La Iberoamérica que nos tocó vivir
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_ viernes 28, Ene 2011Edgar Gómez •
El tiempo actual donde desarrollamos nuestras actividades, debatimos nuestros pensamientos, expresamos nuestros sentimientos e incrementamos nuestras capacidades, es un mundo nuevo para nuestra especie. Las distancias, las comunicaciones, las modas, las imágenes y los estereotipos corren de un lado a otro de una forma desenfrenada. Sólo basta caminar por nuestras calles y ver como un profesionista se informa minuto a minuto de los sucesos más irrisorios del mundo. Por otro lado, los jóvenes ven en cada esquina, en cada televisor o en cada revista que encuentran a su paso las modas, las tendencias y los pensamientos, sin importar si previamente existió un filtro intelectual que le permitiera acceder a un punto de vista debatible y sumergible en el mundo del conocimiento y no una idea preconcebida, pero con el toque del siglo XXI, una idea que se sentencia, que se vende y que se compra como un axioma.
Estimados lectores, estamos en el inicio de este siglo y los sistemas sociales, económicos y políticos que se encuentran consolidados en nuestros países no satisfacen nuestra expectativa. Sobre esto, quiero desarrollar mi participación de esta semana, iniciando con una pequeña reflexión creada por diversos sucesos personales vividos en las calles de este país. Primero, en la visita que realicé el fin de semana al Centro Comercial Santa Fe en la Ciudad de México (un mall que se encuentra ubicado al poniente de la capital de nuestro país). En este lugar se encuentra un lugar denominado Kidzania “la ciudad de los niños”, lugar donde se han dado aquellas marcas de renombre nacional o regional (Mc Donald’s, Liverpool, BVA Bancomer, Bimbo, Televisa, entre otros) con el fin de simular un centro comercial para nuestros hijos (de 3 a 16 años).
Sobre este lugar paradisiaco para nuestros pequeños (pletóricos de luces y colores) recuerdo claramente la dinámica propuesta por este lugar de esparcimiento: un lugar para “divertirse” a través del trabajo y el consumo. Dejen explicarme con más detalle; los niños reciben a la entrada un cheque que es cambiado en la sucursal bancaria que se encuentra en el interior del parque, después con ese recurso los niños pueden decidir entre gastarlo o ahorrarlo para posteriormente consumirlo. En virtud de la cultura propensa al consumo en la cual nos desenvolvemos, los niños agotan los escasos recursos entregados, por lo que se ven obligados a trabajar en algunos de los espacios ocupados por diversas empresas. Por ejemplo, pueden construir un muro en el stand de la cementera Cemex o elaborar un pastelito en la empresa Marinela o también pueden formar parte del equipo del periódico “Reforma” al hacer algunas entrevistas a distintas personal del centro de convivencia infantil.
Todo esto, aun cuando les da a los niños y niñas, que asisten a este lugar, un rato de esparcimiento, también les fomenta de manera indirecta un esquema (desde mi punto de vista) enfocado al trabajo – consumo; con lo cual se cumple con los modelos económicos planteados en el siglo XX relativos a la “utilidad del consumidor” el cual señala que un consumidor es insaciable porque cada satisfactor (o artículo comprado) siempre genera un placer, aunque ese placer en el largo plazo disminuya.
De primera mano no pude observar este centro infantil como un campo de entrenamiento de la clase media de nuestro país, la cual debe tener capacidades para trabajar y consumir. Sin embargo, cuando volteamos a otros lados de nuestra realidad y que creo se repite en todo nuestro continente; excepto Cuba (y no porque no lo deseen los cubanos, sino porque su régimen no se los permite) nos damos cuenta que el fenómeno del consumo; el cual erosiona la cultura y la convivencia comunitaria, va en ascenso. En este sentido, cabe resaltar los esfuerzos que hacen los gobiernos por incrementar la infraestructura en nuevos centros de negocios y comerciales, donde las personas tienen un interés económico para relacionarse, contrario al esfuerzo que realizan en invertir recursos para desarrollar espacios públicos, lugares de convivencia o simplemente espacios para banquetas amplias que le permita a la gente tener un momento de tranquilidad sin que tenga la presión o la obligación de erogar un peso de su bolsa. Sobre esto, ahí tenemos en México, el mismo Centro Santa Fe, Centro Comercial Perisur, la Isla en Acapulco y Cancún o el parque Arauco en Santiago de Chile.
Estimados amigos, entre el consumo, la disciplina del placer, el miedo al fracaso y la obsesión por lo que los medios de comunicación llaman “éxito” hace que las relaciones personales se impersonalicen, se deterioren, se vuelvan falsas y con esto se construyan sociedades sobre valores volátiles y poco entendibles. Si estamos preocupados por el deterioro social que viven nuestros países en Iberoamérica, creo que debemos preocuparnos más por el futuro que nos espera durante los siguientes 20 años, edad donde los niños de ahora serán los tomadores de decisiones. Tal vez de manera empírica destruimos esta sociedad en la cual convivimos hoy, pero con los esquemas planteados de consumo, de despersonalización y de enfoque al individualismo, creo que hemos consolidado una metodología cierta para deteriorar nuestra convivencia.
Tal vez consideren a este escritor poco optimista y apocalíptico en este planteamiento; pero no es casualidad que exista un espacio que fomente el trabajo-consumo, más cuando Federico Engels ha señalado que el trabajo es la versión moderna de la esclavitud, donde las empresas buscan realizar el menor pago posible (salario) por el compromiso total de los trabajadores. Asimismo, el fomento de los espacios comerciales velados como espacios públicos o la eterna promesa de ganar un premio o un poco de fama (en los reality shows) como contraprestación del consumo de los productos cuidadosamente desarrollados.
Estimados amigos de Iberoamérica, tenemos dos opciones: permanecer aletargados y satisfechos en esta Iberoamérica que nos ha tocado vivir o despertar de ese sueño incómodo de las grandes marcas y los valores endebles, pero bien posicionados en la sociedad, para retomar los valores de nuestras naciones jóvenes y mestizas que seguramente tanto tienen que aportar a este mundo.
• Tiene estudios de posgrado en Ingeniería Económica y Financiera, y es graduado del Programa Internacional LEAD relacionado con temas de Desarrollo, Población y Cambio Climático.