La sentencia popular: el que perdona, pierde
Francisco Rodríguez viernes 4, Ene 2019Índice político
Francisco Rodríguez
En todos los rincones del planeta cae el telón para la larga noche del Imperio. Se deprecia su moneda, se condena el terrorismo financiero, se exhiben sin pudores sus afrentas, se degüella en las urnas el tantas veces cacareado poder manipulador de los medios de comunicación electrónicos e impresos a su servicio.
Sólo un grupito de tecnócratas desquiciados, de hampones disfrazados sigue creyendo en la invencibilidad del Imperio. Todos los demás están dispuestos a dar la batalla por la supervivencia, independiente, digna, justa.
Los electores respetan la autenticidad de las plataformas de avanzada, los irreductibles principios de su forma de vida. Se recupera el grito libertario de los trabajadores oprimidos. Es imposible sustraerse a la dialéctica de la historia, y a lo imposible, como sentencia la oración latina recogida por Ulpiano en el Digesto, nadie está obligado.
El turno es para quienes enarbolan las banderas de lo sustantivo, de lo indispensable vital, de los mínimos de bienestar. Los peones de la colonización no supieron o no quisieron aprovechar una larga época de adormilamiento de las fuerzas imperiales que les permitía privilegiar lo político, y han sido relegados por provocar miseria y pulverización social.
No fueron escuchadas las advertencias a tiempo, consistentes en que las biografías de los pueblos debían correr parejas al trayecto histórico de la humanidad y el Imperio atropelló sin piedad a los que quisieron aferrarse a lo estático, a lo depredador, a la manipulación de voluntades, a la inconsciencia del momento.
Los poderosos quisieron creerse eternos. Total, decían, el dinero y el poder no tienen color partidario. El sufrimiento y la pobreza sólo eran datos fríos, susceptibles de ser manejados al antojo de tecnócratas insensibles que pugnaban por mantener sosegada la imbecilidad y el improperio.
Se despreció el cálculo político. Se humilló el racionalismo. Las castas y dinastías gobernantes antepusieron los apetitos, la mendacidad y el arrase para sustentar una codicia sin freno, asentada sobre el miedo y el despotismo fascistoide.
Sus mentalidades, poseídas y fanáticas por los indicadores macroeconómicos se asemejan a las creencias de un místico reaccionario, perturbado en sus facultades mentales, por lo que se alejaron de los parámetros racionales, ante un mundo dislocado y las masas exigentes de estatura.
Ahora son los tecnócratas los que representan un peligro para la humanidad, cuyo trayecto los ha vencido una y otra vez en todas latitudes del planeta. El mundo, víctima del coctel explosivo que se produce cuando se mezcla la mentalidad conservadora y codiciosa con los intereses del crimen organizado…
… el saqueo cómplice, la impunidad y los artilugios electorales para vencer sin convencer, ha dicho un hasta aquí a esos abusos. Pero es la gente el mensajero, el origen del mensaje. El detonador ha sido la imbecilidad de la economía de guerra del Imperio que esta vez ha cavado su propia tumba.
El dólar, artificialmente inflado y sobrevaluado se ha quedado como una moneda sin apoyo ni reservas. Produce intereses mayúsculos que no corresponden a su valor de cambio real. Está produciendo una catástrofe económica mundial de la que hay que protegerse al lado del pueblo. No hay otra manera de hacerlo.
Desde antes de su triunfo electoral, la popularidad del nuevo régimen institucional es incontenible. Rebasa el 80% de las preferencias ciudadanas. Se ha convertido en la manifestación más clara de la desesperación y en la vanguardia de la embestida contra un sistema corrupto y simplemente descompuesto.
El Imperio ya no representa nada. Los alcances estructurales de la miseria y el hambre podrán no ser abatidos en un solo sexenio, es una lucha descomunal y un empeño que se antoja irrealizable. Sí, eso es cierto, por desgracia.
Pero lo que no admite duda es que el pueblo en su inmensa mayoría está hoy más que nunca dispuesto a dar la batalla para alcanzar las metas, decidido a lanzarse a un cambio total, ineludible. Ha recobrado consciencia de su fuerza. Está seguro de que se va por el camino correcto. No cambiará camino por vereda. Ojalá sea siempre así.
Rechaza el perdón y el olvido para sus verdugos. Las reacciones al anuncio de que se someterá a consulta popular la determinación de juzgar a los últimos seis presidentes de la República por sus afanes entreguistas y por el avasallamiento de los objetivos, no dejan lugar a dudas.
Todos quieren justicia a secas. Se demuestra el despertar de la conciencia. Aunque ha habido jilguerillos huizacheros que argumentan que los delitos que cometieron están prescritos, que no tenemos por dónde empezar, una cosa es cierta: nunca caducan, no prescriben los delitos graves cometidos contra el interés superior de la nación.
No hay artilugio posible que pueda contener la reivindicación del interés público. No hay valladar jurídico que pueda oponerse a iniciar los procesos respectivos contra quienes abusaron de la confianza y entregaron el patrimonio colectivo.
No hay artículo, tesis, jurisprudencia posible que exonere a quienes se complicitaron con la delincuencia para masacrar, reprimir y vejar a más de un cuarto de millón de habitantes en la desenfrenada carrera por enriquecerse a costa de la tranquilidad y la convivencia de la Nación. No se trata de absolver a delincuentes comunes, a rateros de ocasión.
Se trata de llevar a su justo sitio a la razón constitucional que reza que el pueblo tiene en todo tiempo el derecho de decidir su destino, sus formas, sus procedimientos, alcanzar sus objetivos. Con las leyes o reformando y cambiando las leyes que se opongan al alto mandato de la soberanía originaria.
No caben artilugios. El derrotero que se ha diseñado no alberga dudas. La conciencia nacional debe ser rescatada y liberada de las injurias demenciales provocadas por los peores de la condición. Respondiendo a sus ironías : a lo mejor el pueblo no es totalmente sabio, pero si algo sabe es cobrarse los agravios.
Pero, además, no hay otra. La sentencia popular es que quien perdona pierde. No procede el perdón con quienes insisten en agitar las reyertas intestinas. La única forma de acabar con las inquinas es poniendo el remedio adecuado a quienes las manipulan y las encauzan. Ya basta de jugar a las comiditas y a las manitas calientes . Urge una solución de fondo.
Que se haga la voluntad del pueblo. Es la única forma de demostrarle al mundo el valor de la dignidad de los mexicanos. Es la única manera de vivir en paz. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: A finales de noviembre del año pasado, el ahora Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, reiteró que el 21 de marzo de este 2019 podría llevarse a cabo una consulta, ya organizada por el INE, para preguntar sobre tres temas: la implementación de la Guardia Nacional, el consejo asesor de empresarios y abrir expedientes judiciales contra ex presidentes de la República. Incluso, reveló cuáles podrían ser los motivos para enjuiciarlos. Aseguró que su posición es otorgar perdón y amnistía política a los ex mandatarios, porque en caso de enjuiciarlos, “sería apostar a la confrontación”. Sin embargo, dijo, “los mexicanos somos mayores de edad, y aquí lo que tenemos que decidir es: ¿nos metemos a esto, lo hacemos? Pero que la gente sepa”. ¿Motivos para enjuiciar a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña? Afirmó el Presidente entonces que hay motivos para abrir expedientes contra los ex mandatarios, y los enumeró. Dijo que en el caso del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, porque privatizó bienes públicos, y porque muchas personas allegadas a él se quedaron con bienes sin una licitación. Mencionó que en el caso de Ernesto Zedillo, porque “convirtió deudas privadas en deuda pública”, en específico por el caso Fobaproa. Destacó que en el caso de Vicente Fox, por entrega de concesiones para la explotación de 30 millones de hectáreas para la industria minera y por el fraude electoral del 2006. En el caso del ex panista Felipe Calderón, porque inició una estrategia de seguridad que ha provocado a la fecha 250 mil muertes. Finalmente, en el caso del presidente Enrique Peña Nieto, dijo que sería por actos de corrupción.
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