Javier Solís: El rey del bolero ranchero… Payaso de corazón en secreto
Opinión lunes 15, Oct 2018De la carpa a las letras
Arturo Arellano
Gabriel Siria Levario, era su verdadero nombre, pero saltaría a la fama bajo el seudónimo de Javier Solís, luego de conquistar a miles de corazones con su extraordinario talento en la música, llegando incluso a ser conocido como “El rey del bolero ranchero”, gracias a temas como “Sombras”, “Luz de luna”, “Cuatro cirios”, entre otras, de las que siempre destacó como mi favorita “Payaso”, no por el amor y pasión que siento por esta vertiente del arte, sino por la historia que rodea al personaje detrás del charro mexicano, que mucho fue conocido también por su fama de mujeriego, más que por su labor, sí, como payaso.
Así es, el maestro Javier Solís, no sólo fue un extraordinario compositor y cantante, sino un amante del arte circense y particularmente de los payasos, de ahí claro surge su canción “Payaso”, pero lo que aquí les compartiré será además lo que obtuve de una charla con Blanca Estela Sáenz, viuda del cantautor mexicano. Un testimonio del gusto de quien fuera su marido, el gusto de vestirse de payaso, algo que según sus palabras hacía seguido y muchas veces en secreto. “Él decía que no iba a llegar a ser un hombre mayor, que no quería ser un viejo dentro del espectáculo y la música. Aseguraba que, si Dios lo dejaba más tiempo, él se iría a vivir a un circo, donde nadie lo conociera, pues no quería causar lástima a nadie”, en ese pensamiento, Solís se maquillaba en casa y practicaba muecas, gestos, pantomima de manera autodidacta, hasta que se atrevió a enfrentarse a un público, ya como payaso.
“Todos los años iba al Circo Atayde a dar una función para los actores de la Casa del Actor de la ANDA. Los mismos payasitos de ahí lo maquillaban, le enseñaron. Él decía que le agradaba vestirse de payaso, porque se le semejaba que eso es como la vida, hallaba coincidencias, decía que el payaso era capaz de enfrentar cada uno de los sentimientos del hombre y transformarlos en alegría, o al menos en esperanza”. En ese tenor nos contó alguna vez Celeste Atayde, gerente del Circo Atayde Hermanos, que no sólo hacía funciones para los actores de la ANDA, sino que previamente el cantante ya iba sin previo aviso al circo y se ofrecía a dar funciones, incluso algunas de caridad para niños y familias de escasos recursos.
Coincido claro con el señor Solís, un payaso es las emociones humanas llevadas al extremo, pero con una mirada que siempre irá enfocada a la esperanza. Podría ser este charro mexicano un claro ejemplo del payaso, un hombre con debilidades, fracasos, caídas, pero también con un gran corazón. Así fue, Javier Solís, no sólo fue un hombre de “ojo alegre” como dicen por ahí, sino uno que se escondía detrás de la nariz de payaso, para redimirse y no sólo celebrar a la alegría, sino compartirla, primero con quienes más lo necesitan y después con sus seres más allegados.
Solís era un Clown Tramp (payaso vagabundo), vagabundo de su música, caminante de las letras y las notas, viajero de las emociones y amante de la risa. Murió con apenas 34 años de edad, pero en esa efímera existencia, grabó discos y filmó películas desenfrenadamente, marcando para siempre la cultura popular mexicana. Junto a Jorge Negrete y Pedro Infante, es uno de los tres grandes cantantes de la edad de oro de la música mexicana.
“En cofre de vulgar hipocresía, ante la gente oculto mi derrota, payaso con careta de alegría y por dentro, por dentro el alma rota…” son las líneas que cantaba en “Payaso”, quizá o no un reflejo de lo que el cantante vivía en carne propia, luego de cada actuación.
Muy agradecido por compartir esa historia…no lo sabía del mejor cantante de todos los tiempos, javier solis.
Desde Lima, Perú se lo admira muchísimo.
Más cuando ya visité su hermoso país.