López Obrador debe y puede rescatar Afores de los trabajadores
Francisco Rodríguez martes 27, Nov 2018Índice político
Francisco Rodríguez
La pomposa Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro es un órgano desconcentrado de la SHCP, constituido por las cuentas individuales propiedad de los trabajadores. En teoría, sus aportaciones son administradas para que les sean entregadas al momento de la terminación de su vida laboral.
Desde que se creó, la Consar se convirtió en una cueva de ladrones. Y aunque su dirección se turma entre los representantes de patrones, líderes obreros y funcionarios, sus decisiones siempre han estado sujetas a lo que diga el dedo mayor, es decir, el mandarín de Los Pinos.
En los momentos de los mayores saqueos a la nación, ante devaluaciones inminentes, ante pagos forzados de intereses de la deuda externa, ante déficits de cuentas públicas, ante la necesidad de hacer frente a un respaldo de negocios pactados entre la caterva de delincuentes del Estado y del sector privado —de alguna forma hay que llamarlo— se recurre a esos fondos para lo que se requiera.
Las Afores, cuentas accionarias de ese pozo sin fondo al servicio de la burocracia rapaz e insaciable, representan las unidades mercables ante cualquier trastupije, total, están avaladas por los depósitos en pesos de los salarios miserables de la clase trabajadora. Es el banco de la ignominia, con ropaje de cordero.
Los empleados del presidente todavía en turno se han metido en muchas ocasiones hasta la cocina del lamentable Consar y en un país como éste de clases medias desinformadas y orientadas por los barones de la narco información de nada sirven los reclamos de la prensa independiente, cada vez que se han cometido los atracos.
Las clases medias que forman opinión de clase media, nunca de otra, están esperanzadas a la conducción de ese tipo de mecanismos depredadores que cuando son descubiertos ni perdón piden, ni una disculpa dan. Se equivocan desde la cúpula, dicen, y quien así procede siempre lo hace con una ventaja anticonstitucional.
La Consar es otra de esas instituciones percudidas, creadas al sonsonete del desmantelamiento del Estado, retintín del salinismo-cordobismo-salinismo-zedillismo, no podía ser de otra manera. Usaron todos los subterfugios de la legislación para pegarle al interés público, al colectivo nacional. La Consar, a la punta de esa estampida, nos ha llenado siempre de vergüenza y de oprobio.
Con motivo de que era necesario —según el peñanietismo, hoy puesto en la picota por su ex aliado, el Fiscal de Hierro, El Chapo Guzmán, en los juicios de Brooklyn— echarle el guante a los fondos salariales de los trabajadores mexicanos para echar a andar las obras faraónicas del mega aeropuerto de Texcoco, la Consar —es decir, los obreros nacionales— pagó otra vez el pato.
Los fondos para el retiro y sus Afores se usaron para apalancar la actuación de los grandes consorcios protegidos de empresarios habilones que confiaron en que José Antonio Meade iba a arrasar y que jamás se iban a descubrir sus triquiñuelas. Pero esta vez se colmó el plato.
Las llamadas Afores Inbursa de Carlos Slim; Profuturo de Alberto Baillères; Siglo XXI de Carlos Hank González, y hasta las del IMSS e ISSSTE de pasada, se integraron al capital de riesgo de “los más ricos de México” que jamás pusieron un quinto para la construcción de la mega ilusión, pues todo fue a cuenta de deuda externa por concepto de protección ecológica, recayendo en los hombros de los obreros.
Y así pasó con las grandes inversiones de Higa, OHL, y tantas otras que hasta da coraje recordar. Ha sido un nido de mentiras, con los medios de comunicación a modo, silenciando cualquier reclamo de los accionistas originarios, es decir los pobres trabajadores sujetos a toda maniobra especulativa y antipatriótica.
Cuando empezaron a surgir las críticas y los reclamos de los periodistas independientes que observaron cómo se cocinaba ese gazapo, el director editorial del periódico financiero propiedad de Salinas de Gortari, tomó el toro por los cuernos y tuvo que reconocer lo inocultable.
Se habían tomado miles de millones de ahorros para el retiro de los trabajadores para ser invertidos en el Fideicomiso Fibra E, ese espantajo que se suma a los 374 fideicomisos opacos por un billón de pesos, que jamás podrán ser auditados ni investigados, a menos que se cambien las leyes mercantiles que idearon Aspe y los financieros del dólar para cubrir todos los trastupijes que se hicieron con el dinero del pueblo.
Los recursos que los trabajadores exigen para solucionar necesidades apremiantes de alimentación, vivienda, educación y salud, ya no les pertenecen. Están metidos en el fabuloso negocio del mega aeropuerto de Texcoco, donde los capitalistas no pusieron un centavo, y según el editorialista de El Financiero, Enrique Quintana…… los iba a hacer millonarios dentro de veinte años por lo menos, es decir, cuando el mega aeropuerto empezaría a pagar sus deudas. La ganancia iba a ser por concepto de intereses al 5% del capital obrero, es decir, menor al que ganaban depositados en los bancos de los mercachifles. Ése fue el cuento del gran capitán.
Mientras, los potentados que sólo esperaban que los trabajadores, el presupuesto nacional y los ridículos negociadores ante la deuda externa acabaran de pagar su construcción para gozar de la administración del faraónico y de las jugosas comisiones por mantenimiento en una zona lacustre, de hundimiento inminente, hacían las cuentas de la lechera.
Por obra y gracia de la consulta popular este desaguisado y éste cuento chino fue mandado al basurero. Quedaron colgados los principales accionistas, los trabajadores y sus Afores…y también los atlacomulcas que compraron todos los terrenos aledaños, usando los oficios de verdaderos coyotes, no payasos.
Verónica Peña Nieto, hermana de EPN, y Juan José Chimal Velasco, hermano de la alcaldesa de Atlacomulco y esposo de la mencionada Verónica, fueron los prestanombres de las familias Peña Nieto, Montiel, Monroy y demás, que se adelantaron a acaparar las plusvalías inmobiliarias, que nunca llegarán.
Esto no lo digo yo, forma parte de un chisme que se comenta en todos los comederos y salas familiares en Atlacomulco. Llena de pena a sus habitantes ver hasta dónde llegaron los herederos del monumental grupo político creado por Carlos Hank González y prohijado por el célebre diplomático Isidro Fabela.
Pero hasta dónde se sabe, estos inversionistas inmobiliarios, así como los potentados que iban a ser favorecidos, no denunciarán el que se les haya caído el negocio del siglo. Los coyotes nunca atacan a la presa cuando hay gente observando, sólo se mandan señales silenciosas.
Pero los que sí van a protestar son los tenedores de las Afores, los obreros, hoy convertidos en “tenedores de bonos extranjeros”, de Extranjia, ese rocambolesco país de las ilusiones perdidas. Para ello, los capitostes les preparan otra vergüenza: van a ser clientes, por decisión de la multinacional BlackRock, del abogado Hogan Lovells, toda una chucha cuerera del embute.
¿Por qué no acudieron a los abogados y a los tribunales del foro mexicano? Huelga decirlo: por desconfianza en la imparcialidad de los respetables juristas, o por la certeza de que van a perder hasta la camisa. El mar de fondo se puede hacer realidad y causar una marea que arrastre a sus prestanombres locales.
No. La salida es el atentado contra la patria. La ley de los francotiradores y los infiltrados. El demérito de las instituciones. El chanchullo por debajo del escritorio. Ya se les olvidó que perdió Meade. Ya se les olvidó que dentro de unos días entramos a un nuevo escenario del teatro bufo que armaron.
Las Afores de los trabajadores deben ser defendidas por el poder mexicano. Así debe ser y estoy seguro de que así será. Caiga quien caiga. Aunque se tengan que poner en jaque las cuentas de los magnates en paraísos fiscales… o, de perdis, en la Bolsa de Valores. Hoy que está en juicio el narcoestado es una oportunidad que no se debe dejar pasar.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: 62.3 millones de cuentas individuales suman 4.7 billones de pesos que administran las Afores. Un negociazo que hace más ricos a los bancos y a los ricos. Por tal, legisladores del Partido del Trabajo en la Cámara de Diputados presentarán una iniciativa de ley para que sea el Estado, y no las administradoras, el que gestione esos recursos a través de una institución financiera pública. Y es que, con cifras a octubre, Afore XXI Banorte es el mayor administrador, con 21 por ciento de los fondos para el retiro. Citibanamex es el segundo, con 18 por ciento y Sura el tercero, con 14 por ciento. La Amafore —que representa a las 10 Afore del Sistema de Ahorro para el Retiro— emitió el domingo un comunicado para plantear un diálogo con el Congreso y los partidos políticos. En su postura, la asociación defendió los logros del sistema. De cada 100 pesos que administran las Afores, apuntan, 57 pesos han sido aportados por el trabajador, su patrón y el gobierno, y los restantes 43 son el producto de las inversiones que hacen las administradoras de los ahorros de pensión. Además, dice, el rendimiento promedio anual que han generado en estos 21 años ha sido de 11.03 por ciento. En contrapartida, el plan del PT busca eliminar el sistema de cuentas individuales y regresar a un esquema de pensiones único, donde una institución financiera pública administre todos los fondos. Además, plantea prohibir que los recursos se inviertan en los mercados de capital.
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