Capitalismo social
Freddy Sánchez jueves 4, Abr 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Un afán abusivo de acumulación de riqueza con absoluto desprecio por el bienestar social.
Esos son los extremos más despreciables del liberalismo económico.
Infestado de acciones antipopulares, entreguistas y de pillaje, según lo dicho por Andrés Manuel.
Y por ello, justamente, la acertada decisión de su gobierno de abolir lo que catalogó de “la pesadilla de la política neoliberal”.
Funesta plaga que ha sido la causa del desmedido enriquecimiento de unos cuantos, en yuxtaposición con la decadencia económica y el empobrecimiento de millones de connacionales.
De ahí la imperiosa necesidad de no seguir fomentando la generación de una extrema riqueza y otra extrema pobreza en territorio nacional.
Lo que en el decurso de los pasados treinta y seis años, (seis sexenios consecutivos de tecnocracias amantes de la macro economía), el triste resultado fue enriquecer más a los ricos, en detrimento del bienestar de la población.
De modo que es menester adoptar un nuevo modelo económico para México.
Una propuesta post neoliberal que se convierta en un modelo viable de desarrollo, ordenamiento político y sana convivencia entre los distintos sectores sociales.
Así lo dijo Andrés Manuel al abogar por un nuevo proyecto de acceso a la modernidad que se forje desde abajo sin excluir a nadie y en el que el desarrollo económico vaya de la mano de la justicia social.
Postulados de la propuesta de cambios de la “Cuarta Transformación”, que innegablemente, constituyen una visión objetiva y sensata que hay que apoyar con la firme convicción de que es el mejor camino en bien de la búsqueda de los equilibrios que permitan la moderación de los apetitos de riqueza a la vez de alentar una mejoría económica entre todas las familias que habitan este país.
Y para ello, lógicamente, es preciso no caer en los mismos errores del pasado, incurriendo en la política del péndulo.
Esa que pasa de ser altamente favorable para cierto sector de la sociedad, en perjuicio de otro o de varios, para después, hacer todo lo contrario.
Como en aquellos tiempos de libertades ilimitadas para el movimiento obrero, campesino y popular, golpeando bestialmente intereses del capitalismo, mientras que en otro momento se impone como “patente de corso” una política institucional partidaria de otorgar grandes facilidades al capital, sin obligarlo a compartir sus beneficios con sus trabajadores ni la sociedad.
Bajo esta perspectiva, lo correcto será encontrar el justo medio para que los hombres del dinero y la sociedad, mediante nuevas reglas para la generación y realización del empleo y la distribución de la riqueza se permitan condiciones menos injustas y más equitativas, a fin de lograr una sana y armónica convivencia entre los distintos factores de la producción y el desarrollo económico.
El fin pues, no de todo sino de la parte nefasta del liberalismo económico.
Porque aquello positivo que haya tenido este modelo económico, es preciso conservarlo.
Y no volver a la reproducción de las catastróficas prácticas del populismo, empobrecedor de las arcas públicas.
Y es que lo inteligente sería apoyar a los capitalistas, en la medida que muestren su auténtica voluntad de compartir las riquezas que generen.
Darles el trato que estén dispuestos a dar a los demás, lo que bien podría convertirse en una nueva política económica institucional con la denominación de capitalismo social.