Menos trácalas sindicales
Freddy Sánchez jueves 21, Feb 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
En la larga lista de los intermediarios de la corrupción en México, los líderes sindicales parecen ocupar un lugar de especial encumbramiento.
La razón es que al intervenir en la administración de las conquistas laborales, es más que conocida su mala fama de acaparadores de prebendas.
De ahí la común existencia de sindicatos ricos con trabajadores pobres.
Eso ha sido lo habitual en el decurso histórico del sindicalismo nacional.
Organizaciones sindicales que se distinguen por distintos logros para el bienestar de sus representados, ciertamente las hay.
Aunque de plano son las menos, frente a esas más que de dudosa honestidad.
Que haya incluso sindicatos convertidos en “minas de oro” de sus dirigentes, es algo cotidiano en torno a diversas actividades económicas. Bervigracia: la industria de la construcción.
En la que apenas comienza a edificarse una obra y se aparece un líder sindical para amenazar con una huelga de trabajadores.
Cosa que casi nunca sucede, previa “compra” de la afiliación a ese sindicato.
Así que por lo regular el constructor se deja extorsionar, el representante sindical se “llena la bolsa” de dinero, en virtud a sus intimidaciones y miles y miles de trabajadores de pequeñas obras en construcción, a fin de cuentas quedan desamparados.
Una historia similar se vive en muchas otras relaciones obrero-patronales, a causa de la proliferación mini sindicatos “charros”, (al descarado servicio de intereses patronales), puesto que si bien fueron constituidos legalmente para la defensa de sus representados, no son del todo honestos en sus prácticas sindicales.
Huelga decir que en grandes sindicatos, también se “cuecen las mismas habas”.
El tráfico de componendas es la norma. Y como es natural, los patrones y líderes sindicales se benefician mutuamente, a cambio de contener los apatitos de una mejoría económica entre los trabajadores.
Cada que hay revisión de los contratos colectivos de trabajo, se suelen dar ciertos “jaloneos” entre los empleadores y líderes sindicales, lo que en última instancia no siempre se caracteriza por obtener un mayor beneficio para los empleados de una empresa pública o privada.
Estos últimos más bien son los menos favorecidos.
Y es que cuando una empresa lleva una relación excelente con su sindicato, los trabajadores suelen ver de lejos las mutuas conveniencias entre sus representantes y dadores del empleo.
Los beneficios laborales llegan “a cuenta gotas” o de plano nunca llegan.
El intermediarismo de la corrupción sindical tradicionalmente maximiza las prebendas para los líderes y minimiza las ventajas de sus representados.
En estas condiciones, se hace menester una nueva relación obrero-patronal en nuestro país, que empareje el terreno para los operarios del trabajo.
De tal suerte que los sueldos en general permitan el acceso a un mínimo de bienestar de toda clase de trabajadores en México.
Bajo ese esquema, además, habría que incentivar la productividad, honradez y eficiencia laboral, con mejores prestaciones.
Y lo que es fundamental: proceder a un reparto justo de utilidades, sin patrañas ni simulaciones empresariales.
Pero, sobre todo otra cosa es indispensable para una buena relación obrero-patronal en la que ningún líder corrupto pueda boicotear a los empresarios ni defraudar a los trabajadores.
Simple y llanamente, garantizar: menos trácalas sindicales.