Nuevo acuerdo nacional para superar las aberraciones del pasado
Francisco Rodríguez miércoles 20, Feb 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Llegó el momento de pactar un nuevo acuerdo nacional. El que prevalecía fue echado al caño en el pasado reciente por la arbitrariedad reinante, la corrupción, la molicie, la imposición y la barbarie que impedían cualquier posibilidad de empezar seriamente a reconstruir el país, restaurar el poder, acabar con el desenfreno.
Es la hora de la justicia jurídica, social, económica y política. Echar las bases sólidas de lo que queremos ser en lo inmediato, siquiera en el futuro previsible. Retornar a la racionalidad, la sensatez, la equidad, las formas de civilización y de cultura que signifiquen la convivencia. Retomar la senda que los fundadores de la Nación nos legaron.
Un entendimiento común sobre las metas esenciales y los procedimientos para lograrlas. Un auténtico blindaje democrático que se ajuste a la necesidad ineludible de recuperar un sistema de vida que se funde en el constante mejoramiento material, cultural y social del pueblo. Es la hora de las definiciones, ahora que aún se puede… y se debe.
México ya es un país de mayorías, no un mosaico de minorías con “buenos propósitos”, como en el pasado reciente. Están sentados en la mesa, en justa proporción, los que tienen el mandato de la inmensa población y los que deben tener la conciencia de que si seguimos así corremos el riesgo de volvernos a desangrar.
Como nadie pensó en la grandeza de este país, todo mundo se dedicó a lo suyo. Ahora es indeclinable pensar en remontar la caída en la productividad y en la competitividad, resolver la falta de generación de nuevos empleos, detener el capitalismo salvaje y reivindicar los derechos esenciales de los propietarios originales de la Nación.
Llegó la hora de detener, en consenso, el poder omnímodo de los cacicazgos regionales y nacionales, los barruntos de balcanización, el crecimiento exponencial de la violencia criminal, el rezago educativo, la inseguridad crónica, el debilitamiento constante del Estado y la capacidad de fuego de los poderes extralegales.
Cortar de tajo la cereza de un pastel macabro sustentado sobre el corporativismo corrupto, el patrimonialismo, la influencia indebida de los socios, coyotes y familiares en las decisiones públicas, la mezcla de negocios y política y el control sobre el dinero que inclina balanzas electorales, pero en serio.
La credibilidad de las instituciones del Estado es cosa juzgada. La puntilla a todas ellas fue la puñalada que les asestó por la espalda el salinismo-atlacomulquismo al pactar con impunidad e inmunidad con los diferentes cárteles de la delincuencia organizada, con tal de no quedarse a la vera del reparto de los beneficios de la amapola negra.
Los partidos y organizaciones sociales del viejo régimen, últimos vasos comunicantes que le quedaban para tomar el pulso del cambio, han sido desacreditado. Dirigidos por burocracias obscenas se dedicaron a conservar su participación en el reparto del régimen obsequioso con sus incondicionales.
Las fuerzas armadas, en sus cúpulas, quedaron bajo el escrutinio de las organizaciones internacionales de seguridad y han dado mucho de qué hablar en el extranjero. La complicidad de muchos de sus altos mandos con el trasiego y los narcotraficantes es sencillamente espeluznante. Tiene mucho que dejaron de representar al honor y a la disciplina nacional.
El peso determinante que antes tuvieron las organizaciones empresariales, de comunicación masiva y las de investidura eclesiástica han pasado a formar parte de un ingrato recuerdo de sumisión y vasallaje. En el exterior sólo aparecen las banderas recurrentes de los nacionalismos de todo tipo y factura, de derecha o izquierda…
… que nada tienen que ver con nosotros, pero nos indican que ya no es tiempo de aperturas inocentes al capital del exterior ni de abandonos del mercado interno. Todos luchan por legitimidad y supervivencia, en todas latitudes, llámese Estados Unidos, Brasil, cualquier país europeo, asiático o africano. La solución no puede venir de ninguna parte.
El perfil de nuestro nacionalismo está bajo nuestra piel secular, los rasgos fundamentales del Estado social y democrático de Derecho no pueden parecerse a otros, porque todos son producto de su propia historia. Los términos de la distribución equitativa del ingreso tampoco; el modelo del desarrollo, menos.
Tenemos que sacar la savia y la fuerza de nosotros mismos. Rescatar lo que nos queda es la tarea del nuevo gran acuerdo nacional, ahora que se puede llegar a entendimientos básicos sobre las bases del mismo. El país está preparado para recibir y aplicar la fórmula, siempre que ésta se finque en la honradez, la transparencia y la democracia.
Lograr un nuevo acuerdo que parta de la necesidad de aceptar que somos un país en bancarrota, con ciento diez millones de pobres y población al borde del hambre y la miseria, no un país que busque competir sólo para privilegiar a los estamentos consentidos del campo y la ciudad, normalmente miembros de castas consentidas.
No somos un Estado fuerte que disponga de elementos para repartir lo que no tiene. El proceso de desarrollo debe ser acordado al mayor nivel para que rinda los frutos esperados, lo mismo la regeneración de los aparatos de justicia y el Legislativo, antes de que sea demasiado tarde. Recomponer la estructura del Estado en base al progreso para todos.
Aunque ninguno de los inodados quiera aceptar las cuestiones elementales que han puesto al país en el fondo del precipicio, la verdad es que los plazos de la supervivencia están vencidos. Las posibilidades de un nuevo acuerdo giran alrededor de terminar un ciclo de buitres que abusaron del poder, de la dignidad y del patrimonio colectivo.
Todo país tiene derecho a empezar de nuevo, a recomenzar. Aceptar los errores del pasado es la mejor forma de iniciar el camino hacia la solución, sobre todo cuando ya casi no tenemos para dónde hacernos.
Mientras más tardemos en aceptar e iniciar un nuevo acuerdo, contribuiremos a fortalecer las resistencias, los embates de los grupos de poder que se benefician de un tiempo y de un espacio que nunca les ha pertenecido.
No tenemos derecho a fallarle a la historia. Menos a recurrir a la cómoda amnesia. Debemos empezar por limpiar la casa de sus enemigos jurados, que afortunadamente todo mundo identifica en las personitas de quienes han reinado los últimos treinta y seis años, jefaturando un poder descarnado y obsoleto.
Es hora de empezar. Nadie puede tener temor de encontrarse a su futuro. Nadie puede resistirse a la firma de un nuevo acuerdo nacional. Hay que decir la verdad, y someterse a ella. Es la única forma de superar las aberraciones políticas y criminales del presente y del pasado. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Vale la pena leer el artículo publicado ayer por el analista Hernán Gómez Bruera. Bajo el título Rescatar al Estado apunta que “el Estado en México fue en gran medida desmantelado en las últimas tres décadas. Junto con el combate a la corrupción, rescatar al Estado a partir de la centralización del poder pareciera ser la otra gran narrativa del obradorismo. En esa lógica se insertan muchas de las decisiones que ha venido tomando esta administración”. Y a continuación enlista cinco ejemplos: La concentración de poder en la Presidencia de la República y el Ejecutivo Federal. La crítica a los organismos autónomos. La crítica a las agencias reguladoras de energía. La crítica a la “llamada sociedad civil” y la prohibición de transferirle recursos públicos a las organizaciones. La creación de los llamados superdelegados. + + + Y don Guillermo Bernal Franco postea: “Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador, trata de evitar que vivales se roben el dinero de las estancias infantiles, donde aparecen listas fantasmas de niños que no existen que no es otra cosa que fraude y claro también evitar otra situación como la que se vivió en el estancia infantil del ABC de Sonora, gente encubridora de vivales se prestan a hacerle el juego a gente sin escrúpulos que a fin de cuentas estas personas que reclaman se les asignen millonarios recursos a los que dirigen las estancias en lugar que como propone el presidente se les destine a los familiares de los niños y decidan qué hacer con el dinero que se les asigne, pues de otra manera quienes reclaman se siga canalizando recursos para unos cuantos vivales priístas y panistas se convierten en cómplices de delincuentes. No debemos olvidar que en las estancias infantiles privadas prevalecen infinidad de irregularidades como es el no contar con el uso de suelo para ser estancia infantil, así como tampoco no cuentan con el visto bueno de Seguridad y Operación, así como tampoco los inmuebles no son apropiados para que pequeños se encuentren ahí. Y claro si seguimos mencionando los siguientes requisitos que se exigen para que operen estos lugares no terminaríamos.”
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