Alcaldes ejecutados
¬ Augusto Corro lunes 31, Ene 2011Punto x Punto
Augusto Corro
Las fotografías de la doctora María Santos Gorrostieta Salazar mueven a reflexión. Ella, alcaldesa de un municipio michoacano – Tiquicheo- fue víctima de dos atentados y, milagrosamente, logró salvar la vida, no así su esposo, José Sánchez Chávez, quien murió en sus brazos. En las imágenes mencionadas muestra las lesiones ocasionadas por las balas. La violencia en México alcanzó una dimensión de la que nadie se escapa, menos los alcaldes de los diferentes partidos políticos que perecen a manos de los sicarios del crimen organizado. En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, 23 presidentes municipales han sido ejecutados; de ellos, 14 eran militantes priístas, 3 perredistas, 3 panistas, uno del verdecologista y otro sin partido.
En la mayoría de las muertes, se supone, se nota la mano de la narcodelincuencia, que encuentra en los munícipes rechazo a los lineamientos de los cárteles. Tal es el caso de María Santos Gorrostieta Salazar, que, presumiblemente, resultó agredida por los sicarios de “La Familia Michoacana”. No acatar las órdenes de los narcos es firmar su sentencia de muerte. Por su vulnerabilidad, los municipios se convirtieron en la base de las operaciones de los cárteles dedicados al trasiego y venta de estupefacientes. Algunos funcionarios optan por llevar la fiesta en paz y otros, como Gorrostieta Salazar, deciden actuar con valentía y coraje y ponen sus principios de justicia al frente de su lucha, sin importarles las amenazas de los enemigos.
No es fácil, para una mujer, pelear contra “La Familia Michoacana” en sus dominios, donde los capos son dueños de vidas y haciendas ante la ineptitud de las autoridades para combatir a los sanguinarios representantes de los capos. La edil, a pesar de que no contó con el apoyo de su partido -PRI-, optó por continuar en el cargo de representación popular ante un futuro que se presenta incierto, en tierras donde se vive la ley de la selva.
Si se analiza un poco, los orígenes de las tragedias de los alcaldes podrían empezar con los malos gobiernos de las autoridades estatales. Los municipios -en su mayoría- se encuentran abandonados a su suerte. Los gobernadores no se interesan en saber que ocurre más allá de las capitales donde se encuentran las sedes del poder. Existen pruebas concretas en las que las policías municipales formaban parte importante de cárteles de la droga. En Nuevo León, específicamente, en Monterrey, la guerra no tiene fin. Los uniformados representaban un sostén muy importante para las actividades delictivas del narco.
Y si se recorre la geografía política, en Chihuahua, ocurría u ocurre lo mismo. En Ciudad Juárez se dejó crecer el problema y los resultados están a la vista. Se registran miles de muertos y la cuenta sigue en aumento. ¿Y cuál fue la actuación de los gobernadores? Se puede decir que nefasta. Nunca les importó lo que ocurría en los municipios. Los presupuestos que les destinaban eran raquíticos. Nunca les alcanzaron para comprar armas, para tener cuerpos de seguridad adecuados a las necesidades. Más de una vez se les llamó la atención a los mandatarios estatales para que cumplieran con su compromiso de enfrentar a la narcodelincuencia. Nunca la hicieron, a pesar de contar con presupuestos multimillonarios aprobados en el Congreso de la Unión. El dinero solamente les servía para mantenerse en el poder. La cadena de irresponsabilidades empezaba con los gobernadores y terminaba en los ediles. Y como en este país los gobernadores no rinden cuentas todo sigue igual.
A raíz de los cambios en las gubernatura de Zacatecas, Oaxaca, Sinaloa, Puebla y Veracruz, se esperaba que los mandatarios estatales, por lo menos uno de ellos, fuera llevado ante la justicia para que respondiera por su pésima actuación al frente de las entidades mencionadas. No ocurrió tal. En el caso de Zacatecas, doña Amalia García, busca sacudirse las acusaciones de mal manejo del dinero del pueblo. Su administración pública fue sometida a auditorías y el tiempo pasa y no se ejerce ninguna acción penal en su contra.
De Oaxaca, el nuevo gobernador Gabino Cué, prometió investigar los malos manejos de la administración de Ulises Ruiz, y parece que los oaxaqueños tienen que armarse de paciencia para conocer los resultados. Ojalá y el gobernador cumpla con su palabra. Los oaxaqueños votaron por él, porque vieron que era diferente al sátrapa que dejó al estado con graves enfrentamientos sociales. En el caso de Mario Marín, mi gober-precioso, no obstante que fue señalado de enriquecerse ilegalmente, es posible que no sea llevado ante la justicia. Su caso es parecido al del oaxaqueño Ulises. Ambos son protegidos ampliamente por su partido y no se ve manera que respondan a sus acciones ilegales. Dejan las gubernaturas y borrón y cuenta nueva.
Solamente en Veracruz, se actúa por ahora, contra el hilo más delgado: los presidentes municipales. El gobernador Fidel Herrera Beltrán, quien se promovía como precandidato presidencial, alcanzó a librar, hasta hoy, el juicio de los veracruzanos. No ocurrió lo mismo con los alcaldes. Veamos: la Procuraduría de Justicia de Veracruz ejecutó 25 de 115 órdenes de aprehensión emitidas en contra de funcionarios municipales acusados de abuso de autoridad e incumplimiento de un deber legal durante su desempeño en ejercicios fiscales que van de 2004 a 2008.
Entre los acusados se encuentran 33 alcaldes a quienes atribuyen un daño patrimonial de 63 millones de pesos. Las autoridades ejecutaron 13 órdenes de aprehensión y detuvieron a 13 ediles. También arrestaron a cuatro síndicos, cuatro ex tesoreros y cinco regidores. Específicamente, el informe presentado por el Órgano Superior de Fiscalización refiere que son cinco ex alcaldes con problemas en la cuenta pública de 2004; 22 de 2005 a 2007, y seis de 2008.
A leguas se aprecia que entre los ex ediles llamados a cuentas no se encuentra ningún pez gordo. Aparentemente, se trata de funcionarios modestos, peces chicos que manejaron presupuestos muy raquíticos y que su aprehensión podría ser parte de una campaña mediática. No olvidar que los tiburones, esos peces de gran tamaño, viven en aguas tranquilas, donde nunca son molestados y menos importunados.