Periodistas indefensos
¬ Augusto Corro lunes 6, May 2019Punto por punto
Augusto Corro
El periodista Telésforo Santiago Enríquez fue emboscado y asesinado el jueves en la tarde, en vísperas del Día Mundial de la Libertad de Prensa.
El comunicador, fundador y director de la radio Estéreo Cafetal “La Voz Zapoteca”, fue abatido a balazos.
Ese hecho criminal registrado en Oaxaca, confirma que México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
De acuerdo con datos de organismos defensores de los derechos humanos, alrededor de 125 periodistas fueron asesinados en nuestro país del 2000 a la fecha.
Parece que a las autoridades de los tres niveles (municipal, estatal y federal) poco o nada les interesa investigar y llevar ante el juez a los asesinos.
Es total la impunidad en esos asesinatos. Los criminales cometen sus delitos y saben muy quien que nadie los llamara a rendir cuentas.
Los sicarios, del origen que sean, no les preocupa para en la cárcel. Nadie los persigue.
El problema real del imperio de la impunidad afecta a los periodistas que viven indefensos a mercede del crimen organizado o de los caciques regionales. El nuevo gobierno está obligado a brindar mayor atención a las agresiones a los comunicadores. No son suficientes los pronunciamientos que reprueban esos crímenes. El día del asesinato se multiplican las condenas contra los delincuentes, pero conforme avanza el tiempo se olvidan esos reclamos y se vuelve a lo mismo.
¿Cuándo terminarán las agresiones a los periodistas?
México debe superar esta etapa de barbarie que lo tiene etiquetado entre los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.
Rescatarán a mineros
El presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó rescatar los restos de los 63 mineros que quedaron sepultados en la mina de carbón Pasta de Conchos, en Coahuila.
La tragedia se registró la madrugada del 19 de febrero de 2006. El gas grisú explotó cuando 73 mineros laboraban. Ocho fueron rescatados golpeados y con serias quemaduras. El resto murió. Sólo se recuperaron los cadáveres de dos de ellos.
A partir de esa fecha, los deudos de los trabajadores fallecidos exigieron el rescate de los restos humanos sin tener una respuesta de las autoridades.
El trabajo en las minas de carbón tiene un sinnúmero de riesgos, entre otros el que se deriva del gas grisú que invade los túneles de la mina.
En marzo de 1969 ocurrió una tragedia similar en Barroterán, Coahuila, en la que perecieron 153 mineros.
De acuerdo con registros oficiales y de organizaciones civiles, en las minas de Coahuila, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad murieron por lo menos 1,712 mineros.
En la zona carbonífera del norte de Coahuila es común ver morir a los trabajadores dedicados a la explotación de las minas de carbón.
Del resultado de las explosiones se deduce que en esos de trabajo la seguridad es mínima. Las tragedias, por lo tanto, incrementarán su número de víctimas. En el caso de la mina Pasta de Conchos la actitud de la empresa minera Grupo México fue extraña. Se negó a rescatar los cuerpos de los 63 mineros. El gobierno en turno la apoyó.
Cabe señalar que en sexenios anteriores, las empresas mineras se dedicaron a conseguir concesiones que les autorizaban la explotación de la tierra, donde se les ocurriera.
Será muy interesante saber qué política aplicará el nuevo gobierno a las compañías mineras que gozan de la fama de abusivas y explotadoras, condenan a la miseria y la marginación miles o millones de mexicanos.
Sin duda, el rescate de los restos de los 53 mineros cerrará uno de los capítulos más negros en la historia de la minería en México.
¿Cuantos asaltos?
En la Ciudad de México la delincuencia rebasó a las autoridades. Pocas son las calles y avenidas donde no hay asaltos.
Robar teléfonos y carteras es como un juego. Cualquiera lo hace. Sabe que ninguna autoridad lo evitará. Además su delito ni siquiera se tomará en cuenta.
Así se vive en la capital. Que no le toque un alto una avenida congestionada de vehículos, porque se convierte usted en candidata a ser asaltada. Sujetos a bordo de motocicletas son los delincuentes que en acciones relámpago le arrebatan sus pertenencias.
Y si no sufre una agresión física se siente tranquila, aliviada.
Una vez que es asaltado ahí termina la historia. Son pocas las personas que se animan denunciar el hecho ante un agente del Ministerio Público.
La fila interminable de denunciantes le augura una considerable pérdida de tiempo, sin los resultados esperados.
A propósito de los asaltos en cualquier sitio ¿no hay una policía que ayude a prevenir y a evitar las actividades delincuenciales en la capital?
Vivir en la capital del país conlleva un riesgo que a las autoridades no les interesa ni les preocupa. Prefieren distraer su tiempo en promocionar su imagen en proyectos citadinos apoyados con su dosis de demagogia.