Méndigos y mendigos
Freddy Sánchez jueves 28, Mar 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Prestaciones, “divino tesoro”.
Eh ahí la gran diferencia en los haberes que paga a sus trabajadores la administración pública, lo que a unos los hace disfrutar de placenteras comodidades, en tanto que a otros prácticamente los ha condenado a vivir como menesterosos.
El punto medio entre los relativamente buenos salarios y prestaciones laborales, (después de los recortes hechos hasta ahora al presupuesto), lo puede uno encontrar a partir de los jefes de departamento.
Algunos peor recompensados que otros, según la dependencia para la que laboren.
Y es que los que gozan de mejores condiciones económicas, por los apoyos institucionales que reciben, están en las sub direcciones, direcciones generales y puestos de mayor jerarquía.
De modo de que los jefes de oficina para abajo, incluyendo toda la gama de empleados sindicalizados y de confianza, en su conjunto podrían catalogarse como “los patitos feos” de las instancias de gobierno, en eso de las remuneraciones en efectivo y los beneficios extras en especie que reciben como parte de los distintos convenios laborales, acordados con las instituciones para las que laboran.
Justo es señalar, que en ciertos casos las prestaciones son tan distintas, que siendo empleados de gobierno, con empleos idénticos, (administrativos, operarios, supervisores y demás por el estilo), unos parecen estar altamente calificados y los otros de plano descalificados, debido a las múltiples o escasas prestaciones que reciben.
Los hay con ayuda para sus rentas domiciliarias, gastos de transporte, ayuda para útiles escolares, médico a domicilio, seguros de vida, compra de lentes, apoyo económico para reeducación, capacitación, deportes, vales de comida, premios por titulación profesional o propuestas para el mejoramiento institucional, así como recompensas por asistencia, puntualidad y buena conducta.
Muchos, en cambio, no tienen a su disposición ni siquiera la cuarta parte de esas prestaciones.
De tal suerte, que proceder a un nuevo recorte presupuestal que afecte sueldos y beneficios económicos extras para los burócratas, a fin de poder financiar los programas sociales de la presente administración sexenal, podría resultar en una acción demoledora de las expectativas de bienestar para un alto número de los empleados públicos.
Querer pasar de “la austeridad republicana” a una “pobreza franciscana”, quizá represente dejar con insuficiente sustento para sobrevivir a cientos de miles de burócratas.
Así que una amplia y cuidadosa revisión de las prestaciones que se otorgan a los trabajadores del gobierno, en las distintas entidades públicas, a fin de emparejar el piso, dando más a los que tienen menos sin que necesariamente se tenga que quitar a los que tienen más prestaciones, salvo aquellas que tengan la similitud a las excentricidades, bien podría ser parte de cualquier nuevo afán por recortar el gasto institucional.
Lo correcto pues, es que ciertamente se “le pegue con rigor” a los derroches en el gasto público, pero sin que esto se traduzca en injustas acciones de austeridad encaminadas a no tocar intereses de algunos cuantos cientos, en detrimento de muchos otros miles.
El sacrificio debe ser parejo y sin simulaciones.
Porque los que actúan de mala fe recurriendo al engaño para aprovecharse de los demás, dándose a la gran vida mientras que la mayoría padece de carencias lacerantes, es el equivalente a una doble moral propiciatoria de lo que nadie puede ver con buenos ojos en este país: la coexistencia de méndigos y mendigos.