Entenados sexenales
Freddy Sánchez jueves 11, Abr 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Que Andrés Manuel diga que no tiene preferidos en la política y los negocios, es lo más natural y conveniente.
De modo que lo escuchen, aquellos que necesiten escucharlo.
Para que nadie se sienta con ínfulas de “intocable” dejándose tentar por los abusos del poder.
Mal haría a la marcha institucional, que el presidente hiciera ostentación de sus preferencias a favor de individuos o grupos, dedicados a cualquier actividad pública o privada.
Y es que, de por sí, es una penosa costumbre en las esferas oficiales, que no falten los fastidiosos engreídos que se autoproclaman preferidos presidenciales.
En cargos legislativos y judiciales, en los sindicatos, la burocracia y las empresas, ciertos personajes suelen darse “baños de grandeza” con desplantes prepotentes, haciendo alardes de su cercanía con el presiente.
Así que más vale, no darles “alas” a los “alacranes ponzoñosos”.
Todos esos hipócritas y santurrones de doble moral, que en público se fingen honestos e incorruptibles, y en privado, son todo lo contrario.
La falsa rectitud como norma de su conducta, en “lo oscurito” se transforma en un voraz afán de enriquecimiento.
En otro frente, están los que por tener el puesto que tienen, menosprecian, ningunean, maltratan y humillan a sus subalternos.
Otros son los déspotas que ufanos de su poder no reconocen fallas ni errores en su desempeño, repartiendo a “medio mundo” sus conductas ofensivas y abusivas.
Y naturalmente, siempre habrá ignorantes desvergonzados que ni siquiera desquitan sus altos sueldos y prestaciones.
En suma pues, una nefasta estirpe de burócratas que se glorifican así mismos sin mayores merecimientos, puesto que por lo regular son tristemente conocidos por sus excentricidades, desfiguros y prepotencias.
De ahí que Andrés Manuel hace bien, en negar que tiene preferidos.
Los que realmente lo sean, simplemente lo son y punto.
Pero, aquel que se diga cercano al presidente, (siéndolo o no), tienen la obligación de guardar las formas del nuevo gobierno.
Sobre todo en lo que se refiere al enunciado institucional de “la austeridad repúblicana” y “la pobreza franciscana”.
Dos líneas de comportamiento que demandan rectitud y sacrificio en el oficio público.
Y que hacen inadmisible el más mínimo acto de corrupción, entre quienes gocen o no de la confianza presidencial.
De modo que los que se asumen y los que realmente pudieran ser, preferidos presidenciales, deben ser sujetos al escrutinio social más estricto.
Porque si bien entre los que gocen de la confianza presidencial habrá gente intachable, (hombres y mujeres honestos, trabajadores y decentes), también debe haber su contraparte.
Digamos por ejemplo “las sabandijas” que mencionó la líder nacional de “Morena”, la señora Polensky.
O sea los farsantes sin escrúpulos y “ebrios” de poder.
Por lo regular, parásitos institucionales.
Esos típicos lobos, con piel de oveja.
Poderosos de ocasión con mala entraña.
Descarados defraudadores de la confianza depositada en ellos.
Y por lo mismo abominables engendros masculinos o femeninos normalmente proclives a la corrupción amparados en su condición de entenados sexenales.