Ahora vienen los consejeros de Pemex
¬ Arturo Ríos Ruiz martes 9, Abr 2019Centro..!
Arturo Ríos Ruiz
Edmundo Sánchez Aguilar, Juan José Paullada y José Eduardo Beltrán Hernández, ya deben estar preparando las maletas para mudarse a Pemex, son los propuestos por ya saben quién, así que estamos listos para otro juego malévolo con el de los de la Comisión Reguladora de Energía que a la tercera, entraron derechito.
Renunciaron o los renunciaron a María Teresa Fernández Labardini, Carlos Elizondo Mayer-Serra y Octavio Francisco Pastrana Pastrana y de inmediato, el presidente mandó su terna.
Edmundo Sánchez Aguilar va por su segunda oportunidad de obtener “hueso”, estuvo en la propuesta pasada para la CRE, que fue rechazado, hizo berrinche y abandonó la contienda, lo hicieron ver mal los senadores y quedó como inepto.
Le han dado su sobadita y lo enganchan de nuevo, con todas las posibilidades esta vez, al conocerse la estrategia de AMLO, los suelta ante los senadores y los deja pasar y al último, suavecito aprueba, da el manotazo y lo llama democracia.
Así como se dio la nominación de los consejeros para la CRE, fue una simulación, gasto innecesario, tiempo y pitorreo a los senadores con amparo de la ley, porque es legal.
Busqué el dato de cuánto cuesta una sesión en el Senado de la República, no lo encontré, pero debe ser cuantioso, 128 senadores, con un promedio de 10 ayudantes cada uno, servicios parlamentarios y todo el engranaje que mueve a la Cámara. Un gran un billetote.
Son tiempos de austeridad muy anunciados, que en la práctica en este caso no existen y quedan en demagogia y desprestigio para los senadores y de quien aplica esa ley, por eso hacemos dos sugerencias de nuestra parte:
Que los senadores aprueben a la primera la propuesta del Presidente o que se cambie la ley al respecto para que los legisladores representen al pueblo, porque éste también es burlado.
Y para no dejar, se asegura que José Eduardo Beltrán Hernández, es cuñado de ya saben quién.
De esa manera se evita el gasto estratosférico por discurrir algo que sabrán no les harán caso; se gasta menos y ahí se la llevan.