López Obrador me da pena
Roberto Vizcaíno lunes 3, Dic 2018Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
El sábado fui uno de los no más de 200 periodistas que asistimos a la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Para mí fue la octava asistencia a una toma de posesión presidencial en México.
Y estando ahí, en el área destinada a la prensa del Salón de Plenos de San Lázaro, rodeado de amigos y compañeros de trabajo, con el gran escenario de la tribuna y los personajes frente a mí, escuchando una vez más a López Obrador repetir sus promesas de campaña, el tabasqueño me dio pena.
Cuántas ilusiones, cuántos ofrecimientos y promesas, cuántas peticiones, cuántos rostros y manos han corrido frente a él en estos últimos 14 o más años que lleva de campaña, qué tamaño de reto se ha impuesto en este tiempo, que le hace no darse tregua alguna.
Que lo lleva a afirmar que se cansa ganso de acabar con la corrupción y la inseguridad, y de que además va a atajar al neoliberalismo y a separar al poder económico del poder político.
No dudo de sus intenciones. De lo que dudo es de su capacidad y tan poco tiempo para cumplirlas.
No voy a repetir sus 100 objetivos dados a conocer apenas el sábado en el Zócalo, y que a inicios de julio –hace apenas 5 meses-, no pasaban de 30.
Su antecesor, el mexiquense Enrique Peña Nieto, fracasó en su intento al implementar 12 reformas estructurales.
¿En serio AMLO cree que podrá en apenas 6 años cumplir con 100 objetivos entre los cuales el primero es acabar con la corrupción en México y el segundo el de terminar con la inseguridad y la violencia en el país?
Y no sólo eso: hacer crecer 6% del PIB a México en su sexenio.
Con ya un número suficiente de años en este oficio, que me han permitido ver, medir, este tipo de promesas, creo no caer en un error si digo que lo que tenemos enfrente con López Obrador es un buen intento de gobierno, pero sin el soporte de una realidad que lo confirme.
Sin nombrarlos, diré que tengo varios amigos que ocuparon cargos en diferentes áreas de gobierno en los sexenios anteriores. Ellos han sido convocados por funcionarios del nuevo gobierno para aportar sus conocimientos en el inicio de programas clave de la naciente administración de López Obrador.
A lo largo de los meses anteriores han pasado, de la expectación por poder participar en un nuevo gobierno que ha causado muchas esperanzas, a una abierta frustración.
Resulta que de entrada han enfrentado el despido de entre el 50 al 75% de los cuadros administrativos, personal que en muchos casos conocieron en su paso por las administraciones anteriores, para luego enterarse que tienen bajo sus órdenes a nuevas contrataciones, en su mayoría activistas surgidos de la contienda electoral.
Estos no tienen experiencia en las posiciones a las que han sido enviados y no tienen tampoco disposición a aprender.
No conocen normas ni procedimientos, leyes o estatutos. Llegan a combatir. A cumplir con un objetivo de campaña que poco se ajusta a las exigencias de sacar adelante programas esenciales de gobierno.
Lo demás Usted se lo podrá imaginar si ha seguido mínimamente los dictados de Andrés Manuel: muchas horas de trabajo, poco salario, cero apoyos económicos de ningún tipo, ninguna opción para adquirir equipos, contratar servicios, acceder a insumos, etc, etc.
“No hay forma de cumplir con objetivos”, me dijo uno de ellos apenas a mediados de la semana anterior.
Impensable, agregó si siguen adelante con la idea de sacar nuestras oficinas hacia el estado donde dicen que las van a enviar.
“Yo no puedo ir a ese estado… mi casa y mi familia están aquí”, agregó.
El jefe, su amigo, le suplica. Pero en verdad no tiene cómo cumplir. Y agrega que según sabe el resto de las áreas andan por las mismas.
Todo eso opera contra las ilusiones de AMLO. Contra sus promesas.
Otro tema será el de los despidos, el del adelgazamiento de la burocracia, el de su pauperización. Sin duda bajará la capacidad de respuesta gubernamental y su calidad.
No tendrá que ver con el combate a la corrupción o con cuestiones de resistencia al cambio, sino con los despidos y la carencia de recursos y servicios.
Me da pena ver que AMLO intuye el fracaso y acude al discurso público para sumarle objetivos a la lista anterior, en una especie de fuga hacia enfrente, como para que nadie comience a señalar que lo ya prometido es imposible de cumplir.
No al menos por un solo hombre y gobierno.
Pero, bueno, apenas comienza y quizá haya que hablar de otra cosa.
Colaborar, sí, en lo viable
Conocedor de los escollos de un inicio de gobierno, Miguel Ángel Osorio Chong, coordinador de la mini bancada del PRI en el Senado, indicó que su grupo trabajará con las mayorías legislativas afines al presidente López Obrador para aprobar las reformas que sean necesarias, siempre que surjan dentro de un marco del Derecho, y que no corrompan ni alteren el marco constitucional vigente.
Afirmó que los senadores del PRI no serán una oposición que se vaya a manejar en contra de todo lo que se nos proponga.
Comentó que ha costado muchos años construir un México democrático “como para pensar que de la noche a la mañana todo será diferente, que con la simple llegada del nuevo gobierno se va a acabar la violencia o la corrupción”, eso es un grave error.
“El país se construye día a día, hay que trabajarlo, y ahí vamos a estar nosotros para ayudar y colaborar”, subrayó.
Taibo II, persistente
Ricardo Monreal y su bancada en el Senado, se encuentran en el camino de ratificar su rechazo a realizar la reforma de Ley que le permitiría al escritor Paco Ignacio Taibo II llegar a la dirección general del Fondo de Cultura Económica.
En ello no sólo cuentan con su irritación contra el escritor, sino con los antecedentes que respaldan y confirman a Taibo II como un imprudente irredento.
Luego del incidente provocado por su dicho en la FIL de Guadalajara respecto de que “se las metimos doblada” en abierta mención a los integrantes del Senado, no faltó quien, con memoria, sacara a la luz otra grabación, ésta de por allá de 1997 o 98, en que el escritor perdió otra dirección pública, la de Cultura del entonces DF gobernado por Cuauhtémoc Cárdenas, debido a que entonces Taibo II se echó otro dicho en que ofendió a la comunidad gay.
Las crónicas narran que en aquel año, como ahora, todos se movilizaron contra el escritor quien finalmente no llegó a Cultura del DF.
Todo hace suponer que ahora, como antes Cárdenas, ni Andrés Manuel López Obrador, ya presidente de México, ni Ricardo Monreal como coordinador de los senadores de Morena, van a darle posibilidad de salirse con la suya a Taibo II.
Los dichos del escritor sólo demuestran, o que es un sope, o muy persistente en cometer burradas en público.
¡Vaya caso!
¿Sorprendidos?
A no pocos dejó Andrés Manuel López Obrador con cara de ¿what? el sábado al abrir su discurso de Estado en la toma de posesión de la Presidencia en San Lázaro y emitir las siguientes frases:
«Licenciado Enrique Peña Nieto, le agradezco sus atenciones, pero sobre todo le reconozco el hecho de no haber intervenido como lo hicieron otros presidentes en las pasadas elecciones presidenciales».
A partir de eso ya nadie puede hablar de peligros o riesgos para el mexiquense, no al menos en este gobierno.
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