chile Ricardo Lagos, y el de Uruguay Julio María Sanguinetti, Slim dijo que, a excepción de los países asiáticos, la mayoría de los gobiernos no tienen una visión ni a mediano ni largo plazo, no saben a dónde van y no tienen rumbo.
La ausencia de planeación y visión en estos gobiernos advirtió, provoca hartazgo entre sus ciudadanos quienes no ven que con estos gobiernos mejoren sus condiciones de vida y desarrollo.
Participante en la mesa “La Gobernabilidad Hoy”, dentro de la 25 edición del Círculo de Montevideo, el empresario mexicano dijo:
«Están pensando a muy corto plazo, no hay una dirección, no hay políticas de Estado, porque si hubiera un plan nacional de desarrollo con políticas de Estado habría una consistencia en la marcha de los países, y es una falla que tenemos en el occidente en la mayoría de los países».
Recordó que, durante la Gran Depresión de 1932, en México se unieron empresarios con políticos en una gran campaña nacionalista que derivó en un potente desarrollo industrial que produjo crecimientos anuales de hasta un 6% en los siguientes 50 años.
«Es lo que falta ahora…hay desorientación, no sabe cómo cambiar o conducir el cambio», afirmó.
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