El manantial de la muerte
Alberto Vieyra G. miércoles 23, Ene 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Parecía un sábado de gloria, pero está vez jugando con gasolina, jugando con lumbre en el manantial de la muerte. En Pemex se recibió a eso de las 14:00 horas un reporte de una fuga de gasolina en un sembradío de alfalfa a las afueras de Tlahuelilpan, nadie de la paraestatal acudió al llamado. Sólo un destacamento de soldados que vieron cómo se amotinaba la gente para robar gasolina, al filo de las 19:00 horas y aprovechando la crisis por el desabasto de combustible, los soldados le pedían a la gente que se portara bien. ¡Desalojen, retírense de ahí, es muy peligroso! -les gritaban cuando el manantial de la muerte alcanzó una altura de unos 10 metros- nadie hizo caso al llamado preventivo de nuestros juanes. De pronto, ese chorro se convirtió en un infierno, que deja ya casi 100 muertos.
¿Qué nos dice ese macabro suceso digno de análisis desde cualquier ángulo? Veamos… ¿Hubo negligencia criminal del gobierno federal, especialmente de los funcionarios de Pemex, que conocieron el llamado de alerta? ¿Hubo sabotaje de los enemigos del régimen de la “cuarta transformación de México”? ¿Por qué el gobierno no usó la mano dura, aplicando el estado de Derecho, a pesar de que había cientos de personas robando combustible? ¿Quiénes son los culpables en este lamentable y macabro asunto, que cobró la vida de decenas de personas y es para el estado de Hidalgo la peor tragedia en su historia reciente? ¿Qué habría ocurrido si los militares ahí presentes hubiesen pedido refuerzos para acordonar el área y aplicar ley a los imprudentes pobladores?
Muchas preguntas que quedarán seguramente sin responder. Pero lo cierto es que la gente de Tlahuelilpan desafió al gobierno, representado ahí por miembros del Ejército y unida en un imprudente subconsciente colectivo hizo una tarde de fiesta, robando gasolina, a sabiendas de que en México impera la impunidad, el vacío de poder, de que no hay gobierno que aplique la ley a quién la viole. Sí, los pobladores de Tlahuelilpan también desafiaron a la muerte. El mexicano se burla de la muerte haciendo de ella cera y pabilo, pero la busca a cada paso que da, ya sea poniéndole clavos al ataúd con el tabaquismo, con las drogas o atentando contra su vida de cualquier forma y todavía se da el lujo de decir: “De algo me tengo que morir”. ¿Por qué miedo, si para morir nací?
Sí, en México hay impunidad, porque el gobierno es pasivo, blandengue, porque tiene miedo al desgaste y a ser criticado por violar los derechos humanos. Desde 1987, cuando se produjo en México la pluralidad política, muchos de los gobiernos de oposición relajaron la seguridad, bajo el pretexto de que no eran represores como el PRI, lo cual dio lugar a que hoy, impere la ley de la selva.
Otro ejemplo de impunidad lo vemos en Michoacán, donde maestros de la CNTE que reclaman el pago sueldos añejos, tienen bloqueadas las vías del ferrocarril desde hace varios días, con las consecuentes pérdidas económicas a sectores productivos y sin que haya gobierno local o federal que ponga orden. ¿Andará ya, de vacaciones la titular de Gobernación, doña Olga Sánchez Cordero? ¿Qué esperan para dialogar y desactivar problemas para el gobierno? El caso Hidalgo, sin embargo, no será en vano. Ahora, los pueblos que están inmersos en el huachicoleo y desacaten órdenes de una autoridad, invariablemente morirán. O tendrán un irreversible escarmiento. ¡Con lumbre no se juega! Y otro punto medular de la terrible descomposición social por la que atraviesa la nación azteca, lo constituye el modelo económico neoliberal, tachado por el papa Francisco como: “La economía de la muerte”. El neoliberalismo económico fue diseñado para la rapiña, el saqueo y el pillaje y también para el sufrimiento y no para el crecimiento de los pueblos. Esa maldita era económica neoliberal ha dado como resultado que en México broten como hongos las más peligrosas malformaciones sociales. ¡Qué peligroso momento para México! Ojalá que Tlahuelilpan nos sirva de algo…