“Vida digna”
¬ Mauro Benites G. jueves 21, Mar 2019Municiones
Mauro Benites G.
Desde el momento mismo de la gestación, hasta la aparición de la placa neuronal que dará origen al sistema nervioso central, interrumpir el proceso de gestación, es decir, el proceso de embarazo es licito, ético, y profiláctico.
Y hay actitudes necesarias, y sobradamente justificadas.
Yo no veo por qué se ponen a hablar algunas personas, cuya mentalidad es de hace siglos, sobre un problema que nada tiene que ver con la religión.
Es la vida, sencillamente, y aunque la vida debe ser defendida fundamentalmente, hay casos que imponen la aplicación de la detención de un futuro ser para salvaguardar la vida total, realizada, del ser que llamamos humano, porque de alguna manera hay que diferenciarlo.
El aborto es necesario y licito siempre y cuando se realice dentro de los primeros 90 días de la gestación, cuando se trata de salvar vidas humanas. Si una mujer tiene embarazo porque así lo quiso, está en una situación especial, única: es dueña de la vida que lleva en el vientre.
Si va a crear un ser que tenga probabilidades de una vida normal, su deber es salvaguardar esa vida.
Si va a crear un monstruo o un seguro muerto de hambre, no tiene por qué proteger una vida que se convertirá en su contrario.
Lo digo porque ante la discusión sobre el aborto se ha olvidado lo más importante del problema al menos en México: los millones de mujeres que dan a luz cada año sin la menor posibilidad de dar a sus hijos otra cosa que miserias y dolores.
El tema del aborto debe basarse en el derecho que tienen las mujeres que no tienen derecho alguno, que son ignorantes y paupérrimas, muchas veces sin marido responsable, aunque los hombres del común, tienen generalmente menos derechos que las mujeres a traer dolores al mundo.
Dicho en breve y brava lógica: hay muchos seres humanos que no deben tener hijos. En México, no menos del 60 por ciento de la población general.
Apenas si cabe pensar que una mujer violada tiene todo el derecho del mundo a abortar.
Lo mismo puede decirse de los casos en que la madre se pone en peligro de muerte por alumbrar a un ser destinado a todos los horrores de una mala vida.
Eso debe interrumpirse por bien de la vida, digan lo que digan los señores curas, que hacen juramento de castidad, pero no de abstención de pederastia, ni siquiera de la comida, que no debe ser un placer sino una estricta necesidad.
Que hablen mientras no se les haga caso. Hay entre ellos unos cuantos hombres inteligentes y justos, que por eso tienen derecho a hablar, no por sus votos.
El tema es fundamental; se trata de garantizar la vida futura. Y eso no es posible sin bases económicas, que no tienen un gran porcentaje de los actuales padres, que se limitan a decir de los nuevos muertos de hambre que “los manda Dios”, colocando así a Dios en el lugar, en los lugares, menos apropiados, quede muy claro: ni el treinta por ciento de las mujeres que paren en México, debieran hacerlo.