100 días… en el umbral de la rebelión o de la esperanza
Francisco Rodríguez lunes 11, Mar 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Es una constante frecuente de la condición humana buscar las soluciones en la estratosfera, cuando se encuentran frente a las narices de todos nosotros. Así sucede casi siempre, más aún cuando quienes rodean al que las busca están afectados de visiones tangenciales, de supina ignorancia o de malsanos intereses.
Es común en la política que los círculos interiores de quien toman las decisiones se encuentren plagados de inútiles y convenencieros. Contra ellos fracasa cualquier buena intención y hasta programas de largo aliento. El círculo que rodea al presidente López Obrador no se salva de esta condición, a pesar de los esfuerzos del hombre de Tepetitán para imponer orden y desarrollo.
Así, los primeros cien días de gobierno han estado plagados de grandes y buenas decisiones, de reconstrucciones del poder y de la política, de definiciones del nuevo régimen, de una nueva forma de entender el ejercicio del mandato. La República ha estado impregnada de nuevos rostros con emoción social que deben prevalecer para bien de todos.
Pero los obstáculos del buen gobierno siempre se encuentran frente a las narices. No se trata de errores de apreciación ni de proyección, sino de errores —contradictio in adiecto, le llamaban los latinos de la antigüedad— que se encuentran operando frente a las narices, que requieren un correctivo inmediato, pues amenazan con volver a las andadas del régimen neoliberal.
Los mayores errores, desgraciadamente, se encuentran en los cenáculos de los abogados huizacheros que pululan todavía alrededor de las oficinas que tienen a su cargo las cuestiones populares de mayor sensibilidad: la Fiscalía General de la República, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y, entre otras más, la Secretaría de Gobernación.
Los errores se repiten con mayor frecuencia que la deseada o esperada. En infinidad de ocasiones se encuentran motivados por un cúmulo de intereses del pasado reciente que no pueden ser esquivados por los titulares de esas dependencias, o de sus más cercanos, o de sus asesores comprometidos con intereses muy distintos a los del llamado Jefe de las Instituciones Nacionales.
Por ejemplo: sólo a un diletante se le ocurriría pensar o proponer que en casos de delitos graves que ofenden el interés superior de la nación, las querellas de parte requieren de ratificación, como ha opinado la Fiscalía General de la República. Es un dislate mayor que implica una grave ofensa al sentido común y al país en general.
Las querellas sobre delitos graves que ofenden el interés público, el patrimonio colectivo, la dignidad de la República, deben ser seguidas de oficio, independientemente de que sean ratificadas o no. Independientemente de que otros abogados huizacheros con cargos de jueces venales hayan concedido amparos patito al delincuente.
Para lo único que sirve un amparo patito al delincuente de delitos graves, es para alcanzar a sentarse a declarar ante el Ministerio Público Federal. No para evadir la acción de la justicia ni para escudarse en las previas ratificaciones de denuncias que pide el fiscal general de la República. De inmediato surgen voces que incriminan al fiscal de ocupar el sitio de la nómina respectiva dentro de las andanzas de los delincuentes. No es para menos.
Es el caso que hasta la fecha no ha podido ser declarado el principal responsable del robo diario de un millón de barriles de crudo en tierra firme, aguas someras y altamar, el infame cacique sindical Carlos Romero Deschamps y sus 36 pandilleros quienes todavía ocupan las secciones sindicales del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
Es el caso de que Pemex sigue tragando gordo, a falta de líderes conocedores y experimentados de campo que puedan asesorar a Octavio Romero Oropeza y a la titular de Energía, Rocío Nahle, con las mejores decisiones para echar adelante una industria poderosa y antaño eficiente. La corrupción ha impedido el despegue petrolero. Todo, por intereses encubiertos.
El día que el presidente López Obrador deje de hacerle caso a los abogadillos huizacheros que lo han engañado con procedimientos dilatorios falsos, el día que se decida a actuar contra la pandilla de facinerosos y falsos colaboradores, el sindicato de la mano de Pemex empezará a brindar una opción verdadera para el proceso de desarrollo nacional y la ansiada industrialización del país. Todo depende de un rato de inspiración y buenas decisiones.
Arturo Alcalde Justiniani es uno de los huizacheros responsables de los consejos malsanos al Presidente. A través de su hijita maneja a placer las grandes decisiones de la Secretaría del Trabajo y dificulta los procedimientos indispensables para acabar con la corrupción de los líderes charros, mismos a los que ha servido gran parte de su vida, a cambio de generosos moches. La solución se encuentra siempre frente a las narices. Lo mismo sucede en los corrillos de la Secretaría de Gobernación, cuando la titular cometió los graves errores de encubrimiento ante sus ex compañeros de la Corta ¿de Justicia? inodados en graves delitos de manipulación de la justicia federal. Estaban hasta el cuello de graves ofensas al interés público, y la encargada de la política interior optó por callar.
Estuvo a punto de provocar un conflicto de poderes. El Ejecutivo tuvo que recular ante los ministros de la Corta, obligado por falta de información a no enseñar los expedientes del caso, y fue finalmente sometido por omisiones y encubrimientos que han costado muy caros, y que algún día deberán salir a flote.
El caso no está cerrado, porque a pesar de lo que opinen los delincuentes de cuello blanco, los delitos contra el interés superior de la nación no prescriben jamás. Ninguno puede ser olvidado, ni recurriendo al viejo expediente del perdón y olvido. No cabe, tratándose de casos que ofenden al sentido común del interés supremo de la nación.
Si estos “criterios”, hoy imperantes en la Fiscalía, en Trabajo y en Gobernación, van a seguir rigiendo al régimen, es muy probable que sigamos viendo errores que están a la vista de todos. Pronto van a impregnar los criterios de seguridad, sobre la conformación de la Guardia Nacional, en pesquisas de delitos financieros y en otros que todavía no asoman las fauces.
El país está en una condición delicada. El cada vez más empequeñecido imperio estadounidense quiere propinarnos un apagón tipo Venezuela, al fin y al cabo tiene con qué hacerlo. La única solución para resistirlo es la de estar bien equipados en todos los frentes populares, sindicales e industriales para hacerle frente con valor y decisión. Es lo que sigue y debemos estar preparados. La primera escalada ya la hicieron, a través de las calificadoras de los financieros dueños de esta patria por las vendimias del neoliberalismo. Debemos encontrar las soluciones entre lo que todavía nos queda para luchar.
No podemos fracasar. La voluntad del pueblo no lo perdonaría jamás. Es la última oportunidad de muchas décadas… o del siglo. El país está en el umbral de la rebelión o de la esperanza. La ley debe aplicarse pésele a quién sea, aunque haya de por medio grandes nóminas de extorsión a varios miembros del gabinete. Es el momento de la edad madura. Es ahora o tal vez nunca. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Todo gobierno cuando estrena un nuevo mandato empieza lo que popularmente se define como sus cien primeros días. Un periodo de “gracia” en la que la opinión pública está pendiente de los primeros pasos del nuevo gobierno. Pero, por qué seguimos esta norma no establecida? ¿Por qué esperamos a concluyan los cien primeros días para juzgar al gobierno? Y, ¿por qué es tan importante este período de tiempo? Todo se remonta al 4 de marzo de 1933 en Estados Unidos. Ese día, fue investido por primera vez, presidente de los Estados Unidos de América, Franklin D. Roosevelt. El país se encontraba en el cuarto año de la crisis económica mundial a raíz del crack del 29. Él acuñó el concepto de los cien primeros días y durante este lapso tomó todo tipo de medidas contundentes para intentar revitalizar la economía y acabar con la crisis económica. A la mañana siguiente de ser elegido presidente ya estaba aprobando leyes de una gran trascendencia en el Congreso. Su actuación en estos cien días fue imprescindible para reactivar la economía estadounidense. Y es que además -y eso el presidente lo sabía- la imagen de Roosevelt que tienen los norteamericanos, se construyó durante esos cien días. Desde entonces, muchos líderes políticos han seguido los pasos de Franklin D. Roosevelt y han aprovechado el período de gracia para llevar a cabo aquellas acciones simbólicas que marcarán su mandato. Las acciones que más han contribuido a construir su imagen. + + + Desde Torreón, Coahuila, escribe don Miguel Ramírez: “Se cumplieron los primeros 100 días del gobierno de AMLO. Como era de esperarse, comentarios diversos se formularon para analizarlos. El estercolero existente en todas partes del país ha dificultado a López Obrador presentar los resultados que la sociedad mexicana necesita. Parte de las medidas que ha llevado a cabo han sido cuestionadas por varios grupos. Destaca una: la reducción en un 50% del gasto irracional que hizo EPN en publicidad y promoción. Los 60 mil millones de pesos que utilizó a lo largo de su sexenio disminuyeron notoriamente, lo que explica algo de lo que leemos y escuchamos. El pasado 8 del presente mes, se celebró el Día Internacional de la Mujer, fecha en que la hipocresía retoza a sus anchas. En algunos lugares de nuestro país ni siquiera en este día se le da a la mujer mexicana un trato adecuado. Las autoridades municipales de Torreón, para homenajearla, presentaron una escultura formada por ollas, sartenes y comales, algo semejante a lo que dijo aquel presidente nefasto cuando las llamó ‘lavadoras de dos patas’. Ahora la limitan a la cocina. El Episcopado mexicano ha mostrado preocupación por la pederastia que existe entre algunos de sus sacerdotes y ha anunciado medidas para combatirla. La solución definitiva la tiene al alcance de su mano: eliminar el celibato que tienen que respetar sus miembros, permitiéndoles casarse. Otra más, que, aunque no está relacionada con este delito es urgente que se lleve a cabo, es la prohibición de las limosnas. Increíble que en pleno siglo XXI gente que llevó varios años de estudios viva de este tipo de dádivas que entrega su feligresía. Al quedar suprimidas las limosnas, los ingresos del sacerdote se basarían en lo que puedan recibir de quien vaya a verlo considerándolo como si fuera un sicólogo. De acuerdo al comportamiento de la Iglesia católica, estas dos sugerencias no pasan de ser simples sueños guajiros.”
www.indicepolitico.com
pacorodriguez@journalist.com
@pacorodriguez