Desobediencia mortal
¬ Salvador Estrada martes 22, Ene 2019Folclor urbano
Salvador Estrada
Era un chorro gigante, nunca visto en el pueblo, que salía del ducto con una gran presión, que cientos de habitantes del pueblo primitivo corrieron hacia él para ver de cerca ese espectáculo.
Y por la necesidad de ganarse un dinero con la gasolina llevaron al lugar botes, bidones, ollas, jarras y todo recipiente en el pudieran llenarlo del hidrocarburo y correr para llevarlo a casa y regresar por más.
Los soldados trataron de impedirles el paso. ¡Atrás, atrás¡ ¡No pueden pasar! ¡Regresen, corren peligro! ¡No pasen! ¡Aléjense!
Pero no obedecieron y la desobediencia los llevó a la muerte.
Los militares los empujaban para hacerlos retroceder, pero era una turba emocionada por “abundante y gigantesco chorro de gasolina” que se desparramaba por el sembradío y no hicieron caso de los militares que no pudieron contenerlos.
No los escucharon.
Las autoridades de Pemex y de la Fiscalía anunciaron que van a trabajar “hasta agotar todas las líneas de investigación” para conocer qué ocasionó la tragedia, pero será muy difícil saberlo.
Una hipótesis, según el fiscal, es “la ropa “sintética” de los desobedientes”.
Se juntaron tanto entre ellos para obtener la gasolina del chorro, que caía como cascada, que se produjo una fricción y una chispa ¡desató el infierno! ¡el acabóse! ¡la muerte!
En la tierra del municipio de Tlahuelilpan se siembra alfalfa, y sobre el terreno verde corrían como antorchas humanas los vecinos incendiados y entre ¡gritos y ayes! se tiraban al suelo para revolcarse y tratar de apagar el fuego de su cuerpo.
Hasta ahora ya son 89 los muertos y 58 heridos, atendidos en diversos hospitales de la Ciudad de México y en Pachuca.
En el pueblo de San Primitivo se escuchan ahora sollozos y oraciones en la iglesia principal, a donde han llevado los cuerpos para orar por ellos y despedirlos con una misa de “cuerpo presente”.
Los habitantes de ese pueblo piden ayuda para encontrar a sus familiares y hasta pruebas de ADN han solicitado, pero solamente se han entregado siete cuerpos calcinados.
Se han encontrado 59 restos humanos por identificar.
Acuden a los hospitales en busca de sus seres queridos, con idea de que estén ahí internados y algunos tienen respuestas afirmativas y otros siguen buscando.
Esta tragedia, como la ocurrida en las familias que trabajan con pólvora para la fabricación de juegos pirotécnicos, pone a pensar a las autoridades de salud de que es necesario contar con un hospital que tenga especialistas en atender a las víctimas del fuego y contar con ”un banco de piel” que ayude a regenerar la piel de los quemados, como lo hace un hospital en Galveston, Texas, a donde fue llevado un niño, víctima de la explosión del gasoducto, que tiene un 90 por ciento de su cuerpo quemado y que sólo allá pueden atenderlo.