El viejo régimen terrorista espera la sentencia
Francisco Rodríguez lunes 21, Ene 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Como todo organismo descompuesto, como toda especie en peligro de extinción, el viejo régimen corrupto está mutando en reversa, enseñando lo peor de sus mañas proverbiales. Amenaza, asusta, mata, corrompe, destruye en un afán de última hora para evadir el castigo merecido, el repudio de la Nación a sus sañas y rapiña.
Escoge dos de sus viejos artilugios para intentar el retorno. Al fin, piensa, a la vejez, viruelas. Pero como ha sido descubierto, pues enseña la cola cada vez que se mueve o trata de respirar. Sabe que sus días están contados. Todo esfuerzo por amedrentar, aunque criminal, es nulo. Ya ha sido sentenciado. Está contra la pared.
Sus dos acciones huelen a viejo. Son ampliamente conocidas, pues de ellas vivió y se mantuvo a contrapelo de la sociedad mexicana. De nada sirve que quiera volver a usar la pantomima del EZLN… y de menos sirve que trate de crear el desconcierto con la explosión asesina de ductos de combustibles. Chango viejo no aprende maroma nueva.
Las dos acciones tienen el viejo tufo salinista-atlacomulquista. Ya no engañan a nadie. Llegó la hora en que son expuestos a cielo abierto ante una población azorada, pero absolutamente informada por la transparencia en la comunicación de sus líderes. México está preparado para responder. La confianza ciudadana apoya al nuevo régimen.
Sin embargo, la vieja casta ataca sin piedad ni compasión, creyendo que todavía se amarran los perros con longaniza. Creyendo que sus ataques pueden sorprender en caldos de cultivo que ya no les pertenecen, ante una opinión pública que les ha dado la espalda y esta vez para siempre. Los mexicanos saben que ya pasó el tiempo de lamentarse, saben que ya es tiempo de arrimar el hombro al gobierno legítimo para actuar con decisión.
La crema y nata del viejo y odiado régimen da sus últimos coletazos. Desafía abiertamente al Estado, conspira contra el nuevo sistema, porque sus más destacados miembros, los más corruptos, se ven arrinconados y sobre todo temen por su libertad. Quieren seguir viviendo para robar el oxígeno de la nueva era. Pero por el lado del terrorismo van directo al fracaso.
Politicastros repudiados, comaladas de millonarios sexenales, multimillonarios mercachifles, líderes espurios, caciques sindicales, militares mañosos, sedicentes periodistas sorprendidos en actividades criminales de robo a la nación, cierran filas contra decisiones de beneficio popular.
No quieren reconocer que se les acabó el danzón. Que ya deben sentarse. Piden a gritos la justicia a secas. Nunca la han conocido, pero les urge en plan masoquista padecerla. No saben en la que se están metiendo. El pueblo está demasiado lastimado para pasarles una más. Pero no entienden.
Les arde que el nuevo régimen que, en sólo cincuenta días de ejercicio, le ha cambiado al sistema hasta el modito de andar. Y acuden al expediente del terrorismo. Y eso, definitivamente, no se vale. Están confundiendo los términos de la lucha política. Son demasiado viejos en un mundo demasiado joven.
En menos de 50 días, en efecto, el nuevo régimen ha dado libertad a presos políticos… canceló la criminal producción de alimentos transgénicos… y dio el portazo al negocio del mega aeropuerto de Texcoco… prohibió el lesivo fracking… y canceló contratos petroleros de explotación otorgados –moche$ de por medio— a esa camarilla de prestanombres para robar lo nuestro en aguas someras… recuperó la dignidad de la política exterior…… aumentó el salario mínimo… los precios de garantía para los productos campesinos de quienes tienen menos oportunidad de llevar sus cosechas a los grandes mercados… incluyó a los (mal) llamados ninis en las áreas de capacitación y el trabajo… echó a andar programas de desarrollo regional equilibrado… trenes y refinerías para acabar con el tráfico de combustibles… combate de frente a la corrupción… acabó con los salarios estratosféricos de la Suprema Corte ¿de Justicia?… y eso definitivamente no les gusta.
Pero de ahí a provocar cientos de muertos y heridos en los ductos huachicoleados de Tlahuelilpan, Hidalgo, San Juan del Río, Querétaro y Cerro Gordo, Guanajuato, hay un gran trecho. Eso se llama terrorismo de capitostes, atentados serios contra la Nación, y eso no se debe permitir, mucho menos por un régimen aprobado por la inmensa mayoría de la población necesitada e informada.
Lo que acaban de perpetrar es un ataque directo y cobarde contra la seguridad de la Nación. Es un delito de lesa patria imprescriptible, punible y rastrero. Es rascarle más los ijares al tigre, en el momento en que se recupera la tranquilidad, la paz y el decoro del país. Es, simplemente, una sonora mentada de madre a la patria que los vio nacer, en mala hora.
Por eso, la batalla contra el charrismo sindical, contra el cacicazgo político, contra el grupo salinista-atlacomulquista no debe parar, hasta donde tope. El apoyo del pueblo es indudable, aunque los periódicos y periodistas vendidos de la radio, la prensa y la televisión se retuerzan como almejas en limón tratando de conservar sus millonarios privilegios.
Por eso, todo lo que escriban y digan de ahora en adelante, y desde hace mucho tiempo, es absolutamente falso. La opinión pública tiene conciencia inaudita sobre lo que está pasando en el país. Sabe que son estertores de ahogado, coletazos de tiburón herido, balbuceos de muerto en vida. Nada tienen que seguir haciendo en México, excepto más daño.
La decisión que se debe tomar sólo tiene dos vertientes: a fuego lento o a manotazo oportuno. Los partidarios gubernamentales del fuego lento quieren que esta subespecie de políticos y caciques tenga salida digna. La solución de muerte rápida la abrigan quienes todavía están inflamados del amor a la patria. Pero eso sí: ningún país se construye con lástima a los malvados.
En los grandes momentos de nuestro país, las soluciones han sido certeras y objetivas. No puede darse tregua a quienes utilizan el dinero y las fortunas mal habidas, robadas al pueblo, en incendiar la convivencia. El ejemplo que debe ponerse tiene que ser emblemático, inconfundible.
Limpiar la casa no es tarea agradable. Nunca lo ha sido. Pero extirpar a los delincuentes y a los políticos y caciques que soliviantan la paz pública debe ser motivo de un gran empeño. Están de por medio la supervivencia, la dignidad y el orgullo nacional.
No debe permitirse que el nuevo rumbo sea empañado por traficantes de la ley y cómplices del narco. Todos tienen la cola expuesta. La sentencia empezó en Brooklyn. Todos están involucrados en la masacre de medio millón de mexicanos víctimas de la guerra del trasiego por la conquista del territorio.
La voluntad del nuevo régimen está puesta a prueba. No admite claudicaciones, dilaciones, perdones a mansalva. El mazo del pueblo ha sonado. ¡Todos, a pagar por lo que han hecho!
¡Todos, a rescatar las insignias clave de nuestra independencia, la educación, la industria petrolera, la democracia sindical!
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Sobre la tragedia en Tlahuelilpan, el Presidente de la República dijo el sábado –en conferencia de prensa—, pocas horas después de la explosión: “Esto no es un asunto policiaco, militar; no se resuelve con medidas coercitivas, por eso se agravó la situación en el país. Nosotros vamos a seguir convenciendo, persuadiendo a la gente. Tenemos la convicción de que el pueblo es honesto y que, si ha llegado a estas prácticas, es porque se le abandonó. Hay millones de pobres en el país, gente que ni siquiera tiene para lo indispensable”.
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