Ceremonia de diversidad
Opinión miércoles 10, Abr 2019Filosofía Millennial
H. R. Aquino Cruz
- Son pocos los espacios en los que haya visto a la comunidad LGBTTTIQA expresarse con tanta libertad y alegría como en este festival
- En lo que toca a las presentaciones, hubo dos ganadores indiscutibles, objetivamente Massive Attack y subjetivamente Rosalía
- La sorpresa la dio la energía de Flohio, Ian Isiah, proporcionó la excentricidad y la congruencia
Hace algunas semanas dediqué una columna a Rosalía, cantante española que ha roto paradigmas y ha llamado la atención de manera positiva con su propuesta musical, visual y discursiva; allí prometí que eventualmente escribiría sobre el último elemento de su proyecto que me hacía falta evaluar: su show en vivo. Debo decir que por las referencias y videos que habían llegado a mí, esperaba un show muy alineado a la lógica del pop, algo parecido a una Madonna o Britney Spears, pero a la hispana. Sin embargo, hay realidades que exceden cualquier anticipación y tal ha sido mi experiencia con la catalana.
Además de ser todo un veterano del festival chilango por excelencia, he tenido la oportunidad de estar en varios festivales musicales dirigidos a diferentes públicos en diversas partes de nuestro país y alguno fuera de nuestro país y, con todo, el Ceremonia 2019 me ha sorprendido por su atmósfera tan mínimamente prejuiciosa. Son pocos los espacios en los que haya visto a la comunidad LGBTTTIQA expresarse con tanta libertad y alegría como en el Ceremonia. Y espero que no se malentienda, no es que el evento esté dirigido específicamente a ellos, sin embargo, algo les ha inspirado que los he visto más libres y felices de lo común; compartiendo esa alegría y amor propios que son admirables en cualquier ser humano por el simple hecho de ser seres humanos. Uno de esos momentos en que el énfasis que puso Thomas Reid, filósofo escocés del siglo XVIII, en recordar que somos especie se materializa en un gozo contagioso. Mismo que, elevando mi ánimo a su más genuino romanticismo, me hizo preguntarme: ¿qué sería de este mundo si todos fuéramos tan felices como lo son ellos en este momento?
Como evento creo que ha hecho un excelente trabajo en las líneas fundamentales: seguridad, servicios y, quiero resaltar, la transporte desde la Ciudad de México hasta Toluca, donde se realizó el festival, y de regreso. Por otro lado, los que podríamos llamar los escenarios secundarios, me refiero al secundario principal y al secundario secundario, a pesar de demostrar buenas nociones y propuestas, acondicionando incluso uno de ellos como una especie de club nocturno, fallaron en lo más importante: el sonido. Y no en la potencia sino en la calidad. Se suele reconocer de manera técnica que el verdadero punch de una canción no está tanto en la fuerza del sonido como en la definición del mismo, así como una fotografía pixeleada no tiene el mismo impacto que una en alta definición, un sonido con problemas de ecualización puede restar mucha profundidad a la interpretación de un artista.
En lo que toca a las presentaciones, hubo dos ganadores indiscutibles, objetivamente Massive Attack y subjetivamente Rosalía. La sorpresa la dio la energía de Flohio, Ian Isiah proporcionó la excentricidad y la congruencia pues, el neoyorkino que se concibe a sí como una persona “sin género”, creó una atmósfera de autoexpresión con sus rasgos típicamente masculinos adornados por su lencería femenina, mientras que Little Jesus volvió a demostrar, con una ejecución pulcra y música que habla por sí misma, por qué dirige la escena actual del rock pop mexicano, como lo prometía, Denzel Curry hizo estallar al público con la potencia de su rap y la fuerza de su música y su actitud y, finalmente, Modeselektor mostró lo que es hacer un show de DJ en vivo, añadiendo sonidos y calibrando el humor de la gente para sacar el mejor de los provechos de la energía de los asistentes con su música que irresolublemente llama a la euforia.
Parcels merece una mención aparte pues estos australianos radicados en Berlin demostraron por qué Daft Punk decidió trabajar con ellos: un sonido capaz de trascender las imperfecciones de ecualización que puso a bailar a todos aquellos que pusieron un pie en el escenario principal secundario al momento de su presentación. Sin mucho más que una ejecución cuasiperfecta, una mezcla de sonidos minuciosamente elegida en el que nada estuvo de más ni de menos, así como un ingenioso uso de las frecuencias radiofónicas de nuestro país; estos músicos elevaron el nivel de calidad del festival de un solo golpe y aun así no superaron a nuestros dos grandes ganadores.
El caso de Massive Attack me parece muy poco discutible y, por eso, menos interesante desde la escritura. Hay que decir que la experiencia de más de veinticinco años de hacer música, así como una ejecución perfecta, pensada, sincronizada y cautivadora combinada con un espectáculo visual conceptual, simple pero profundo, hicieron de la presentación de esta banda una experiencia multisensorial que logró superar el cansancio de un día entero de festival sumado a un fatigador frío. Para el momento que salieron al escenario los asistentes éramos casi piezas de hielo con los dolores y achaques naturales de un día de cantar y bailar y aun así los británicos lograron arrancar esa reserva de energía de su público para acompañar la maestría con la que se apoderaron de la escena exhibiendo una calidad digna del shortlist de la escena mundial.
Rosalía fue tema aparte. Aquí no puedo ser objetivo: la voz de esta mujer, su resolución al baile y el arte coreográfico, una belleza tan deslumbrante que su presencia bastó para enloquecer al público. Hay un concepto propio de las artes escénicas que no había entendido hasta éste sábado, la proyección, que es, en una expresión simple, transmitir lo que se siente con la interpretación que se hace. La potencia y profundidad de la voz de Rosalía bastó para sorprender a una lágrima pionera rodar por mi mejilla derecha, seguida de más y más de ellas, no muchas más, pero todas genuinas, y no sólo durante una canción, pero todas genuinas.
Yo que he vivido el privilegio de ser hombre durante toda mi vida me sorprendí llorando la historia de una mujer maltratada y aprisionada por su marido y todo gracias a la contemplación etérea que sólo el buen arte puede generar. ¿Es la música de Rosalía arte en el sentido más estricto del término? Tal vez no, pero a mí me ha enseñado a sentir algo por lo que nunca antes había sido capaz de conmoverme.
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