No puede haber Cuarta Transformación con estos “líderes” sindicales
Francisco Rodríguez viernes 8, Feb 2019Índice político
Francisco Rodríguez
En política, los rostros desconocidos para el adversario son clave cuando se trata de resistir el vasallaje. De ellos depende muchas veces que el enemigo lo piense antes de invadir. Son famosos los rostros desconocidos de los guerreros aztecas, los de la resistencia francesa, los de la Gran Marcha china, entre muchos otros en la historia.
Un poco más acá, cuando allá en Washington Dwight D. Eisenhower le pidió a Adolfo López Mateos que le prometiera la derogación del artículo 27 Constitucional, el mexicano le respondió que con mucho gusto lo haría, pero que el gringo, a su vez, debería responder si los líderes sociales lo colgaran del asta mayor del Zócalo regresando al país.
Puede esperar esa derogación, dicen los cronistas que contestó el gabacho. Los rostros desconocidos de los dirigentes mexicanos fueron clave para detener el afán intervencionista. Y es que era la verdad. Los líderes auténticos se daban por macetas, el sistema había tenido la prudencia de contar con ellos como interlocutores efectivos.
En las ciudades, los líderes magisteriales, burocráticos, ferrocarrileros, abundaban. Para muestra de ello, Othón Salazar, Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Iván García Solís, Rómulo Sánchez Mireles, Jesús Robles Martínez eran gente que pensaba en otra cosa mejor que enriquecerse. Lo hicieron algunos, pero prevaleció el interés superior de la Nación.
En el campo, Rubén Jaramillo, Sacramento Joffre, Lázaro Rubio Félix, Jacinto López, José Cardel, Adalberto Tejeda, Gonzalo Anaya, Úrsulo Galván, Jonás Bibiano, Lucio Cabañas, Genaro Vázquez eran gente que no se andaban con chiquitas, y en cualquier momento respondían cuando de defender el honor de México se trataba.
Dirigentes emblemáticos de las principales industrias y sectores manufactureros se pintaban solos en eso de tener las agallas suficientes: Rafael Galván, en el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana creó toda una Tendencia Democrática, lo mismo puede decirse de Joaquín Hernández Galicia en el STPRM, Salustio Salgado, entre los telefonistas.
Hasta Francisco El Gavilán Pérez Ríos asustaba. Acompañados por grandes exponentes del arte mexicano, del muralismo, la pintura, la música y las tradiciones vernáculas eran contestatarios: Siqueiros, Diego Rivera, Orozco, Tamayo, Revueltas, se hacían una para mentarle la madre al más pintado.
Entre las juventudes, Carlos Madrazo Becerra en el CJM –donde formaban filas los líderes de las normales rurales, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas–, Hermenegildo Romo García, Fernando Medina Lúa y Enrique Alfaro en la Universidad de Guadalajara, mi maestro en la FCPyS de la UNAM Hugo Gutiérrez Vega, aunque panista, al lado de Demetrio Vallejo. El también panista Adolfo Chistlieb Ibarrola, del lado de la sacristía, pero con una lucidez monumental.
Y sí, si había líderes sociales que pudieran colgar a López Mateos del asta mayor del Zócalo si hubiera cometido ese desliz imperdonable. Y lo interesante, es que se trataba de rostros desconocidos para el invasor, de gente que había dejado la zalea luchando por las instituciones revolucionarias y las conquistas obreras.
Ellos fueron los padres del movimiento social mexicano. Los fundadores de una tradición de lucha sindical, agraria y universitaria que no tiene parangón en muchas latitudes del mundo. Producto auténtico de una ideología que, pensábamos entonces, había llegado para quedarse.
Gente que conoció la prisión, pero jamás se doblegó ante el poder. Eran parte de una especie rara y valiosa que desapareció con el tiempo, cuando llegaron al poder los personajes de caricatura que hemos padecido los últimos sesenta años.
Los entreguistas y anexionistas locales convirtieron el panorama social en una caricatura fácilmente descifrada y doblegada. Ninguna semejanza de los dirigentes posteriores con los que nos dejaron una herencia muy difícil de administrar con esta gentuza que ocupó el poder. Desfilan verdaderos bodrios en el escenario:
Francisco Hernández Juárez, socio de Carlos Slim entre los telefonistas, Víctor Flores Morales entre los rieleros, Polito Rodríguez, el de los sindicatos outsourcing, como el mayor de la CTM, Joaquín Gamboa Pascoe, su antecesor, de ridículo heredero por la vía del braguetazo del enorme Jesús Yurén, de la dinastía de Los Cinco Lobitos.
Pero, dice el clásico de la tele «para los jodidos», aún hay más: Joel Ayala en la burocracia, un vendido enajenado; Isaías González Cuevas en el sindicato minero y en la CROC fundada por Luis N. Morones; Alfonso Cepeda, un chaquetero vulgar en el magisterio, el mayor sindicato de América Latina.
El impresentable Armando Neyra, al frente de las negociaciones sindicales con la poderosa industria refresquera trasnacional, un mercachifle del tamaño de Víctor Fuentes en el SUTERM; el imposible de calificar Carlos Romero Deschamps, entre los sufridos petroleros, y así hasta el infinito. Reproducen las escenas chuscas de un sistemita de cartón, vendido al peor postor… y al peor verdugo.
Y todos ellos, por encima de veinticinco años de cacicazgo sindical, de charrismo insoportable, de vendimias escalofriantes de salarios y prestaciones laborales, de dantescos episodios de claudicación, esquirolismo y masacres entre las familias de sus representados. De abuso con los fondos de resistencia sindical, de pensiones, jubilaciones y desesperanza general. Así no puede haber Cuarta Transformación.
Si desde el exterior, desde las cavernas de los gorilas, saben de qué pata cojeamos, ¿a qué rostros desconocidos pueden temer?, ¿cuál es el límite de la debilidad y de la sujeción al que estamos permanentemente atados por decisiones de cúpulas gubernamentales que pensaron antes que nada enriquecerse y olvidarse del pueblo?
Gracias a ellos, el nacionalismo mexicano ha sido postergado y olvidado, hasta de los libros de texto. Gracias a ellos somos un pueblo expuesto al primer invasor que se presente a la vuelta de la esquina, seguros de que van a ir a ofrecerse de rodillas, con todo y gremios.
¿Dónde están los rostros que México requiere para cambiar de conducta? Definitivamente, en las barricadas de la lucha social, donde se encontraba durante treinta años luchando el nuevo régimen del gobierno de la Cuarta Transformación. Pero él no puede solo, debe dejar ayudarse, debe formar un conglomerado no de autistas, sino de auténticos adalides de la patria.
Y no es que el escribidor trate de ser masiosaresco. No. Es una obligación vital del sistema reconocer la representatividad de cada quién, saber dónde están los líderes que representan a la mayoría para que florezca una ideología de liberación y de resistencia cabal frente a la codicia imperial.
México ha sido independiente y soberano cuando los líderes de rostros desconocidos han hecho su aparición. Los mercachifles nos estorban y nos sabotean. Esto debe quedar muy claro, máxime cuando se ha comprobado su alianza deletérea con lo peor de la burocracia civil y militar.
Ésta puede ser la última llamada: a México le hacen falta líderes sociales, de rostros desconocidos para los negociantes internacionales, gentes difíciles de sobornar y de marear. Es la única manera de habitar en este continente convulso. Siempre lo ha sido.
Tenemos que vivir en un país de a de veras. Donde lo que sobre sean arrestos, agallas y ganas de sobrevivir.
Si no, es mejor que vayamos entregando todo. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: A través de la miniminoría del PRI en el Senado de la República, el cacique del sindicato de la Secretaría de Salud –donde tiene a un sobrino como marioneta– y presidente vitalicio de la FSTSE, Joel Ayala Almeida, ha enderezado una campaña negativa en contra del director general del ISSSTE, Luis Antonio Ramírez, a quien hace unos días «renunció» en las planas de ciertos medios. Ayala no se resigna a perder «posiciones» en la institución que atiende las necesidades sociales de la burocracia federal. Se le acabaron los moches por préstamos, vivienda y otras prestaciones. En la Cámara alta, mientras tanto, se comenta que la del casi extinto partido tricolor, es «una bancada chiquita, con maleta grande». + + + A media semana, más de 300 ferrocarrileros jubilados exigieron que el «líder» de ese gremio, Víctor Flores, sea enjuiciado por despojarlos, desde 2011, con cuotas sindicales, sin que ellos mantengan una relación con esa organización. Los inconformes, procedentes de Sonora, Chihuahua, Nuevo León, Jalisco y del sureste del país, se congregaron en el monumento a la Revolución y marcharon a Palacio Nacional. Los jubilados reclamaron a su paso que Flores se embolsa 1.4 millones de pesos por cobrar 56 pesos por concepto de cuota sindical a unos 25 mil jubilados que ya no tienen ninguna relación con el sindicato ferrocarrilero. Flores enfrenta una acusación ante la Fiscalía General de la República por fraude. Además, los manifestantes denunciaron a Flores por esfumar más de 13 mil millones de pesos de dos fideicomisos, creados para garantizar el pago de pensiones y el seguro de vida. + + + El «líder» de los refresqueros, Armando Neyra, fue diputado y senador en cinco Legislaturas diferentes (1979–82, 1991–94, 1997–2000, 2003–06, 2009–12). Sólo se tiene registrado que cursó la educación primaria.
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