Cautiverio
¬ Augusto Corro martes 8, Feb 2011Punto x Punto
Augusto Corro
El ex rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Arturo Contreras Gómez, aparece en un video (You Tube) demacrado, con la barba sin rasurar y una voz que apenas se escucha. A leguas se nota que se encuentra enfermo. No es para menos, se encuentra secuestrado desde el 25 de noviembre pasado. El plagio se registró cuando realizaba sus ejercicios cotidianos.
Desde aquella fecha, la sociedad guerrerense se ha dedicado a buscar a Contreras Gómez, quien, por cierto, era promotor del voto a favor del candidato priísta a la gubernatura de la mencionada entidad, Manuel Añorve Baños. Ya las autoridades, en su oportunidad, manifestaron que no se trata de un asunto político.
En el video, el plagiado solicita a su familia, amigos y demás familiares que se “separen” de la autoridad y se pongan directamente al frente de las negociaciones para su liberación. “Entiendo -dice Contreras Gómez- que mi asunto está suspendido, de otra manera no entiendo por qué a pesar de que he mandado en otras cartas mi situación de salud actual, no está al frente de la negociación mi familia. Entiendo que están autoridades de la policía al frente, por eso pido a familiares, amigos, a mi esposa se puedan separar”.
El mensaje, profundamente conmovedor, dura dos minutos trece segundos. Refleja que el ex funcionario es sometido a privaciones tales, que su vida se encuentra en un hilo. Además del impacto de encontrarse secuestrado, Contreras Gómez tiene que enfrentar el problema de salud que le multiplica el infierno que padece.
El secuestro en México es una de las “industrias” más redituables para el crimen organizado. Ante la corrupción y la impunidad, los delincuentes encuentran el campo propicio para plagiar y levantar personas sin mayor problema. Los delitos difícilmente se investigan y eso propicia que el hampa disfrute de plena libertad. Con ella participan las autoridades corruptas, pues sin ellas, no habría tantas privaciones ilegales de la libertad para pedir rescate. Son aterradoras las cifras de los secuestros que ocurren en México. Se registran tres plagios al día y sólo uno de cada cuatro se denuncia.
Las organizaciones Movimiento Blanco y el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal informaron que “unas 209 personas ejecutadas, víctimas de secuestro en México fue el saldo de 2010, lo que indica que se duplicó la cifra (de plagiados) respecto al (año) anterior y la más alta de la historia”.
José Antonio Ortega, presidente del Consejo Ciudadano, dijo que casi el 40 por ciento de las mil 253 víctimas de secuestro asesinadas desde 1971, lo fueron bajo la administración de Felipe Calderón y agregó que la cifra oficial de mil 847 secuestros de alto impacto en 2010 es 200 por ciento superior a la de hace tres años.
El plagio del “Jefe” Diego Fernádez de Cevallos fue uno de los más sonados. A pesar de la importancia del personaje, se ignora quiénes fueron los secuestradores y un mundo de especulaciones surgió ante la falta de información. En ellas se plantea que se trata de bandas de delincuentes internacionales o de brazos de organizaciones guerrilleras. Las policías continúan con su hermetismo tradicional. El panista volvió a sus actividades políticas, como si su secuestro hubiera sido parte de una temporada sabática.
La guerra contra la delincuencia organizada, que incluye a los plagiarios, es un fracaso, pues se combate con discursos oficiales que no producen resultado alguno. Casos como el secuestro y asesino de Fernando Martí causó una conmoción en la sociedad y propició que asociaciones no gubernamentales plantearan la necesidad de justicia y seguridad. El propio padre del menor, Alejandro Martí, les planteó a las autoridades que si no podían con su responsabilidad que renunciaran.
En lo álgido de las discusiones, se planteó la pena de muerte para los secuestradores. El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) con actitudes demagógicas planteó castigar con la pena capital a ese tipo de delincuentes. Su propuesta no avanzó porque se trató de una acción fraudulenta a los electores, pues lo único que perseguían los políticos era el voto ciudadano.
Posteriormente, el asunto de la pena de muerte se olvidó. Sin embargo, la señora Isabel Miranda de Wallace, una madre a quien le secuestraron y mataron a su hijo, se convirtió en una defensora de las víctimas del secuestro, pero en lo general, la impotencia o ineptitud de las autoridades se refleja en el número de personas plagiadas que crece a cada día. Y queda claro que hay sus grandes diferencias en el tipo de secuestros. Algunos, como en el asunto de Fernández de Cevallos, los rescates son multimillonarios; pero ocurre que en el secuestro express, las sumas son menores y en la mayoría de los casos no se denuncian.
Y aunque se acuda a la justicia, el problema pocas veces se resuelve. Por lo pronto, ahí está pendiente el estremecedor plagio del ex rector Contreras Gómez que refleja la salvaje actitud de los delincuentes, que sin derecho alguno privan de su libertad a un ser humano y lo someten a vejaciones y a humillaciones aberrantes. Los delincuentes que se dedican a la llamada “industria del secuestro”, ni con su vida pagarían el gravísimo daño que le hacen a la sociedad.
Por ejemplo, el tristemente célebre El Mochaorejas, Daniel Arizmendi, fue sentenciado a 398 años de cárcel. ¿Eso valen las vidas que segó y el sufrimiento que provocó en las familias que perdieron a sus seres queridos? Quizás uno de los peores delitos es el del secuestro, pero no hay autoridad que realmente se empeñe en combatirlo. La policía no se encuentra preparada para enfrentar a esa delincuencia, porque en ocasiones ella misma forma parte de las bandas de hampones o por lo menos las protege.
Se debe tener presente que así como infinidad de secuestros se denuncian, también cientos se callan, porque la sociedad no tiene confianza en los impartidores de justicia, que dicho sea de paso, se dedican a medrar con el infortunio de las víctimas. Sobran los ejemplos.