Un México peor
Freddy Sánchez martes 7, May 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Callen boca, cabezones … ¡
Qué necesidad de anticipar vísperas sobre el porvenir de esta nación, augurando un rotundo fracaso del crecimiento económico.
¡No hay por qué agitar el avispero ¡
Algo así habría que decirles a los ecónomos y economistas, tremendistas, agoreros del desastre y demás “chicos del coro”, que se han abigarrado en torno al discurso que considera un grave riesgo para el país, el no seguir la ruta de los treinta y seis pasados años de tecnocracia a ultranza, porque eso puede “revivir” una época tristemente célebre.
Y con ello, un acelerado deterioro en las finanzas públicas, inevitable sobre endeudamiento, falta de liquidez oficial y de nuevo una inflación fuera de control, a causa de la desbocada carrera de precios y salarios y todos los infortunios que antaño heredó a nuestra tierra, el funesto populismo antes de ser anulado por sus falsas ofertas de bienestar nacional.
¡Más tremendismo¡, imposible.
La cuestión es que a favor de las acciones de Andrés Manuel, sigue dándose el total apoyo de sus partidarios de siempre y nuevos adeptos, que son muchos más que los que ven en esas medidas el preludio de terribles males.
Así los expusieron los connacionales que el pasado domingo tomaron las calles para recriminarle al gobierno en turno su política pública.
De modo que la marcha de ciudadanos contrarios a la forma de gobernar del actual ejecutivo federal, constituye un aviso social de la actitud vigilante que ejercerá a lo largo de esta administración, esa otra parte de compatriotas que mantiene sus resquemores acerca de lo que sucederá en el futuro.
Dar por hecho, naturalmente, que lo que se ha decidido hacer con todos esos nuevos procedimientos institucionales, distintos al estilo tecnócrata, será motivo de una nueva crisis social, no es un diagnóstico sensato ni prudente.
Por lo mismo, no se deben anticipar los cálculos de lo que acontecerá al romper con las directrices que en el decurso de los últimos sexenios se hizo al pie de la letra como lo marcaron los cánones de la tecnocracia, misma que fue la gran perdedora de las elecciones del año pasado.
Algo que es imposible ignorar. Porque los mexicanos que votaron por Andrés Manuel, los que no lo hicieron por el PRI ni por el PAN e incluso se podría decir que los que se abstuvieron de votar, (declinando su respaldo al régimen priista en la presidencial), también expresaron su rechazo al neo liberalismo, la tecnocracia, el libre mercado, los cuidados extremos para no alterar el ánimo de los inversionistas nacionales y extranjeros, el regocijo por la tranquilidad de los mercados cambiarios, así como tantas otras acciones oficiales encaminadas a tener contentos a los hombres del dinero.
Lo cual, evidentemente, el presente régimen se ha propuesto cambiar con la adopción de un esquema para gobernar distinto al que imperó durante más de tres décadas entre los habitantes de México.
Bienvenido sea pues, el cambio.
Máxime si los resultados logran un crecimiento económico que diversos críticos de Andrés Manuel, dudan que se logará al igual que discrepan de una baja sensible en los índices delictivos y una mejoría sustancial en la calidad de vida de la mayoría, dudando por supuesto de una eficaz campaña contra la corrupción e impunidad.
De tal suerte que frente a los creyentes e incrédulos de las bondades de un cambio de timón en los asuntos institucionales, vaya una reflexión.
Nadie puede negar que en treinta y seis años de tecnocracia no se logró hacer un México mejor, pero nadie tampoco en su sano juicio podría desear que al término de este sexenio y los que vengan, a causa de estrategias económicas radicalmente opuestas al libre mercado y la dinámica empresarial e institucional del pasado reciente, (en vez de eliminar lo malo y aprovechar lo bueno), lo que se propicie sea crear la aberración de un México peor.