El cuento de nunca acabar
Freddy Sánchez jueves 31, Ene 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“El patito feo” en la lucha contra la delincuencia ha sido desde remotos tiempos la readaptación social de los internos ingresados a los penales del país.
Cientos, miles de hombres y mujeres son privados de su libertad estando sujetos a proceso penal sin ninguna oportunidad de reincorporarse a una vida productiva.
En tanto se los juzga para determinar si fueron o no culpables de los delitos de los que se le acusa, paradójicamente afrontan al mismo tiempo una reclusión preventiva, que a veces dura varios años, y “nunca de lo nuncas”, se ha implantado un sistema de readaptación social que logre un índice decente de resultados positivos en ese aspecto.
El supuesto trabajo voluntario que en ciertas cárceles realizan los internos, a cambio de algunos apoyos en especie de carácter básicamente alimentario, suele convertirse en un habitual método para explotarlos en beneficio de los alcaides de las prisiones donde operan esos medios de índole laboral, pudiendo existir excepciones en la regla del abuso sin escrúpulos que caracterizan estas opciones de actividad productiva.
Y los presos que no se animan a trabajar, dedicando su tiempo en reclusión al ocio y otra clase de actividades, algunas deportivas o de esparcimiento, si no es que más bien improductivas y degradantes, comúnmente recurren al apoyo económico familiar para comprarse ciertas comodidades en un centro de reclusión.
Algo que ha sido la regla imperante en las prisiones desde aquellos repudiados ayeres en los que tanto se criticó la existencia de “mazmorras de mala muerte” en el tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri.
Infinidad de cambios desde aquel tiempo hasta nuestros días se han dado en la apariencia y los manejos de los centros de readaptación social en México, particularmente en las ciudades, pero el fenómeno de la corrupción, la violencia y el tráfico de prebendas para evitar malos tratos y hasta golpizas mortales prácticamente sigue en auge como sucedía en los más siniestros calabozos creados para el regocijo de carceleros ávidos de torturar a los infelices que para su terrible desdicha tuvieran que ir a parar a cualquier lugar de encarcelamiento.
Pero, abundar en la descripción de lo que antaño pasó y actualmente sigue pasando en muchas prisiones de la nación, (quizás del mundo entero), no es lo que realmente hace falta para que las cosas cambien en materia de readaptación social en los centros de reclusión.
Más bien lo que se requiere es la firme voluntad institucional de adoptar un esquema distinto que permita responder al gran reto de este tiempo que consiste en prevenir el delito, (lo que prácticamente no se hace), perseguir con mayor eficacia a los delincuentes, (intangiblemente en la práctica), y trasformar los centros de rehabilitación carcelaria para impedir que estos establecimientos institucionales continúen convertidos en antros de corrupción, además de escuelas del delito y agencias de colocaciones de la delincuencia organiza.
Para ello entonces hay que promover una reforma legal que haga obligatorio el trabajo en las cárceles, con capacitación previa para los internos, en actividades que puedan realizarse a gran escala en todos los centros carcelarios, retribuyendo a los internos con distintos beneficios, y dándoles la opción de que al salir libres podrán seguir trabajando en empresas que los contraten en las prisiones, donde el otorgamiento de comodidades adquiridas actualmente con el dinero de la corrupción, sólo pueda darse a cambio disciplina, orden y trabajo productivo de los internos.
Y es que sólo con cambios verdaderamente radicales en el tratamiento para la reclusión de los internos en las cárceles de México se logrará que en el nuevo sexenio surjan resultados positivos en cuanto a una reinserción social de quienes por haber incurrido en conductas delictivas suelen pisar una cárcel y en vez de logar su rehabilitación con opciones a un cambio de vida alejados del delito simplemente salen en libertad sólo para volver a delinquir y de nueva cuenta cualquier día regresar a un penal porque tristemente en el devenir de sus fatídicas vidas ese es el cuento de nunca acabar.