Buenos empresarios
Freddy Sánchez jueves 25, Abr 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Morena no es la excepción de la regla. De que hay sabandijas en sus filas las hay. Como en todos los sectores sociales.
Los deportes y las artes. Las cámaras legislativas, el sector oficial, las iglesias y por supuesto, el medio empresarial.
Lugares todos en los que “las sabandijas”, a las que el diccionario se refiere como “insectos molestos y huidizos o personas despreciables”, son inevitables.
Así que no sólo en Morena, se cuecen habas.
Porque los que abogan y actúan para bien o para mal de los demás, suelen deambular por doquier autoproclamándose como personas honorables, sin que todos realmente lo sean. Más bien, en un porcentaje importante, su conducta es la que podría atribuirse a las “sabandijas”.
Ante esta lamentable realidad, sólo hay un modo de separar la buena de la mala yerba.
Y para conseguirlo, es indispensable hacer un mejor uso de la política fiscal. Sólo de ese modo se podrá estimular todo tipo de acciones en favor del bienestar colectivo, al mismo tiempo de proceder a la sanción de conductas que afecten el interés común.
Por ello, la proscripción de la ilusoria premisa de que en materia tributaria lo justo es que “page más el que más gane”, (lo que ha sido una vil mentira durante mucho tiempo en el país), a falta de una política fiscal encaminada a que pague menos el que más nos beneficie.
Para que quede claro: en toda la gama de los bienes y servicios que recibe la sociedad, es imperativo apoyar a los que se ocupen de favorecer el interés comunitario, dejando de lado en su conducta inclinaciones mezquinas y hábitos parasitarios comunes a las “sabandijas”.
Esa mala ralea de los que hacen lo que hacen, pensando siempre en obtener grandes beneficios personales, sin importarles en lo más mínimo los males que causen en su entorno, afectando impunemente el bienestar ajeno. De ahí pues la necesidad de usar el poder público en bien de la mayoría.
Por lo mismo, es preciso dar un trato fiscal a los contribuyentes, acorde con su buena disposición para compartir con generosidad sus ganancias con los trabajadores (sin recurrir a repartos de utilidades amañados), pagando impuestos puntualmente (omitiendo trucos para pagar menos impuestos), además de cuidar la salud, el ambiente y la economía familiar.
Y es que en cualquier actividad económica, política y social, en la que se procure la generación de beneficios colectivos (no sólo particulares), las contribuciones fiscales a pagar deben ser menores para estimular estos loables comportamientos.
Algo distinto debe hacerse, con la aplicación de tasas impositivas elevadas, a todos los que estando dedicados a ocupaciones con efectos nocivos para la colectividad, se ocupen poco o no se ocupen nada en disminuir los daños sociales que ocasionan. En ese sentido, no importa de quién se trate.
Porque es imperativo, que paguen más los que causen mayores perjuicios a la salud pública, la economía familiar y estado ambiental.
Una política fiscal digna de reconocimiento social es aquella que contribuye a crear mejores condiciones de vida para la población en general. Y para ello es indispensable combatir a las “sabandijas”.
De modo que mediante la política tributaria se estimule la conducta de ciudadanos honestos y responsables, en toda clase de actividades y en particular aquellas en las que tanta falta hacen los buenos políticos y buenos empresarios.