En Gobernación, “el oso” de la temporada
Francisco Rodríguez jueves 3, Ene 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Si existe una cualidad, característica, que defina mejor a cualquier político completo de todos los tiempos, ésa es la habilidad para adelantarse a la necesidad de los demás, antes de que lo pidan. Coincidentemente, es la definición por excelencia del mejor amigo. El mejor político y el mejor amigo son aquellos que se adelantan a las necesidades del otro y actúan en ese sentido.
Alexis Carrel, un estudioso del espíritu lo definió con precisión, por algo es quien recogió esas cualidades dentro de la corriente del enciclopedismo francés. Guillermo Federico Hegel, el más grande enciclopedista, lo definió en base a dos características que encontró en Napoleón, el estratega y el político: la intuición y la lógica.
Conste que no eran su capacidad estratégica ni sus habilidades de mando sobre las tropas, ni la proyección de un gobierno que encaminó a establecer un imperio europeo que dominó al mundo durante un siglo hasta la desaparición de la monarquía y el restablecimiento de la República francesa lo que definió al gran corso, sino dos cuestiones demasiado esenciales: la intuición y la lógica.
El talento natural. Lo inmanente a todos los seres humanos, pero que es muy difícil dejar fluir por la cantidad de asesores que pululan en las casas gubernamentales, cagando tinta, ocurrencias e ideas falaces, que sólo resultan rupestres distracciones. Los ejemplos a modo los tenemos a la mano.
Los gobernantes chafas encargan la política interior a diletantes o aficionados; depositan la hacienda pública en manos de ladrones, rastacueros y soberbios; encargan la educación a iletrados ramplones, todos opuestos al diálogo, cómplices de la cerrazón, compañeros de aventura de toda parálisis. Ya no debe pasar eso. Es una película que todos vimos.
Su júbilo artificial, su celebración de lo infame, se debe a que ignoran toda la legislación sobre la justicia social y la defensa del patrimonio nacional, y porque les conviene pasarlas por alto. Son los beneficiarios de la desmemoria. Son los prescindibles, porque luego proponen la represión como bandera y como escudo.
El nuevo régimen sabe que al enemigo se le vence utilizando la fuerza de ataque que utiliza. El olfato político es repudiado por los poderosos y por los que sienten heridos sus intereses, a pesar de la urgencia del país por cambiar de ambiente, por defenestrar a fallidos, ignorantes y ambiciosos.
Cientos de miles de muertos, ejecutados, torturados y desaparecidos lo exigen, así como lo reclama un país sumido en la corrupción y el descrédito más grave de su historia. Para cambiar eso llegó el nuevo gobierno, cambiar de estilos, cambiar de rumbo. La gente espera la acción de la nueva baraja de personalidades. Ya no quiere más de lo mismo.
Por eso no se explica lo que está pasando en los terrenos de la política interior del país. Basta un breve repaso del primer mes para darse cuenta de que no es por ahí. La flamante secretaria se alió con lo más impúdico de la magistratura judicial, escamoteó los expedientes de los ministros corruptos, dilató las decisiones. Pero “aún hay más”, dijera el clásico de la tele de “los jodidos”.
El colmo fue la ceremonia de la firma de un convenio fantasmal entre la secretaria de Gobernación y el presidente consejero del INE. El marco más anticlimático de la temporada.
Se gastan los recursos y los esfuerzos de la formal rectora del gabinete para magnificar el supuesto cumplimiento de obligaciones que todo mundo saben que son de rigor, casi estatutarias. ¿A quién le interesa en estos álgidos momentos si el INE tiene la obligación de monitorear campañas o de vigilar recursos, si no es temporada electoral?
Se pierde el tiempo en actividades protocolarias, casi monárquicas, de salón de firmas ñoñas, mientras las urgentes decisiones políticas del país esperan. Mientras sucede lo anecdótico de la pomposa firma de lo superfluo, la secretaria de Gobernación se entera por el periódico de lo que debería haber resuelto adelantándose, previniendo las necesidades y los conflictos.
Lorencillo Córdova, el hijín de Arnaldo, feliz. Jamás se imaginó acaparar las primeras planas y los espacios triple A de la televisión en el marco del Salón Juárez. Menos, cuando fue uno de los mayores obstáculos al triunfo de AMLO. Fue el que puso todas las piedritas legales, desde el cenáculo de la traición. Por ahí no es.
Mientras se solazan en el culto a sus figuritas, todo mundo se entera de que nadie ha dialogado con los gobernadores siquiera para explicarles que los delegados del Presidente de la República sólo deberán ocuparse del destino del gasto social etiquetado. O para disuadirlos de su enfrentamiento con el régimen a costillas del presupuesto.
Y sí, mientras se solazan con el culto mediático a sus pobres figuritas, las cámaras del Congreso dejan pasar la oportunidad de oro para legislar sobre los motivos y alcances de la Guardia Nacional y cómo habrá de conducirse en adelante la fuerza armada para garantizar la seguridad nacional…… para contribuir con disciplina y lealtad a combatir la corrupción y los enjuagues de los convenios no escritos que recogen la complicidad del régimen anterior con la delincuencia organizada y con los encubridores gubernamentales del trasiego de drogas heroicas.
Pero no es así. Parece que el mayor reclamo de la sociedad que eligió al nuevo gobierno, el de la seguridad personal y nacional en los campos y las ciudades ha pasado a posponerse para ser discutida hasta finales de este mes de enero. Como si la desgracia los pudiera esperar. Nadie se merece esas calendas, inoportunas y execrables.
La secretaria de Gobernación es improvisada y falaz, por decir lo menos. A lo mejor a eso se deba que en las negociaciones sobre las facultades de los aparatos haya tocado a su dependencia bailar con la más fea. Nadie supo cómo defender a la jefatura proverbial del gabinete. Menos ella, porque jamás la conoció.
Parece que deberemos acostumbrarnos a observar a una secretaria impasible, reducida, a expensas de los demás. Y eso no es lo que se pide. Ninguno de sus antecesores, ni el más taimado, hubiera permitido que las porras salinistas -atlacomulquistas invadieran y cercaran San Lázaro. Era un asunto de la mayor importancia estratégica en las discusiones sobre el futuro del país. Pero la secretaria atendía a Lorencillo y a su desastrada imagen.
Un hombre que, como AMLO, está cambiando el rostro del país, necesita colaboradores que se comprometan a platicar con todos, los de casa y los de la oposición. Buscarlos, ir a su encuentro, facilitar las decisiones por las oportunidades que se pintan calvas. No puede actuarse como un juez pachorro mientras lo demás se incendia.
La política no es un asunto de redactar acuerdos judiciales, ni atender “diligencias de previo y especial pronunciamiento”. Las decisiones políticas no son ni esperan a los tinterillos de juzgados, acostumbrados a los tiempos laxos, relajados, comodinos de los procesos escritos, de los pergaminos y expedientes eternos.
En la política y en la amistad hay que adelantarse a las necesidades del otro, estar a su servicio, actuar en ese sentido. Lo demás es fingimiento. Y ya no estamos para escaramuzas, miedos o hipocresías. El país está cambiando diametralmente y espera que los gobernantes cuando menos se pongan las pilas que les prestaron.
A lo mejor ha llegado el momento de tomar decisiones dolorosas, pero hay que hacerlo, antes que la abulia nos consuma a todos. Antes que el impulso de la población nos rebase. El mandato es claro. La gente quiere ver agallas y compromiso en todos los colaboradores del hombre que despacha en Palacio Nacional.
Tienen que diferenciarse de los espantajos que se fueron. Para eso son la intuición y la lógica.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Bibi Villavicencio, fiel lectora del Índice Político, se sumergió en la internet y encontró que, a diferencia de lo que sostuvo Héctor Anaya, el historiador hispano Guillermo Fatás apunta que “‘Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla’, nunca lo dijo Santayana” y que, en cambio, como se dijo aquí anteriormente, “Marco Tulio Cicero (106-43 A.C) creó una frase universalmente famosa que dice: ‘Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla’”. Al respecto, también el literato y político Manuel Solares Mendiola señala que este “es un asunto previamente zanjado. La duda persiste. Confucio, Cicerón o Napoleón. El caso es que el aserto es verdadero.”
www.indicepolitico.com
pacorodriguez@journalist.com
@pacorodriguez