Doble tragedia
Freddy Sánchez martes 19, Mar 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Con fórceps como sucede con la extracción de un producto fetal en un parto difícil, pero a fin de cuentas “la chiquilla”, ya nació.
Una Guardia Nacional robusta, de buen ver y bien recibida por la mayoría ciudadana, aunque también sujeta a las reservas de aquellos que todavía la ven con resquemores.
Militares comandados por un mando civil y policías bajo instrucción y disciplina militar, si no es que la mezcla de ambas cosas, conforman lo que podría catalogarse como el más probable perfil de los integrantes de la Guardia Nacional.
Que sea como sea, (manteniéndose dentro del margen de la ley), lo que la sociedad espera de ellos es que en el corto plazo hagan sentir la fuerza de una autoridad policiaca efectiva y competente.
Y sobre todo, capaz de lograr el deseo colectivo de que la seguridad y la paz social dejen de estar pendiendo de un hilo por la desfachatez criminal a toda hora y en todas partes.
Baste escuchar los reportes diarios de delitos cometidos en las ciudades de México, a efecto de comprender que los grupos delictivos se han convertido en virtuales “amos y señores” del territorio nacional, puesto que los proyectos, programas y acciones institucionales hasta el momento “los tienen sin cuidado”.
De ahí la urgencia para que la Guardia Nacional pronto asuma con máxima atingencia su cometido de trazar nuevas rutas en el combate a la delincuencia organizada.
Porque, obstinarse en hacer más de lo mismo en materia de seguridad, sería una “reverenda estupidez”, si consideramos que en los últimos tres sexenios, el crimen organizado no sólo conservó su predominio en distintas zonas de la República sino que se extendió a otras y mantiene al alza un afán de crecimiento como los grandes conglomerados de negocios en el mundo.
Es por ello, que se requieren fórmulas novedosas, mejores técnicas y estrategias inteligentes, que den paso a planes y programas de acción dedicados a dar un combate diferente a las mafias delictivas.
Mucho se ha dicho acerca de la necesidad de adoptar prácticas indagatorias que detecten y desarticulen el poder financiero de las organizaciones criminales y sin lugar a dudas que esa debe ser la prioridad de la Guardia Nacional.
En nada contribuye a la seguridad de la nación, que los que roban, extorsionan, defraudan, secuestran, falsifican, prostituyen y trafican con todo tipo de enervantes, si acaso llegan a caer presos, casi nunca pierden hasta “el último centavo” de sus productos mal habidos.
El decomiso de bienes ilícitos se mantiene muy por debajo de las expectativas. Y mientras los que se enriquecen de sus crímenes conserven bajo su dominio las fortunas acumuladas por sus fechorías, la persecución del delito carecerá de efectividad.
¿O acaso la impune acumulación del dinero criminal no se ha convertido en la gran hacedora de rufianes de toda laya?
La respuesta a esta interrogante es que poco importa cuantos malandrines caigan presos o muertos, si lo que hayan obtenido indebidamente no se decomisa y se usa para resarcir a las víctimas del delito y para apoyar el financiamiento de programas sociales.
Una acción que requiere contundencia contra los malosos y tersura en el trato hacia los civiles ajenos a conductas fuera de la ley.
Ambas medidas deben ir de la mano para que el combate a la delincuencia se convierta en una cirugía mayor de alta ciencia y no siga siendo una funesta “carnicería”, cuyo saldo ha sido deplorable para el bienestar social.
De modo que si la Guardia Nacional incumple el cometido para el que se le ha creado, incurriendo en abusos contra la población civil, ajena a conductas delictivas, en México estaríamos padeciendo de una doble tragedia.