Excelso o atroz
Freddy Sánchez martes 4, Dic 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Más alto, casi imposible: Con un índice de popularidad hasta “la estratósfera”, comenzó el gobierno de Andrés Manuel y su elevado propósito de lograr una “cuarta trasformación” en el país.
Eso hace que las expectativas sexenales sean astronómicas.
Y no sólo entre sus treinta millones de electores, sino para los que se han sumado en su apoyo, cultivando la convicción de que el nuevo gobierno será mejor que los anteriores.
Bastante más eficaz que el de los tres últimos jefes del ejecutivo: Fox, Calderón y Peña Nieto.
Y por supuesto, infinitamente mejor que el de los que propiciaron la primera estruendosa derrota del PRI, en el año 2000, lo que penosamente para el priísmo se repitió con Peña, dando lugar a un “aplastante” triunfo de “Morena”, con Andrés Manuel al frente.
Por eso es que, una por demás buena fama pública abriga al abanderado en el relevo presidencial.
Aunque, de ahora en adelante, comenzará a escribirse una nueva historia, tras agotarse el último aliento para poner en la cima al proclamado y ampliamente reconocido triunfador de las elecciones presidenciales.
Que como rotundo ganador en las urnas, (igual que sucede con todos los que avasallan en cualquier clase de contienda), tendrá que sobrevivir a la etapa más difícil de un triunfo o sea la de mantener la alta cotización de sus bonos de popularidad.
Lo cual, si se quiere, podrá aparentarse por medio de ciertos artificios, pero conforme transcurra el tiempo, la buena imagen de Andrés Manuel solo se conservará si los resultados de su gobierno lo ameritan.
Y es que ni siquiera la más ingeniosa propaganda auto adulatoria podrá suplir la imperiosa necesidad de acreditar con hechos que las cosas están mejorando en el país.
En ese contexto, tres rubros abonarán a la alza o a la baja de los índices de popularidad de la figura presidencial.
Primero que nada y por encima de todo: la seguridad. Que hoy demanda toda la nación que se siente amenazada en sus vidas y haciendas.
Enseguida lo referente a la corrupción y la impunidad. Conductas que para ser erradicadas o al menos aminoradas requerirán mucho más que perdones y decretos.
Sobre todo por tratarse de los más siniestros flagelos que han venido arruinando cada vez más las posibilidades de bienestar nacional.
Porque los que más tienen podrán sentirse complacidos con lo que se hace desde el gobierno, pero no así los que carecen de los mínimos para una vida llevadera, a causa de miopías y torpezas institucionales.
Paradigmas de ineptitud tanto como de insensibilidad política y social.
Y justamente por ello, la ira ciudadana subyace momentáneamente reprimida en la piel de los que claman por un gobierno sensible a las demandas más sentidas de la gente y que a la vez sepa lidiar con las presiones del poder mundial en expansión de las oligarquías económicas.
Para que la codicia insaciable de unos pocos deje de ocasionar la postración económica de muchos.
Así que no será cuanto se diga, sino cuanto se logre hacer, lo que mantendrá en alto o derrumbará paulatinamente la popularidad de Andrés Manuel.
Lo que pude suceder a corto o mediano plazo.
Tal vez incluso hasta el final de su sexenio, pero ocurrirá irremisiblemente.
Porque cualquier hombre que asuma el poder, presidido por la fama de tener grandes cualidades de decencia, humildad y honradez para gobernar, inequívocamente, si cumple las expectativas o las defrauda, tendrá reservado un futuro excelso o atroz.