La historia compartida
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_, ¬ Edgar Gómez Flores viernes 14, Ene 2011Edgar Gómez •
Estimados lectores el día de hoy viene un tema a mi mente relacionado con las batallas comunes que deben librar los países para forjar una historia común y con esto, poder compartir valores, héroes y hechos que en dos latitudes distintas o en extremos de los océanos puedan lograr que nuestros pueblos compartan un pasado.
Este tema nació como consecuencia de una plática amena que sostuve con el Ing. Gonzalo Martínez Corbalá, quien fue embajador de nuestro país en la República de Chile durante el gobierno del presidente Allende en los inicios de los años setentas. El Ing. Martínez, además de ser un hombre pletórico de experiencias en su bagaje como servidor público, también cuenta con una memoria envidiable que le hace contar los detalles más exquisitos que logran la fascinación para quien lo escucha.
Ahora, como tantas otras reuniones donde hemos compartido minutos de plática, vino a la mente la participación que tuvo el poeta Pablo Neruda en esos momentos trágicos que vivió el pueblo chileno durante los inicios de la dictadura del General Augusto Pinochet. Sobre esto, se conoce que el poeta había buscado el apoyo del Gobierno Mexicano para financiar uno de sus proyectos artísticos en su afamada casa de Isla Negra. Es por esto que la relación del poeta con nuestro país se volvió más estrecha, adicional al apoyo que el Gobierno de México y su embajada, habían prestado incondicionalmente a los, en ese tiempo perseguidos políticos. Sin embargo hay un hecho que me gustaría compartir con ustedes amigos lectores.
Para septiembre de 1973 la embajada de México, encabezada por el Ing. Martínez Corbalá, organizaba una exposición de pintura mexicana envidiable. Eran tres de nuestros grandes representantes del siglo XX; José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros quienes se encontrarían presentes en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile con 163 de sus pinturas. El golpe de estado, acaecido el 11 de septiembre de 1973, modificó el desarrollo de esta exposición. El ingeniero Corbalá, junto con el Director del Museo, retiraron las pinturas para resguardarlas y mandarlas a México, a través de una aeronave del Ejército Mexicano. Donde también viajaría el poeta, al aceptar ser atendido en nuestro país de un cáncer de próstata que lo aquejaba.
Derivado de esta exposición el poeta escribió unas de sus últimas palabras y éstas se las dirigió a nuestro país.
“Estos tres grandes figurativos trazaron en muro o en tela la figura de una patria, estos tres creadores la recrearon, estos tres reveladores la revelaron. México les debe figura, creación y revelación. Y México no es tierra de así nomás, ni de baile especulativo y virreinal,; es trágica grandeza, épica serenata, cadencia del corazón más volcánico de nuestro continente. Estos hombres cumplieron el mandamiento de los dioses enterrados y de héroes descalzos: su pintura esencia, geografía, movimiento, tormento (como Diego en el brillo cubista), pero los tres prefirieron encarar con todos sus poderes la verdad perecible estableciéndola en su patria como constructores responsables ligados al destino y a la larga lucha de un pueblo.
Me tocó convivir con ellos y participar de la vida y de la luz de México deslumbrante.
Si me asombraron con su fuerza y su ternura de su patria, aquí verán en la mía el fervor de los chilenos. El fuego de esta pintura no puede apagarse sirve también a nuestra circunstancia; necesitamos su telúrica potencia para revelar los poderes de nuestros pueblos.
Y para afirmar la fe y la conciencia del alto destino de nuestra América unida en sus raíces por la tierra, la sangre y la defensa de nuestras esencias.
Estos tres maestros mexicanos nos indican con la responsabilidad de su grandeza la afirmación de una nacionalidad. Y nos enseñan la confianza y la esperanza a través de su pintura atormentada pero victoriosa.”
Verán estimadores lectores, como les comenté en un principio que los países al formar historias, leyendas y héroes comunes pueden formar un pasado que los una y con esto un futuro conjunto que les permita estar orgullosos de su cultura. Eso pasa con este relato. En un momento los tres pintores y el poeta hacen una historia para hacer de Chile y México una historia compartida que nos dé un futuro prometedor para estas dos grandes nacionales que forman y consolidan nuestra Iberoamérica. Sólo me queda entregarles una última pregunta… ¿Cuántas otras historias compartidas tendremos en nuestros países? O ¿Cuántas otras estaremos forjando en este momento?… Vamos a pensar. O nos taremos unas tardes amenas con el ingeniero Martínez Corbalá quien seguramente compartirá otras tantas.
• Tiene estudios de posgrado en Ingeniería Económica y Financiera, y es graduado del Programa Internacional LEAD relacionado con temas de Desarrollo, Población y Cambio Climático.