Amor y dinero
Alberto Vieyra G. miércoles 7, Nov 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Es tan poco el amor para desperdiciarlo en celos”, diría el compositor azteca Jaime López, polémico por su actitud rebelde y al margen de grupos o posturas políticas.
Y la frase les queda como anillo al dedo a politicastros mexicanos que, a sabiendas de que México está en la chilla del dinero, se dan el lujo de derrocharlo en caprichos de infantilismo crónico.
El tema da para muchos libros y artículos de buen calado, pero por ahora me detendré en dos ejemplos históricos de cómo se tira el dinero a la basura en México.
Primero, sin ser presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, escudado en una “auto consulta ciudadana”, plagada de artificios y mentiras, mandaría a volar el Aeropuerto de Texcoco y cuya absurda decisión le costará al país, sí, a usted y a mí, más de 100 mil millones de pesos. ¡Vaya inaudita manera de tirar el dinero de los mexicanos a la basura!
En segundo lugar, figura el inepto titular de Conagua, Roberto Ramírez de la Parra, que gastó más de 500 millones de pesos, propiedad de la nación para mandar a hacer una pieza que se ha hecho famosa, la llamada “ka invertida” con un peso de 180 toneladas para reparar averías en el sistema hidráulico del Cutzamala.
Había dicho ese angelito que dicha pieza estaba “milimétricamente exacta”, pero ¡Ohhh, que fraude!, la pieza no ha podido ser colocada y los capitalinos y mexiquenses podrían pasarse semanas y quizá meses sin agua. ¡Vaya problema social y vaya inaudito estilo de tirar el dinero a la basura!
Pero de vuelta con el Mesías de Macuspana. El asunto del aeropuerto le ha servido a López Obrador para seguir dividendo a los mexicanos sí, polarizando de manera peligrosa, lo cual no presagia buenos tiempos para la salud de la República.
Él, haiga sido como haiga sido, ya es presidente de México, ya no está en campaña electoral ofreciendo por un partido político las perlas de la virgen para que todo mundo vote por él, no, él lo que ahora tiene que hacer ya como presidente de México es cohesionar, unir y reconciliar a la sociedad mexicana.
López Obrador va de metida de pata, en metida de pata. Esta semana se reunió en lo oscurito en el restaurante Corazón de Alcachofa, en Polanco con empresarios constructores del Aeropuerto de Texcoco, quienes salieron contentísimos y más suavecitos que la seda china. ¿Quiénes estaban en esas catacumbas?
Ahí le van, Carlos Slim envió como representante a Antonio Gómez, de Operadora Cicsa; Hipólito Gerard cuñado de Carlos Salinas de Gortari —el innombrable para el peje—, de Constructora y Edificadora Gia; Carlos Hank Rhon y Alberto Pérez Jácome, de La Peninsular Constructora; Olegario Vázquez Aldir, de Promotora y Desarrolladora Mexicana; Guadalupe Phillips, directora de (ICA) Ingenieros Civiles Asociados, y Diego Gutiérrez Cortina, de Epcor.
Ya vio usted que puro picudo. ¿Serán los de la mafia del poder de los que tanto habla el señor López? O ¿Serán de la “minoría rapaz”, de los 400 grupos empresariales que no pagan impuestos y mantienen secuestrado al gobierno y a México pero que estaban indignados por la cancelación del aeropuerto? ¿Qué les dio López Obrador para que salieran como seditas?
¿Ya adivino usted?… ¡Claro, contratos! para que sigan agarrados de la ubre presupuestal y a lo bestia, tanto en el Aeropuerto de Santa Lucía, El Tren Maya y más lo que se acumule.
Obviamente que no entrarán licitaciones y si entran, siempre serán primero esos poderosos que llevan mano y que ya saben cuál es el Talón de Aquiles del gobierno de la Cuarta Transformación de México.