Guerra perdida
Freddy Sánchez martes 5, Feb 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Una cosa es la plausible batalla contra “el huachicol” y otra muy distinta la indispensable “guerra” para enfrentar toda la gama de actividades delictivas de la delincuencia organizada, en sus distintas modalidades.
Dos de estas, en particular, las más difíciles de combatir: la falsificación y el tráfico de drogas.
Aparte, obviamente, del comercio humano, pornografía, prostitución, venta de órganos, secuestros y extorsiones, entre otros hechos criminales.
Que en comparación con “el huachicoleo”, representan ingresos infinitamente más altos para las organizaciones delictivas que operan en México y cuentan con redes de distribución a nivel internacional.
De ahí que dar la pelea contra el crimen organizado, a manera de restablecer plenamente la seguridad entre los habitantes de este país, lógicamente, no se puede limitar a combatir el robo de la gasolina ni demás productos que cínicamente hayan sido e incluso puedan seguir siendo sustraídos de Pemex para su venta ilegal.
“El huachocileo”, por ser un descarado e inadmisible atraco contra la nación, amerita seguir siendo combatido hasta sus últimas consecuencias, no sólo para detener este ultraje contra la patria, sino a fin de que los responsables paguen por sus culpas.
Peso sobre peso que haya sido robado a las arcas públicas, por la vía de saqueo de nuestros recursos en materia de hidrocarburos, debe ser recuperado.
Y para eso hay que llevar a juicio a los delincuentes de “cuello blanco” que por muchos años se enriquecieron comprando y vendiendo gasolina robada a Petróleos Mexicanos, a efecto de decomisarles todos los bienes mal habidos que acumularon ilegalmente.
Esa debe ser la premisa más importante en la lucha contra “el huachicol” y en general la delincuencia organizada para obligar a los delincuentes a devolver lo que indebidamente atesoraron al incurrir en toda clase de ilícitos.
Y por eso, justamente, es menester que el gobierno en turno actué con la misma firmeza adoptada contra “el huachicoleo” para perseguir y castigar otros delitos de alta incidencia y daño a la nación como es el caso de la falsificación.
Que a nivel mundial, según ciertos cálculos difundidos por algunos órganos de investigación, acumula ganancias ilícitas por más de la mitad del total de los ingresos generados por todas las actividades de la delincuencia organizada.
Medicamentos, ropa de marca, perfumería, productos musicales, videos, programas de computación, herramientas, refacciones, entre tantísimas otras cosas se falsifican y se venden en cantidades industriales a lo largo y ancho de nuestra nación tal como sucede en casi todas partes del mundo, y como es de suponer, el daño económico a la economía formal y las haciendas públicas, es incalculable.
Y lo mismo puede decirse que sucede por el tráfico de drogas, los robos de mercancía, las extorsiones a hombres de negocios y en general la incidencia delictiva que rebasa con mucho los efectos nocivos del “huachicoleo”.
Eso no quita por supuesto el mérito institucional de haber decidido lanzarse a una batalla sin cuartel contra este cáncer, que demandaba acciones vigorosas y valientes del gobierno de Andrés Manuel.
En hora buena pues por la patriótica demostración de salir en defensa de un sagrado patrimonio nacional, pero mucho habrá que hacer en el combate a la delincuencia organizada, a efecto de reducir a su mínima expresión la permanencia social de sus secuelas funestas.
Eso, naturalmente, si no se quiere que la gente común siga viendo con decepción que la lucha anti crimen continúa muy por debajo de lo requerido para cambiar la idea de que ante el gran poder criminal de las mafias las instituciones nacionales lejos están de cambiar la noción de lo que hasta ahora sigue siendo una guerra perdida.