El gatopardo de Lampedusa
¬ Humberto Matalí Hernández martes 22, Nov 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
— Annetta -dijo-, este perro se ha apolillado
demasiado y tiene ya mucho polvo. Llévatelo. Tíralo.
G.T. di Lampedusa. | El gatopardo.
La obra de Giuseppe Tomasi di Lampedusa es breve. Al igual que otros excelsos genios, es tal la perfección de lo escrito que no necesitaron más. Juan Rulfo es de esos iluminados. A raíz de los nuevos tiempos de globalización, tecnocracia y pragmatismo, el título de novela del escritor italiano, El gatopardo, perfecta en ritmo y acción, así como en verosimilitud histórica, es citado y recurren a sus conceptos los políticos, empresarios, analistas y comentaristas. Se inventó el neologismo “gatopardismo”.
Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa (1896-1957), nació en Palermo, capital de Sicilia. Miembro de una de las familias de la antigua aristocracia, estudió leyes en Turín y viajó por diferentes partes de Europa. Participó en la Primera Guerra Mundial, fue hecho prisionero, escapó para permanecer hasta l920 en el ejército. Para la Segunda Guerra Mundial fue capitán de artillería. El palacio de los Lampedusa fue destruido por un bombardeo en el desembarco aliado. Para vivir compró un viejo palacio en Palermo, donde pasó el resto de sus días. Los escritos de esa época, ya que participaba y organizaba círculos literarios, fueron destruidos por el mismo autor. Más de 25 años esperó para escribir una novela histórica. Lo hizo en menos de un año, antes de su muerte en julio de 1957.
La obra del noble siciliano se reduce a la novela El gatopardo, publicada en 1958, Ensayos sobre Stendhal (fragmentos), publicados en 1959, Racconti, (Relatos), editado en 1961. Hay un texto poco impreso de Conversaciones literarias. No se encontraron otros manuscritos. Todas las publicaciones son póstumas.
Gracias a la dirección de Luchino Visconti en 1963, El gatopardo llegó al cine, con las actuaciones de Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale. Además de la dirección y las excelentes actuaciones resalta la recreación histórica y la filmación en el campo y palacios sicilianos.
La novela narra la decadencia y la contradictoria permanencia de la clase gobernante y aristocrática sicilianas durante el desembarco en l860 de Giuseppe Garibaldi en Másala en la Guerra de las dos Sicilias, que llevó a la unificación de Italia. Gira en torno a un viejo príncipe siciliano, Fabrizio de Salina y su núcleo familiar. El escudo de la nobleza de la familia es un gatopardo, reflejo de los defectos y virtudes de la aristocracia y del instinto de sobrevivencia de esa especie de felino.
El príncipe de Lampedusa, al crear su única novela, se inspiró en su abuelo paterno Giulio di Lampedusa, siciliano que formó parte de la Guerra de las dos Sicilias. El concepto del gatopardismo descrito en el texto, surge del diálogo, pleno de oportunismo y cinismo, es el momento en que el príncipe Salina despide a su sobrino preferido, Tancredi Falconeri, que marcha a las montañas de Sicilia para participar en la guerrilla de Garibaldi:
— Estás loco, hijo mío. ¡Ir a mezclarse con esa gente! Son todos unos hampones y unos tramposos. Un Falconeri debe estar a nuestro lado, por el rey.
Los ojos volvieron a sonreír.
— Por el rey, es verdad, pero ¿por qué rey?
El muchacho tuvo uno de sus accesos de seriedad que le hacían impenetrable y querido.
— Si allí no estamos también nosotros –añadió-, esos te endilgan la República. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?
Un poco conmovido abrazó a su tío.
— Hasta pronto –dijo- Volveré con la tricolor.
Don Fabrizio entrega a Tancredi un cartucho de onzas de oro para patrocinar a los guerrilleros de Garibaldi. El añejo juego de apostar a Dios y al Diablo.
Ese diálogo sustenta para el siglo XXI, imperio del comercio y de la globalización, el cinismo de los políticos, de los empresarios, financieros y frívolos que se ostentan como los pragmáticos de la modernidad. Ignorantes de lo que significa pragmatismo, pero lo convierten en sinónimo de cinismo y desvergüenza, para justificar las ambiciones, traiciones y amoralidad con que actúan, para satisfacer sus ambiciones en busca de poder político, ganancias económicas y abusos sociales. En ese camino no respetan ni a sus ancestros. Como sucede con un personaje de El gatopardo. En la modernidad de este siglo, sin importar la línea política, porque si les estorba en sus ambiciones la desechan. El mejor ejemplo es la actitud y razonamiento de los jóvenes de ciertos niveles sociales, los que estudian en universidades elitistas, de “el que no transa no avanza”. Nueva adaptación del gatopardismo.
Por fortuna, para los globalizadores e ilógicos neoliberales, tan poco dados a la lectura de la literatura, pueden acercarse a la novela El gatopardo, gracias a que hay suficientes ejemplares en México. Alianza, Longseller, Plaza y Janes, Cátedra y Sírvela son las casas editoriales que la distribuyen en las librerías. Son ediciones de ejemplares con excelentes traducciones de la obra de Giusseppe di Lampedusa.
Por cierto, el epígrafe tomado de El gatopardo para iniciar esta columna, es la última orden emitida por Concetta, ya una vieja, en 1910 y la última descendencia de los Salina. Es el símbolo de la vieja aristocracia, lanzada a la basura como el disecado y apolillado perro, que era la mascota del príncipe Fabrizio Salina. Fallecido 50 años atrás. En tanto, en la decadencia de una casta y nacimiento de otra, Italia se formó como nación unida bajo la bandera tricolor.
Además no hay que perder de vista que en México, en este siglo XXI, el gatopardismo es base política. Es la mejor práctica de los gobernantes. Ofrecen cambios para que nada cambie. Hacen guerras intestinas para después negarlas. Inauguran y reinauguran obras viejas, nada más por cambiarles el nombre. El recién extinto bicentenario fue la mejor de las muestras en todo el país. Por eso, el pragmatismo y gatopardismo son la base de la política de los neoliberales y globalizadores.