De los “Misteriosos Desaparecedores”
¬ Armando Rojas Arévalo martes 8, Feb 2011Epistolario
Armando Rojas Arévalo
FRANCESCA: En más de dos ocasiones –tal vez, tres– sugerí en este espacio que para encontrar algunas pistas de los presuntos plagiarios de DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS, era menester hacer un acucioso análisis de contenido de los mensajes de aquellos. Bien, mi lector FERNANDO MONTIEL T., tuvo a bien enviarme su extenso trabajo (por cierto hecho con rigor académico) que publicó recientemente, a propósito de los mensajes de los “Misteriosos Desaparecedores”.
El ensayo da luces sobre el perfil político, ideológico y literario de los autores, por lo que he considerado digno de reproducir en algunas de sus partes medulares.
Advierte que por las palabras e ideas expuestas por los presuntos plagiarios de DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS en cartas y comunicados, como la “carta epílogo”, le fue posible encontrar algunas revelaciones.
Los documentos no fueron elaborados por un solo autor, sino por dos grupos de escritores; o sea, fueron múltiples autores, según se aprecia por la desigual calidad de la prosa. El texto “Epílogo de una desaparición” fue escrito al menos por dos autores, uno que redactaría las partes primera y tercera y otro que se habría encargado de la segunda.
La primera y tercera partes tienen un estilo culto y hasta elegante (ambas secciones comienzan con epígrafes, mientras que la segunda carece de ellos). En el primer caso (1ª y 3ª) el desarrollo de los argumentos y la construcción de los párrafos evidencian sólidas lecturas periodísticas, sí, pero también académicas y literarias (particularmente en la primera parte).
En cambio, la segunda parte es más simple, más llana, propia de quien sólo lee diarios y revistas políticas, pero no ensayos, estudios o libros de mayor extensión, profundidad o alcance intelectual. Asimismo, la riqueza del lenguaje es mayor en las partes primera y tercera, mientras que es más pobre en el caso de la segunda.
Diversos elementos dejan claro que el autor de las partes primera y tercera tiene más costumbre y oficio en el análisis y la redacción que quien escribió la segunda. Dos elementos a modo de ejemplo: el uso de las comas y de las comillas. En el primer caso (el del autor de las partes primera y tercera) el uso de las comillas es exacto y pertinente en todos los casos al momento de expresar ironías y resaltar eufemismos e hipocresías (tres ejemplos -divididos por diagonales: “…es la violencia estructural “invisible” presentada siempre como “estragos”… / … los gobernantes quieren que creamos en los “avances” y en la “modernidad”… / … no distinguen en sus círculos entre quienes “respetan las leyes” y entre quienes no lo hacen”).
El autor de la segunda parte utiliza menos el recurso de las comillas y cuando lo utiliza, lo hace mal (salvo en la cita textual (“Para Diego Fernández de Cevallos. Con gratitud y cariño. G. Prigione”). Del mismo modo, el uso de comas parentéticas, en general, es frecuente y pertinente en las partes primera y tercera, mientras que en la segunda es más escaso y resulta torpe.
A grandes rasgos se podría decir que quien redactó las partes primera y tercera escribe pensando en el lector -es decir, escribe “para ser leído”- mientras que quien redactó la segunda lo hace sólo “para expresar una idea”.
Las partes primera y tercera fueron escritas con mayor cuidado, tienen un ritmo más reposado y son más sólidas en fondo y forma que la segunda. En la primera parte se encuentran conceptos cargados de contenido técnico, cuyo manejo requiere estudios formales en ciertas disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales. A continuación seis ejemplos -se resalta el concepto clave en itálicas y se dividen los ejemplos con diagonales: “…los grupos privilegiados, se benefician funcionalizando la pobreza al máximo” / “Quienes encabezan al Estado sostienen discursivamente…” / “…construye el argumento de legitimidad…” / “…la socialidad no debe existir para someter…” / “…ejercer la violencia como una adecuación social…” / “El Estado construye toda disidencia como enemigo exterminable”. No cualquiera utilizaría con propiedad -como es el caso- conceptos como éstos, que además sólo existen en las partes primera y tercera, pero no en la segunda.
El autor de la primera y tercera es duro en sus críticas, pero no totalitario, como lo demuestran ciertos matices de su argumento, por ejemplo, cuando habla de la clase política “…incluso, es posible afirmar que la alta burocracia (N. DEL COLUMNISTA: nótese que se refiere sólo a la “alta burocracia”, no a toda) y los sectores reaccionarios de la clase política son quienes forman parte de las mafias más criminales en nuestro país”.
El pensamiento del redactor de las partes primera y tercera parece más autosuficiente e independiente que la segunda parte; de hecho, este último, más que independencia de análisis o juicio propio, se limita a repetir las críticas y observaciones que se publican regularmente en la prensa de oposición.
Si bien los agravios denunciados en el Epílogo de una desaparición son muy claros (“…traficante de influencias, un mercenario de los juzgados, un legislador a sueldo, un rentista de la crisis…” etc.), la redacción del texto es desenfadada en general y alejada de discursos dogmáticos, anquilosados y anacrónicos, característicos de movimientos del pasado.
Empero, también hay diferencias entre la primera y la tercera parte. La primera parte, más que una proclama política (p.e. Manifiesto Comunista) o revolucionaria (p.e Primera Declaración de la Selva Lacandona), parece un texto escrito con la intención de explicar el porqué de las cosas -de hecho, es semejante, en cierto sentido, a los ensayos que se pide a los candidatos como requisito de ingreso a programas de postgrado en centros universitarios. En cuanto a la tercera parte, el epílogo del Epílogo, pareciera que fue escrito con la misma intención que la segunda: denunciar la vida y obra del plagiado, pero con ciertas diferencias. La primera parte ofrece las reflexiones y fundamentos teóricos como marco legitimador de las acciones; la segunda hace una descripción más o menos lograda de las faltas del plagiado.
MONTIEL encontró rastros de la fraseología de personajes como el “subcomandante Marcos”, Franz Fannon, Marx y Bertold Brecht. Por ejemplo, de “Marcos” se distinguen algunos giros estilísticos (“¿Qué es lo que hace que siendo ellos tan pocos, puedan someter a tantos de nosotros?” o “…violento no es sólo lo que muestran los muertos, violento es también lo que ocultamos los vivos” y naturalmente el “¡Ya Basta!”) Y la recurrencia, una y otra vez al discurso de alteridad (“La sociedad mexicana, como podemos ver, está dividida en dos: ellos y nosotros, ellos ricos y nosotros pobres”).
De Marx se tienen las referencias en todo el texto, en diferentes puntos y con diferentes formas; así se encuentran citas a la lucha de clases (“…un restringido número de familias que encabezan el control del poder, la clase privilegiada…), pero también al movimiento progresista de las fuerzas de la historia y la necesidad de la violencia para el cambio social, justificación de la violencia que nos remite a su vez a Franz Fanon (e incluso a quién le prologara su libro, Jean Paul Sartre). Y está Bertolt Brecht, que es el primer autor al que recurren en el epígrafe y al único al que los “Misteriosos Desaparecedores” refieren por su nombre.
Si la primera parte comienza con una cita de Bertolt Brecht, la tercera lo hace con el artículo 39 de la Constitución Mexicana y con un fragmento del poema “Los demonios y los días” de Rubén Bonifaz Nuño. La definición del Estado de Max Weber aparece también sin ambages (“…que ellos sean los que poseen el monopolio total y definitivo del uso de la violencia y la ejerzan “sólo cuando es justo y necesario” en aras del “bien para todos”…”).
El presidente CALDERÓN ha dicho que lo contenido en el Epílogo de una desaparición “es puro rollo”. Está equivocado…Si cada comunicación es una pista para las autoridades, entonces 13 páginas son, sencillamente, demasiadas pistas liberadas de forma innecesaria.
CONCLUSIONES DEL AUTOR: Primera.- El Epílogo de una desaparición no es un documento propio (ni acostumbrado, ni necesario) de un grupo del crimen organizado (más fácil y seguro habría sido no escribir nada).
Segunda.- El lenguaje de los “Misteriosos Desaparecedores” no es el propio de una guerrilla clásica “de inspiración marxista”.
Tercera.- Pese a participar en actos extremos y casi inconcebibles (el secuestro es extremo en sí mismo, pero secuestrar a Diego Fernández de Cevallos fue una acción casi demencial) el discurso del escritor de las partes primera y tercera no es el propio de un fanático.
Cuarta.- Quién escribió el grueso del Epílogo de una desaparición, no es un recién llegado a las letras ni a la literatura.
Quinta.- El Epílogo de un secuestro no es un documento elaborado para ser tan sólo un distractor. Más sencillo y seguro habría sido difundir una proclama política trivial o sencillamente -como ya se apuntaba- no escribir nada; en otras palabras y por oposición: el que lo escribió tenía la necesidad de decir algo; ¿decir qué? exactamente lo que escribió y tal vez algo más… pero nada menos.
MONTIEL es especialista en Estudios de Paz y en resolución de conflictos. Profesor asociado en la Universidad de Basilea (Suiza) y director del Capítulo México de la organización Transcend: Una Red de Paz y Desarrollo.
INDULGENCIAS.-El Presidente ya puede dormir tranquilo. La Arquidiócesis Primada de México exculpó a su gobierno de ser el principal responsable de la creciente cifra de muertos. En el editorial “Basta ya de Violencia”, del semanario “Desde la Fe”, el arzobispado indica que los principales responsables son los criminales y no las autoridades.
MIENTRAS, continúa la orgía de sangre.
MÁS DEL COCHINERO.- En Baja California Sur se repitió el cochinero ideológico. MARCOS COVARRUBIAS, quien es perredista, pero el PAN lo hizo su candidato al gobierno del estado, ganó la elección. ¡Signo de los tiempos!