Agachones y respondones
Alberto Vieyra G. jueves 4, Abr 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Allá por mayo de 1973, el entonces titular de Hacienda, Hugo Borman Margáin Gleason, estaba desatado, criticando a mañana, tarde y noche la despilfarradora política económica populista del que quitaba y ponía en Los Pinos.
El 29 de mayo de dicho año, caería la gota que derramó el vaso y el hígado del Presidente de la República, cuando el titular de las finanzas nacionales dijo aquella histórica frase que advertía: “La deuda externa y la deuda interna tienen un límite. Y ya llegamos al límite”.
La respondona declaración de Hugo B. Margáin enardeció a Luis Echeverría Álvarez, quien sin ambages le advirtió a Hugo B. Margáin: “La economía se maneja en Los Pinos”. Con una monumental dignidad y congruencia política, don Hugo B. Margáin renunció inmediatamente después de producido “el manotazo presidencial”.
¿Por qué hablo de este histórico hecho de un secretario de Estado respondón?
Mire usted, en las últimas tres semanas, el titular de Hacienda, Carlos Urzúa y su cachanchán don Arturo Herrera, subsecretario de Hacienda, han hecho el oso prácticamente todos los días y han tenido que tragar sapos sin hacer gestos y con una sonrisa han pedido más sapos, cuando el también populista presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, los ha exhibido, haciendo el ridículo, pero ese par de agachones funcionarios siguen ahí agarrados de la ubre presupuestal de nuestros dineros públicos.
La última “hazaña” protagonizada por Carlos Urzúa ocurrió a principios de esta semana, cuando al presentar ante la Cámara de Diputados los criterios de política económica para el 2019, aseguró que México sólo podrá aspirar a un crecimiento económico del 1. 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) tal y como lo pronostica el Banco de México e incluso, las perspectivas económicas del Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional.
Desde el púlpito de las tiránicas conferencias mañaneras desde Palacio Nacional, López Obrador, con su clásico optimismo del “me canso ganso”, juró y perjuró que “México crecerá cuando menos al 2 porciento del PIB” durante el 2019.
¿Qué nos dicen semejantes cruces de señales?
Pues nada, que Carlos Urzúa y compañía son exhibidos como dos funcionarios ridículos e indignos de estar conduciendo las finanzas nacionales, cuando que el supremo dios de Macuspana sabe mucho más que ellos.
Este otro hecho, que pasará a la historia, digno de ser recordado nos dice también, que estamos ante un gobierno que no tiene seriedad y no da seguridad y confianza a los inversionistas y amos de los mercados que no dudan en llamarle “La chimoltrufia”, porque, así como hoy afirma una cosa, mañana la da por desmentida” y todavía se da el lujo de culpar de todos los males de la patria mexicana a los recanijos “conservadores”.
Pero valdría la pena preguntarle al señor presidente ¿Qué entiende por conservadurismo?
No pocos de mis tres lectores y radioescuchas opinan que el señor presidente entiende por conservadurismo, a todo aquél mexicano ilustre que no piense igual que él o que se atreva a criticarlo, haciéndose acreedor a los peyorativos términos de “conservadores” y “fifís”, con lo cual lo único que hace es dividir a los mexicanos.
Recordaré que, al estallar la Guerra de Independencia, a los españoles ricos, incluyendo a los curas se les conocía como conservadores, bajo los motes de: los pelucas viejas, los cangrejos o la conserva, que a toda costa buscaba que prevalecieran sus privilegios en el gobierno, la Iglesia y el Ejército. Desde entonces, los conservadores han sostenido una lucha histórica contra los liberales mexicanos, que nos llevó a perder en 1848 el 62 porciento de nuestro territorio original ante los Estados Unidos.
Como usted puede ver, ese pleito entre conservadores y liberales nos ha dado en toda la torre y el señor presidente pareciera ignorar la historia, atizando con gasolina los odios de encono y divisionismo en la nación azteca. ¡Qué peligroso para la República!