A quemar cada quién a su propio “judas”
¬ Sócrates A. Campos Lemus lunes 22, Abr 2019¡Que conste,.. son reflexiones!
Sócrates A. Campos Lemus
UNO a veces camina o caminaba por diferentes poblados en las sierras, en unas partes se veía la miseria y se trastocaban los ideales en tragedias y venganzas y rumiaban los dolores y la desesperanza, en otros pueblos, cuando se llegaba o se llega, hay ritos y solemnidad, salen las caravanas de dolientes de las iglesias y llegan a los camposantos y depositan con lágrimas y rezos y cantos a los que se van, ya no se les verá cómo eran o son, solamente quedarán los recuerdos y eso si hay buenos o muy malos, en la muerte no hay medias tintas, me decía un chamán, nadie recuerda a los cobardes a menos que sea para dar fe del valor de otro, pero el que vive en la mente es el bueno, el malo malo, el bueno bueno, por eso, hay en los bailes del pueblo en la Semana Mayor, los fariseos, los que andan pintados con puntos y los que no, unos son los buenos y otros los malos y esto es, al final de cuentas, el caminar de la gente, entre unos y otros y cuando llega el día de quemar al “Judas”, pues también llega el día de la sembrada, se entierra la semilla en la soledad y en el silencio y cuando llegan las aguas, brota la vida y uno se tiene que asombrar y entonces es cuando uno descubre que hay un Dios o un nahual muy grande que todo lo ve y todo lo controla, por eso, no debemos andar siempre con las mismas garras ni por los mismos caminos, hay que variarle, porque si no, lo toman a uno del ombligo y le quitan la fuerza y comienza uno a morir poco a poco y no hay nada que valga, ni la limpia, ni la medicina, ni los rezos, ni las idas al santuario, está uno marcado por la muerte y, cuando es lenta, es terrible, sufre el que muere y sufre su familia, pero cuando uno anda por varios lados y siempre alerta, comiendo de vez en cuando el peyote, para ver mejor, no para las pendejadas que dicen que ven los que lo vienen a usar para “empeyotarse” y apendejarse, no, el peyote es una planta mágica, da la fuerza del desierto, se muestra con las manos, uno como que anda caminando al estilo de los venados danzantes de Sonora y en las palmas se siente la fuerza de la planta y ahí hay que tomarla, sin verla, pidiendo perdón porque será ya nuestra y su fuerza será de uno y la sequedad de la tierra y sus largas raíces vuelven a cobijarla para nuevos brotes y es cuando uno comienza a ver de verdad, sólo fíjate en los colores de la gente, solamente “vide” los cuadros y los bordados de los huicholes o tarahumaras o coras o tepehuanes y conoce la fuerza del silencio y la fuerza de su caminar, van por veredas y, a veces, uno piensa que no saben llegar, pero llegan y entienden el lenguaje de las plantas y los montes y los pumas y los venados y jabalíes, coyotes y alacranes y, nada les falta, siempre hay que comer en el camino, por eso, no llevan nada más que la fuerza del peyote y la voluntad de ser ellos y no más.
Y algunos me preguntan ¿qué sentiste con el peyote? Y, ahora, contesto como decía el nahual Pedro: “pos qué chingados te importa”, preocúpate de lo que tú sientes o vayas a sentir, no andes de metiche entre las almas, porque con ellas te enredas y te puedes morir o andar en lo pendejo. Cuando uno pregunta, sólo debe preguntarse lo de uno, no lo de los demás, cuando andas de metiche se te va la fuerza, aflojas el lomo y dejas el ombligo al descubierto y te entra la pena y la enfermedad, en la espalda está lo que te cuida, unos dicen que son los ángeles del señor y yo digo que son las líneas del fuego y de la fuerza de cada uno para estar alertas, para que no te tomen por sorpresa, para que no caigas en la confianza, como nos sucedió a todos en Tlatelolco, cuando pensamos que ya estaban arreglados y no pensamos en que nos traicionarían nuestros propios mensajeros con los que negociaron y el presidente y el Estado Mayor, por eso, ahora, andan, esos, como jinicuiles y como culos de coyote, se les aflojan a cada rato y se esconden entre las fuerzas de la burocracia para no estar, porque saben que saliendo, se van a ir desgastando, jodiendo como ellos jodieron a los demás, porque en esta vida está el infierno y no en el más allá.
Pues cada uno trae su “Judas” o su fariseo, o su blanco o su limpio que le protege o le da la fuerza algo que nadie entiende y, la alerta en cada paso, por eso, cuando uno se cae debe pedir perdón en el tropezón, no se cae uno porque quiere, sino porque lo chingan y es un aviso de que debes andar alerta y con fuerza y visión y, para eso, es que pasaste por la ceremonia del peyote y a ti te tocó el peyote coyote, solitario y silencioso, callado, rumorando la vida y buscando respuestas a lo tuyo y no a lo de los demás, así, cuando entraste a aquella iglesia en San Luis Potosí, cerca de la zona peyotera de Real de Catorce y te sentaste y tomaste, porque sí un poco de agua con los dedos de la pila y te la untaste en la frente y en el cuello sabías, al final de cuentas, que te alertarías y dejarías todas las pendejadas atrasadas, lo que valía era el momento no lo de ayer ni lo que vendrá, es el hoy, y así dejaste el cuero de pendejo y te sacudiste en un temblor que duró horas y, como las víboras, cambias de piel y de mente y de cuerpo y de fuerza y de corazón y aquí estás vivito y coleando, no te pudieron matar, no te destrozaron, sólo te dejaron golpeado un poco, pero, como dicen: te la “pelaron”… y así caminas de nuevo en otras tierras y entiendes lo que es la muerte, pero entiendes más lo que es la vida. Pues, sí rogaste porque lloviera, pues ahora te jodes para caminar entre el lodo y tienes que tener cuidado para que no caigas. Observa a los cerdos, ellos, les encanta el lodo, por eso, todos de lejitos y comer poquito para que no hagan daño, toma el valor de la vida verde no del animal muerto, las plantas siempre traen la fuerza de la tierra del cielo y del llanto que es la lluvia, por eso hay que comerlas más para no enfermar y tener la fuerza y andar a las vivas, total, ya vamos a quemar al “Judas” y comenzar a labrar la tierra para que, nuevamente, en un círculo de tierra y aire y agua y sudor y lágrimas, se vuelva, la comida, la fuerza de la vida… ese es el final de la Semana Mayor, caminas, rezas, haces milagros, sorprendes, te apendejas, te crucifican y mueres y resucitas y quemas al “Judas” y, nuevamente, siembras, para vivir la vida y luchar contra la muerte…sabiendo que la muerte, al tiempo, siempre ganará y, a lo mejor, resucitamos…