Salir del infierno
¬ Augusto Corro viernes 19, Oct 2018Punto por punto
Augusto Corro
El conflicto social migratorio, como todo mundo lo sabe, es a nivel mundial. Los pobres y los temerosos de las regiones sureñas buscan en los países del norte mejores condiciones de vida. Los riesgos que corren son múltiples y muy peligrosos.
El ejemplo más claro lo tenemos cuando los migrantes se atreven a cruzar los mares para conseguir su cometido: cientos de esos viajeros encontraron la muerte al hundirse sus embarcaciones sobrecargadas.
Eso ocurre con cierta periodicidad en el Mar Mediterráneo con los indocumentados africanos o asiáticos que intentan llegar a los países europeos, donde en la mayoría de las veces no son bien recibidos. El rechazo implica discriminaciones por el color de la piel o por su religión.
De todas maneras la injusticia, la violación a los derechos humanos y a la dignidad de los migrantes son graves. A veces la angustia de los migrantes es mayor al tocar playas europeas que cuando se enfrentan a los peligros de la naturaleza en mar abierto. No es para menos.
La zozobra de los sin papeles obedece a la deshumanización de las autoridades que a pesar de tenerlos ya en su territorio se niegan a recibirlos, no importa que lleguen sedientos, con hambre o enfermos. Así pues, cuando llegan a Europa, es cuando los migrantes empiezan a sufrir su verdadero viacrucis.
En América el conflicto migratorio tiene características parecidas a las que se registran en el Viejo Continente, aunque, claro, sin la espeluznante cifra de naufragios y sus cientos de muertos; pero sí con la incertidumbre de los viajeros que se atreven a cruzar por caminos infestados de delincuentes.
Hablamos de los hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y mexicanos que en los últimos años decidieron abandonar sus lugares de origen hartos de pobreza y violencia. Saben que el peligro los acecha en cualquier tramo de su camino, pero piensan que es mejor que mantenerse bajo el acoso de perder la vida a manos de secuestradores y narcos, o padecer la falta de comida.
En estos días, como ya le comentamos en este espacio, una caravana de alrededor de tres mil personas partió de Honduras con la idea de llegar a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano” o simplemente para vivir como refugiados.
La larga fila de hondureños nos muestra a gente de todas las edades, hombres y mujeres, de condición humilde. No cargan más que sus mochilas. Llevan ropa ligera y zapatos deportivos. Eso sí, caminan bajo una bandera azul y blanco de su país. Quizás el verdadero drama se encuentra en las mujeres que llevan a sus hijos en brazos.
En el istmo latinoamericano los países que lo integran se encuentran sometidos a economías erráticas y sus habitantes condenados a condiciones de vida marcadas por los asesinatos de la delincuencia organizada. De ahí que el principal pensamiento de los migrantes es el de salir del infierno.
¿Cuál será el destino inmediato de los sin papeles? Por ahora, es difícil saberlo, porque el presidente norteamericano, Donald Trump amenazó a los países centroamericanos a cancelarles la ayuda económica si no detienen la caravana mencionada.
A la hora de redactar estas líneas, los migrantes se encontraban en la frontera mexicana. La advertencia del gobierno mexicano es que serán deportados aquellos que ingresen al país sin la documentación en regla. La pregunta obligada es la siguiente: ¿cuántos hondureños traen sus papeles en orden? Suponemos que son pocos. La mayoría tendrá que regresar a su lugar de origen.
En esta ocasión, el problema migratorio de los centroamericanos se complicó porque el presidente Trump se encuentra pendiente de que se cumpla su orden por varios motivos: frenar la migración descontrolada y reforzar la simpatía de sus seguidores en las elecciones para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
El conflicto migratorio, como señalamos al principio es mundial y no hay visos de que se detenga. Al contrario, cada vez son mayores las cifras de su crecimiento. Sin embargo, no hay señales de los gobiernos de los países ricos para enfrentarlo y resolverlo. En la solución de ese fenómeno social deben participar todos los países.
Las medidas para combatir la migración ilegal tendrán que resolverse con la aplicación de programas contra la pobreza y la delincuencia. Nunca será tarde para hacerlo. Mientras, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) tendrá que vigilar de cerca que la caravana de hondureños reciba un trato digno y humanitario en el país donde se encuentre.
Feliz fin de semana.